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Mundo

Grecia, el lugar donde niños inmigrantes perdidos buscan un futuro

Por cnninvitationsaccount

Por Irene Chapple

Nota del editor: Esta nota es un fragmento de un trabajo especial de CNN.com sobre los menores que emigran a Europa por un futuro mejor. Puedes consultar aquí la versión completa en inglés.

(CNN) — Arazu Akhlaqi se vistió para tomar su vuelo matutino. Los pantalones blancos y lentes color crema le traen grandes recuerdos. Los llevaba el día en que salió de Grecia con documentos falsos, hace más de dos años. Ahora, como residente legal europea, los lleva como símbolo de libertad y un mensaje de esperanza.

Arazu se encuentra en Munich, Alemania, con sus dos hijos: Yasin y Reza. Sus hijas, Zahra y Someyeh, están a casi 2,000 kilómetros de allí, en Alexandroupolis, Grecia. La familia es originaria de Afganistán, que huyó a Irán por causas de deudas. Al quedar viuda, Arazu arriesgó todo para dar a sus hijos una educación. Pagó a los contrabandistas 5,000 dólares para que los llevaran a Europa. Para llegar a Europa, Arazu, y sus dos hijos cruzaron Irán y las montañas turcas a pie, a caballo y en autobús.

Permanecieron un mes en Atenas mientras encontraban a alguien que los ayudara. Un compatriota les hizo unos documentos falsos por 6,000 euros, con los viajaron a Alemania, donde se entregaron a las autoridades y pidieron asilo.

La aceptaron como refugiada por ser una madre soltera con dos hijos que escapaba de la persecución en su país. Le proporcionaron un departamento de una habitación, un pasaporte alemán y una identificación con derecho de trabajar. Según el Ministerio Federal del Interior alemán, en el país viven casi 62,000 afganos. El año pasado, se concedió el asilo y otra forma de protección a poco menos del 30% de los casi 65,000 solicitantes.

Arazu pidió prestados 4,000 euros para pagar a los contrabandistas para que llevaran a sus hijas desde Irán hacia Alemania. Sin embargo, solo lograron llegar a Grecia. Desde entonces, Arazu no ha podido abrazar a sus hijas durante más de dos años.

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A pesar de que para muchos Grecia es el mendigo de Europa, para las personas como Arazu y sus hijas es un faro, una vía de escape de la brutal vida cotidiana en las zonas de guerra.

Los contrabandistas y su mercancía humana transitan frecuentemente la ruta hacia Grecia procedente de Afganistán, Irán y Turquía. Las hijas de Arazu están entre las personas más vulnerables del éxodo: los niños que viajan sin sus padres y que sueñan con llegar a Italia, Alemania o los países escandinavos. Miles son detenidos en Grecia cada año.

Algunos padres envían a sus hijos por delante para establecerse en Europa. Grecia tiene la obligación de garantizar que los niños reciban un buen trato, por lo que los dejan al cuidado de organizaciones no gubernamentales. Sin embargo, las ONG tienen una política de puertas abiertas, por lo que muchos niños escapan, pues el país está en ruinas, el sistema de asilo está en dificultades y hay gran aversión hacia los inmigrantes.

El sistema de asilo de Grecia no funciona bien: se aceptan pocas solicitudes y la tasa de éxito de los solicitantes es reducida, dicen los críticos. Los inmigrantes que entran en Grecia reciben “papeles rosas” que en teoría les permiten quedarse unos días o semanas, pero el retraso en la atención de los casos hace que la estancia se puede renovar por años.

En junio, se puso en marcha el Sistema de Asilo de Grecia en un intento por permitir que más personas soliciten protección y para identificar a los auténticos refugiados. Al estar sujeta además al Reglamento de Dublín II, al ser el primer país europeo que pisan los migrantes es el responsable de gestionar la solicitud de asilo. Si el solicitante sale del primer país, puede ser devuelto para que se le procese.

El Reglamento de Dublín II es muy estricto en Grecia por tratarse de la entrada a Europa, por sus extensas costas y fronteras vulnerables, y por la persistente crisis económica. Las revisiones, implementadas por el Parlamento Europeo y el Consejo, deben implementarse a finales de este año para limitar la duración del proceso.

Esperanzas destruidas

Un gran porcentaje de los inmigrantes son adolescentes afganos que huyen de la violencia que asola su país. Ali Reza Heydari, de 17 años, escapó hacia Europa soñando con la libertad. Su familia, originaria de Afganistán, se mudó a Irán cuando él era pequeño. Pertenecen al grupo étnico Hazara, históricamente perseguido y discriminado.

“Quería construirme un futuro, seguir estudiando y desarrollarme. Pensé que esa era la forma de hacerlo”, dijo por medio de un traductor. Soñaba con obtener un pasaporte europeo y estudiar Medicina tras ver a su madre padecer diabetes. En Teherán contactó con los contrabandistas e inició un viaje hasta la frontera con Turquía. Al llegar a Estambul, Reza buscó a sus padres para pedirles dinero para pagar a los contrabandistas y terminar su recorrido. En Atenas, se estableció en un parque con otros inmigrantes, sin dinero y amenazado por acosadores sexuales.

Ali Reza llegó a Europa, al igual que Arazu y sus hijos. Sin embargo, la muerte acecha en este viaje y otras personas no son tan afortunadas. Un gran número de niños se ahogan en el río Evros o mueren por hipotermia, de acuerdo con el Consejo Griego para los Refugiados, que destaca el hacinamiento, la falta de calefacción, limpieza y luz de lo que define como una vida insoportable. Algunos niños duermen en esteras en el suelo, sobre charcos de agua o cerca de un drenaje defectuoso.

Llamadas de esperanza

En Munich, Arazu y sus hijos llevan una vida modesta. “Me encanta este lugar”, dice. “Estoy muy agradecida con el gobierno alemán. Mis hijos asisten a la escuela y hacen todo lo que jamás habrían tenido la oportunidad de hacer”.

Sin embargo, la pena y la tensión la acompañan. El año pasado estuvo preocupada porque no había sabido nada de sus hijas en una semana. Las niñas estaban en Turquía, en donde habían estado detenidas intermitentemente.

Una tarde, el celular de Arazu sonó. Era Zahra diciendo que habían cruzado a Grecia, pero las habían atrapado y llevado al centro de detención de Fylakio, de donde las liberaron y una ONG las recogió.

Las autoridades griegas y europeas están trabajando para evitar que gente como Zahra y Someyeh puedan entrar en Grecia.