Lawndale, Carolina del Norte (CNN) — Falta un poco para el amanecer, pero la conserje en la preparatoria Burns High School ya recorrió un largo pasillo, limpiando y barriendo los salones de clase antes de que el día comience.
Esta conserje en particular es cuidadosamente metódica, incluso mientras repasa en su mente el contenido de un próximo examen. Su nombre es Dawn Loggins, una estudiante de último año con excelentes calificaciones, quien trabaja en la misma escuela en la que estudia.
Con su cabellera larga rubia y sus lentes de pasta negra, Dawn se parece un poco a Avril Lavigne. Pero su vida está lejos de ser la de una estrella de pop privilegiada.
A principio del año escolar, se quedó sin casa, fue abandonada por sus padres adictos a las drogas. Los maestros y conocidos del pueblo cooperaron donando ropa y pagando por el servicio médico y dental.
Está agradecida por su trabajo, pero le emociona más el lugar al que irá después, más allá de las paredes de Burns. Aplicó a cuatro universidades en Carolina del Norte y a la universidad de sus sueños. Se graduará pronto, dejando su recogedor de polvo detrás.
Crecer sin electricidad
Dawn creció en una casa en mal estado, sin electricidad y agua corriente. A menudo pasaba días, incluso, semanas, sin bañarse. Ella y su hermano Shane —que era igual de estudioso en sus clases— tenían que caminar veinte minutos a un parque público para ir por agua. “Llevábamos jarras de agua y las llenábamos en el parque, usando los grifos del baño. La usábamos eso para jalarle al escusado o cocinar. Cosas por el estilo”, dice.
Le costaba trabajo hacer su tarea en la noche porque su casa no tenía electricidad ni dinero suficiente para comprar velas, según le confió a un miembro de los directivos de la escuela.
“Está bien, te conseguiremos velas. Nos encargaremos de eso”, dijo Junie Barrett, la supervisora de Dawn.
En otra ocasión, Dawn y su hermano pidieron usar las lavadoras de la escuela para lavar su ropa. “Yo le dije, ‘sólo déjala conmigo. Las lavaremos y secaremos’’”, recuerda Barrett.
“Les permitimos usar las regaderas en los vestidores porque no contaban con agua en su casa. No tenían nada con qué bañarse”.
Burns High fue su cuarta escuela secundaria. Viviendo una vida nómada, los dos hermanos perdieron varios meses de clases cuando llegaron por primera vez hace dos años, retrasando su progreso.
Shane era extrovertido, pero Dawn siempre pareció ser más reservada.
La consejera Robyn Putnam vio el potencial de Dawn y Shane desde temprano y los inscribió a clases en línea para ponerlos al corriente. El trabajo dio resultado.
El abandono de sus padres
El verano pasado, Dawn fue invitada a estudiar Ciencias Naturales en un prestigioso programa residencial de verano durante seis semanas. Se trata del programa Governor’s School en el Meredith College en Raleigh, Carolina del Norte, aproximadamente a 300 kilómetros al este de Lawndale.
Este programa está reservado para los mejores estudiantes del estado.
Putnam llevo a Dawn a Raleigh para que asistiera al prestigioso programa, también la llevo de compras para asegurarse de que tuviera la ropa necesaria. Otros miembros de la escuela también contribuyeron con aportaciones monetarias.
Dawn vio a sus padres por media hora a mediados del programa de verano en un corto descanso. Hablaron de su escuela y de cómo le estaba yendo. Nada pareció fuera de lo ordinario. “Fue sólo una conversación regular”, dice.
Antes de dejar el campamento de verano, intentó marcar al teléfono de sus padres, y se dio cuenta de que estaba desconectado. Putnam la recogió y la llevó de regreso a Lawndale.
“Cuando regresé, mi abuela había sido llevada a un refugio local para gente sin hogar, mi hermano no estaba, y mis padres se habían ido”, dice. “Me enteré después que se habían mudado a Tennessee”.
Dawn cuenta todo con voz firme: “Nunca esperé que mis padres simplemente se fueran”.
“No estoy enojada con mis padres. Mi mamá y mi padrastro pensaron que estaban haciendo lo mejor para mí”, dice.
De hecho, usó el ejemplo de sus padres como motivación. “Me di cuenta de que ellos tenían sus propios problemas que resolver (…) Me aman, sé que me aman. Sólo no lo demuestran de una forma que las personas considerarían normal”.
Estabilidad en Lawndale
Durante un tiempo, Dawn vivió en los sillones de las casas de sus amigos, mientras descifraba qué hacer. Algunas veces, dormía en el piso. La única cosa que tenía clara era que quería quedarse en Lawndale, donde estaba involucrada en actividades extracurriculares, tenía un novio y un empleo.
En Lawndale, un pueblo de aproximadamente 600 personas a los pies de los Apalaches al oeste de Calorina del Norte, Dawn se sentía cómoda.
Putnam sabía que Dawn cumpliría 18 en el segundo semestre, convirtiéndose en adulta por ley. Así que Putnam le preguntó a Dawn qué quería hacer. “Me quiero graduar de Burns. Estar en la misma escuela dos años’”, dijo Down.
Así que la comunidad y el personal de Burns se convirtieron en su familia.
Sheryl Kolton, otra conserje y conductora del camión de Burns Middle School, conocía a Dawn pero no muy bien. No esperaba la llamada telefónica que recibió. “La consejera de la escuela acaba de llamarme para para preguntarme si Dawn podía venir a vivir aquí”, dice Kolton.
Un par de días después, ella y su esposo, Norm, accedieron.
Apuntando a las estrellas
Con un techo sobre su cabeza, y gracias a las contribuciones del personal de Burns para complementar el ingreso de los Koltons necesario para alojar y alimentar a la adolescente, Dawn estaba en un ambiente aparentemente estable.
Al empezar el último año, Dawn se enfocó en su futuro: la universidad. Ella sabía que quería un futuro diferente al de sus padres.
“Cuando era joven, era capaz de ver todas las malas decisiones—la negligencia, el abuso de drogas, y todo lo que estaba pasando—y tomé la decisión propia de no acabar como mis padres, viviendo de cheque en cheque”.
Dawn no era la mejor de su clase, y no tenía un GPA (calificación media por puntos por sus siglas en inglés) pero era lista. En papel, siempre le fue bien.
“Estaba viendo su expediente, y una de sus calificaciones más baja fue un 94 para una clase llamada Éxito 101, la ironía es realmente sorprendente”, dice Putnam con una carcajada.
Dawn aplicó a cuatro universidades estatales: la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill; la Universidad Estatal de Carolina del Norte; Davidson College, y Warren Wilson College. En diciembre, mandó una última aplicación por correo, apuntando a las estrellas: Harvard.
“Lo medité y pensé, ‘¿Por qué no?”
Le pidió a su maestro de Historia, Larry Gardner, una carta de recomendación. “No sé cuántas veces habré empezado a escribir esa carta de recomendación”, recuerda Gardner. “Porque, ¿cómo articulas su historia en dos páginas? ¿Cómo explicas que es una joven que merece una oportunidad porque no ha tenido ninguna? (…) Puedo prometer no haber escrito una como esta antes y probablemente no escribiré una como esta de nuevo. Porque la mayoría de los estudiantes que enfrentan dificultades que no son ni remotamente parecidas a las que vivió Dawn, se rinden. Esta joven, a diferencia de nosotros, conoce el hambre. Conoce el abuso y la negligencia, conoce la suciedad y la falta de hogar. Aun así, lo ha superado convirtiéndose en una joven extraordinaria”, dijo Gardner.
Dawn fue aceptada en cuatro escuelas en Carolina del Norte. Cada vez, que llegaban las cartas, venían con un grueso paquete de folletos y cartas de felicitación.
Los días pasaron sin noticias de Harvard.
Pero en un día soleado a principios de este año encontró una carta de Harvard en su casa; el tipo de carta que todo estudiante de último año teme de una universidad (un sobre de tamaño regular) el ominoso signo de rechazo.
“Estimada Srta. Loggins, me complace informarle que el comité de admisión me ha pedido decirle que será aceptada a Harvard College en la clase del 2016 (…) Solamente enviamos cartas de aceptación tempranas a los aspirantes sobresalientes”.
Dawn no sólo fue aceptada en Harvard, consiguió el paquete completo. Le ofrecieron tutoría, cuarto y pensión, al igual que asistencia para encontrar un empleo en el campus.
Este pequeño pueblo ayudó nuevamente a Dawn. Juntaron dinero para mandarla a Boston para que pudiera ver la escuela en persona en abril.
Desde que se publicó la historia de Dawn, ha atraído la atención de gente en todo el mundo, que le manda desde buenos deseos hasta donaciones monetarias.
Dawn no quiere el dinero. “Cuando llegue a la universidad, puedo trabajar por lo que necesito. Y sé que mi futuro será grandioso”.
Espera empezar una organización no lucrativa para ayudar a otros jóvenes que han tenido obstáculos en su educación, usando los fondos que le han mandado. Hay más de 200 estudiantes sin hogar en Cleveland County, cerca de Lawndale.
“Hay tantos niños con futuros inciertos, y necesitan más ayuda que yo”, dice. “Quiero que sean capaces de usar mi historia como motivación. Y quiero que el público en general se dé cuenta de que hay muchos niños que necesitan ayuda”.
Las páginas finales de la preparatoria de Dawn se están escribiendo. Caminará por el escenario para recibir su diploma. Invitó a sus padres pero no está segura de que puedan asistir. “Si no están ahí, será por alguna buena razón”.
La única persona a la que buscará en la multitud es a su hermano Shane.
“Durante todos estos años, sin importar en dónde haya estado o por lo que haya pasado, él siempre ha estado ahí para mi”, dice.
Shane asistirá a Berea College en Kentucky con una beca.
Dawn ha aprendido el tipo de lecciones que no se pueden aprender en la escuela. “Amo a mis padres. No estoy de acuerdo con las decisiones que han tomado. Pero todos vivimos con las consecuencias de nuestras acciones”, dice.
“Si no hubiera tenido esas experiencias, no sería una persona con tanta voluntad y determinación”.
Quizás Harvard le sea fácil.