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OPINIÓN: El espionaje telefónico, ¿podría ser el Watergate británico?

Por Juan Andrés Muñoz

Nota del editor: Des Freedman es un ponente en comunicación y estudios culturales en la Universidad de Goldsmiths de Londres y autor de The Politics of Media Policy

El escándalo de Watergate vio la renuncia del presidente, el encarcelamiento de altos funcionarios del gobierno, el colapso de la confianza en la clase política, un cambio en el equilibrio de poder de un partido a otro, el aumento de la reputación de la prensa y la presión sostenida la libertad de información. Todo esto tuvo lugar durante un periodo de años.

Sin embargo, en apenas dos semanas, desde que los periodistas en el diario británico The Guardian revelaron que News of the World había intervenido el teléfono celular de una joven asesinada, tuvimos el cierre del segundo periódico más vendido en Gran Bretaña, la renuncia de dos de los más altos funcionarios de policía en el país, junto con la salida de los principales ejecutivos de News Corp., el abandono de la oferta de News Corp. para hacerse cargo de la mayor parte de la transmisora satelital BSkyB de Gran Bretaña, la puesta en marcha de una importante investigación pública sobre la ética y regulación de la prensa y una crisis política que ha sacudido a los medios de comunicación, la policía y establecimiento políticos.

Cada día nos trae la noticia de más detenciones, más investigaciones, más denuncias de corrupción policial o por negligencia de medios y más presión sobre el primer ministro británico, David Cameron, por mostrar mal juicio al contratar al ex editor de News of the World, Andy Coulson, como su asesor de prensa.

Gran Bretaña está en medio de historias de corrupción y complicidad del más alto nivel y se está creando un estado de ánimo entre un público -cada vez más agitado por los recortes a los servicios públicos, la congelación de los salarios y el aumento de precios- que la gente hasta arriba debe responsabilizarse por este tipo de conducta inaceptable.

Por tanto, sería un error subestimar el potencial del impacto de esta crisis. News Corp., de Rupert Murdoch, dominó durante años la escena británica de los medios y aterrorizó a los políticos que se atrevieron tan solo a intentar desafiar su agenda de noticias -no sólo en el escándalo y el sensacionalismo- sino también en el claro apoyo que el Reino Unido dio a las guerras en Iraq y Afganistán, el apoyo firme para la reducción del gasto público y la oposición constante a la adhesión del Reino Unido a la Unión Europea.

Desde que el ex primer ministro, Tony Blair, voló al otro lado del mundo para buscar el apoyo de Murdoch para su proyecto New Labour en 1995, el magnate de los medios ha entrado y salido de la calle Downing hablando en privado tanto con las administraciones laboristas como con las conservadoras, de forma tal que el consejero administrativo laborista, Lance Price, lo describió como el "miembro número 24 del gabinete".

El hechizo se rompió y los miembros de todos los partidos políticos se están alineando para atacar la maligna influencia de Murdoch en la cultura política británica y los medios de comunicación. Cuando Murdoch y su hijo testificaron el martes ante un comité parlamentario, millones los observaron para ver si pueden salir de la crisis y es probable que muchos se deleitaron con su malestar.

Pero nada es inevitable en un contexto tan volátil y mucho dependerá de la ferocidad de las investigaciones penales sobre la intervención telefónica, si se llevan a cabo con energía, y de cómo los reformistas de los medios de comunicación aprovecharán la oportunidad de presionar por un cambio más amplio.

De hecho, algunos comentaristas afirman que todo el episodio está siendo sostenido por una conspiración liberal (que incluye a personal de la BBC y The Guardian), con una motivación política, en vez de una ética. Otros afirman que las acciones de una pocas "manzanas podridas" potencialmente están socavando la libertad de prensa en el Reino Unido y amenaza el futuro de los restantes medios de News Corp. (incluyendo el Times y The Sun), que los directivos podrían vender si dediden reducir sus pérdidas.

Este es un momento muy significativo tanto para los medios de comunicación británicos como para la democracia en esa nación. Ahora, millones de personas han visto de forma precisa cómo funciona el poder en la parte superior de nuestra sociedad y no estarán satisfechos con reformas simbólicas. Los propios poderosos, por otro lado, estarán determinados en contener las demandas de cambio y culparán de todo el lío a las acciones de unas cuantas personas.