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Enfermedades

Trasplante de células, una esperanza contra la diabetes tipo 1

Por CNN en Español

Por Jacque Wilson

Nota del editor: Este 14 de noviembre se celebra el Día Mundial de la Diabetes, una enfermedad que afecta a 350 millones de personas en el mundo. 

(CNN) — El correo electrónico terminaba con una pregunta: “¿Es un mundo pequeño, verdad?”.

Michael Schofield, de 53 años, leyó el mensaje de Elizabeth Baptiste de nuevo. Ella trabajaba en la misma empresa que él. Tenía tres hijos, como él. Y el más pequeño, Michael, fue el donante que cambió su vida.

“Me dio escalofríos, sabes, porque no esperas…”.

Schofield fue diagnosticado con diabetes tipo 1 en 1982. Las personas que tienen diabetes tipo 1 no producen insulina, una hormona que el cuerpo necesita para convertir al azúcar y el almidón en energía. Sus glóbulos blancos atacan y destruyen las células que producen insulina en el páncreas.

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Como la mayoría de las personas con diabetes tipo 1, Schofield aprendió a controlar su diabetes con inyecciones de insulina y monitoreo constante. Pero todavía experimentaba ataques hipoglucémicos cuando sus niveles de azúcar en la sangre bajaban demasiado. Era como estar en la niebla; si pasaba mucho tiempo, perdía la conciencia.

A medida que creció, su cuerpo se adaptó a los niveles bajos extremos, así que cuando sus niveles de azúcar en la sangre caían por debajo de lo normal, no experimentaba los síntomas típicos. En otras palabras, no sabía que estaba en peligro hasta que se desmayaba.

“Con el tiempo, tu cuerpo simplemente comienza a descomponerse (...) Dicen que (la diabetes) es un asesino lento, y es cierto”.

Células diminutas que ofrecen esperanza

Los trasplantes de páncreas normalmente no son una opción para pacientes como Schofield debido a que son difíciles de realizar, según el médico Michael Rickels, profesor en la Universidad de Pensilvania, en Estados Unidos.

Pero un procedimiento experimental con células de los islotes (un tejido poroso) del páncreas es probado en centros médicos en todo Estados Unidos. Si es aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés), podría ayudar a los pacientes que ya no pueden manejar exitosamente su diabetes.

Los islotes pancreáticos contienen células beta que producen insulina, así como células que producen una hormona llamada glucagón. Ambas se utilizan para regular los niveles de glucosa y azúcar en el cuerpo. En la década de 1990, un equipo de científicos en Alberta, Canadá, descifró cómo aislar a estos islotes del páncreas de un donante difunto y trasplantarlos al hígado de un paciente con diabetes. El procedimiento fue llamado el Protocolo Edmonton.

Desde entonces, los investigadores intentan mejorar la tasa de supervivencia de las células durante los trasplantes. La mayoría de los pacientes que se someten al procedimiento necesitan dos infusiones de células de islotes para mantener normales los niveles de glucosa a largo plazo.

Rickels y sus colegas recientemente publicaron un estudio en la revista Diabetes que detalla un nuevo protocolo, que da a los islotes extraídos tres días de descanso antes de transferirlos al hígado del destinatario. Todos los pacientes en el estudio de Rickels pudieron abandonar la terapia de insulina durante al menos un año después de un solo trasplante.

Los datos de los pacientes en otros países donde el procedimiento ya fue aprobado muestran que algunos de ellos pueden dejar de utilizar insulina durante cinco a 10 años, dijo Rickels.

El médico Andrew Posselt, codirector del Programa de Trasplante de Células de Islotes Pancreáticos en UCSF, dijo a Schofield que el procedimiento tardaría menos de dos horas y estaría en casa en un periodo de dos a tres días. Sin embargo, tendría que tomar medicamentos inmunosupresores durante el resto de su vida. Los medicamentos previenen que los glóbulos blancos del paciente ataquen a las nuevas células de islotes, explicó Posselt.

El siguiente año estuvo lleno de pruebas médicas. Ahora todo lo que necesitaba era un donante.

Una vida interrumpida

Michael Baptiste era un buen niño, dice su madre Elizabeth. “Al crecer, era mi dolor de cabeza”, recuerda con una risa. “Era mi tercer hijo; el único que me daba dolores de cabeza”.

También era una persona generosa. Cuando su mamá lo llevó al Departamento de Vehículos Motorizados de Estados Unidos para sacar su licencia para conducir, marcó la casilla de donador de órganos sin dudarlo.

A los 23 años, era responsable de su vida y de su familia. Estudiaba para ser electricista y en las noches trabajaba en Home Depot para mantener a su hija de cinco años, Angelina.

“Ascendía (...) Y fue interrumpido”, dice Elizabeth Baptiste.

El 25 de marzo de 2012, Michael Baptiste estaba con sus amigos en el estacionamiento de un restaurante. Cayó de un automóvil mientras el conductor giraba el automóvil en círculos, y se golpeó la cabeza. Seis días después le diagnosticaron muerte cerebral.

Unos días después, Schofield recibió su primera infusión de células de islotes. Dos semanas después, dejó de necesitar la insulina. Vio su monitor de glucosa y, por primera vez en 30 años, vio una línea plana.

“Fue eufórico”, dice. Todavía porta su monitor, y disfruta la euforia que le da ver una línea plana.

Schofield envió una nota a la familia de su donante anónimo, agradeciéndoles por darle una segunda oportunidad en la vida. Después comenzó a hablar públicamente sobre su trasplante, al instar a la FDA a que aprobara el procedimiento para otros en Estados Unidos.

“Las personas necesitan estar conscientes de que esto es un tratamiento alternativo efectivo”, dijo Posselt.

Dos pruebas clínicas en humanos están en marcha en Estados Unidos. Una vez que ambas se completen, los investigadores entregarán los datos a la FDA para su revisión. Rickels espera que en los próximos dos a tres años, todo el trabajo duro de él y sus colegas rinda frutos.

El trasplante de las células de islotes no puede ayudar a las personas con diabetes tipo 2, dijo Posselt, porque ya producen insulina; sus cuerpos solo tienen una mayor resistencia a la hormona.

“Creo que este procedimiento definitivamente puede beneficiar a algunas personas con diabetes, pero no creo que sea el remedio para todas las personas con diabetes”, dijo.

Decir gracias

El 1 de junio, Schofield conoció a Elizabeth Baptiste en San Francisco, Estados Unidos. Portaba una playera del Pato Donald para representar al personaje favorito de Disney de su hijo. Cuando vio a Schofield, agitó su mano en el aire y tuvo una retrospección a los días en los que solía hacer lo mismo con Michael.

La reunión fue una mezcla de emociones para Schofield.

“Es un momento feliz el que haya recibido el trasplante, llegado a conocerla, decirle gracias”, recuerda Schofield. “Es un momento triste porque al tener tres hijos, no puedo imaginarme el dolor”.

Pero para Baptiste, fue terapéutico. No había escuchado nada de las otras personas que recibieron los órganos de su hijo.

“Le he dicho a las personas, ‘sé que mi hijo está muerto’”, dice. “Pero sé que otras personas tienen sus partes, así que sé que todavía está vivo. Michael vino a mí en el momento correcto… necesitaba un abrazo de mi hijo, y por eso estaba allí”.