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Ciencia y Espacio

¿En realidad somos tan diferentes de los animales?

Por CNNEspañol sjv

Por Thomas Suddendorf, especial para CNN

Nota del Editor: Thomas Suddendorf es profesor de psicología en la Universidad de Queensland y miembro de la Asociación para la Ciencia Psicológica. Es el autor de "The Gap: The Science of What Separates Us From Other Animals"(La brecha: La ciencia de lo que nos separa de los otros animales).

(CNN) -- Los seres humanos tendemos a pensar que somos mejor que, o al menos, diferentes de todas las demás especies del planeta. Sin embargo, cada especie es única, y en ese sentido los seres humanos no son diferentes.

No obstante, parece evidente que hay algo muy especial acerca de nosotros; después de todo, somos la especie que opera los zoológicos. En "The Gap", reviso lo que actualmente sabemos y lo que no sabemos respecto a lo que diferencia a los humanos.

¿Cuáles son las diferencias físicas que nos distinguen de nuestros parientes animales más cercanos?  

Hay algunas maneras notables en las que nuestros cuerpos se diferencian de los de los simios y monos del viejo mundo. Podemos estirar nuestras piernas por completo, nuestras piernas son más largas que nuestros brazos y por lo general caminamos erguidos; así, le permitimos a nuestras manos hacer otras cosas que no sea llevar nuestro peso.

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Tenemos barbilla. Nuestra superficie corporal está cubierta de glándulas sudoríparas que proporcionan un sistema de refrigeración más eficaz que los de otros primates. Hemos perdido nuestros caninos y gran parte de nuestro pelaje protector; esto ha dejado a los hombres con el crecimiento aparentemente sin sentido, pero persistente, de las barbas.

El iris de nuestros ojos es relativamente pequeño y está rodeado de esclerótica blanca y no oscura, por lo que es fácil para nosotros identificar la dirección de la mirada de otra persona. Las mujeres no muestran indicadores externos de la fase fértil, y los hombres carecen de un hueso en el pene.

Esos no son exactamente rasgos revolucionarios, en comparación con, por ejemplo, la aparición de alas en las aves, lo que catapultó a sus portadores a un nuevo ámbito de posibilidades. Sin embargo, a pesar de la escueta lista de atributos físicos distintos, hemos logrado tomar el control de gran parte del planeta. Muchos asumen que la razón detrás de esto tiene que ver con nuestros grandes cerebros.

¿Los seres humanos tienen los cerebros más grandes?  

No. Los seres humanos tienen cerebros grandes, con un peso de entre aproximadamente 1,25 y 1,45 kilogramos, pero los cerebros de los elefantes pueden llegar a pesar más de 4 kilogramos, y el cerebro de las ballenas, hasta 9 kilogramos. Los elefantes y las ballenas también tienen los cuerpos más grandes en general, por lo que se puede considerar más justo comparar nuestros tamaños relativos del cerebro.

Nuestros cerebros representan alrededor del 2% de nuestra masa corporal total (aunque consumen alrededor del 25% de nuestra energía), mientras que el cerebro de los elefantes y las ballenas constituyen menos del 1% de sus cuerpos. Sin embargo, los resultados de las comparaciones de tamaño relativo tampoco han sido de apoyo al sentido de superioridad de los humanos. Algunas musarañas y ratones, resulta que tienen cerebros que son hasta cinco veces más grandes que los nuestros en relación al tamaño del cuerpo.

Debido a que nos superan los mamíferos grandes en términos del tamaño absoluto del cerebro y los pequeños mamíferos en términos del tamaño relativo del cerebro, otro tipo de comparación se ha propuesto que toma en cuenta que a medida que los mamíferos se hacen más grandes, los cerebros se hacen absolutamente más grandes, pero relativamente más pequeños.

En este esquema, por fin, los seres humanos encabezan el grupo, con un cerebro más de siete veces mayor que el previsto para el mamífero promedio de nuestro tamaño (y los delfines vienen después con cinco veces el valor esperado). Sin embargo, sigue siendo incierto si ésta o cualquier otra comparación del cerebro hasta ahora ha descubierto alguna verdad oculta, o si estamos utilizando principalmente las estadísticas para apoyar nuestras presunciones. Apenas estamos comenzando a aclarar los misterios del cerebro y la forma en que estos generan nuestras mentes peculiares.

Entonces, ¿cuáles son las diferencias que nos permitieron dominar el planeta?  

En mi libro, examino las propuestas más comunes acerca de lo que nos diferencia radicalmente del resto: el lenguaje, la previsión, la lectura de la mente, la inteligencia, la cultura y la moral.

Al hacer una revisión, queda claro que varios animales, en particular, nuestros parientes animales más cercanos, los grandes simios, tienen algunas capacidades sofisticadas, incluso en estos campos. No obstante, la capacidad humana en cada uno de estos contextos es especial en ciertos aspectos. Dos características, en particular, siguen resurgiendo como fundamentales: nuestro impulso profundo de intercambiar nuestros pensamientos, y nuestra capacidad para pensar en situaciones alternativas e incrustarlas en narrativas mayores.

Los seres humanos dependen de una forma de controlar el comportamiento a través del pensamiento inteligente, la cual es excepcionalmente flexible, pero también arriesgada. Podemos viajar mentalmente en el tiempo y considerar cómo se desarrollaron los acontecimientos, o lo que el futuro pueda deparar. Podemos comparar rutas alternativas para el futuro y deliberadamente seleccionar un sólo plan sobre otro; esto nos da una sensación de libre albedrío y una ventaja sobre las criaturas que tienen menos previsión.

Esto también nos impone, sin embargo, la responsabilidad de hacer las cosas bien. El futuro es incierto y, por supuesto, a menudo nos equivocamos.

La clave para hacer de esto una estrategia de éxito ha sido nuestra necesidad fundamental de vincular nuestras mentes, de buscar a otra persona para obtener información útil. Hacemos preguntas y damos consejos. Formamos relaciones a través del intercambio de experiencias. Podemos usar nuestra imaginación para considerar las perspectivas de los demás, así como para considerar escenarios completamente ficticios.

Esto nos permite aprovechar las experiencias, reflexiones e imaginaciones de los demás para guiar prudentemente nuestro propio comportamiento.

Estos dos atributos parecen haber sido esenciales para que nuestros antepasados pudieran ​​transformar los rasgos comunes de los animales a rasgos perfectamente humanos; la comunicación en el lenguaje de composición abierta, la memoria en la planeación estratégica y las tradiciones sociales en la cultura acumulativa. Nuestros poderes extraordinarios no provienen de los músculos y los huesos, sino de nuestro ingenio colectivo. Juntas, nuestras mentes han dado lugar a las civilizaciones y tecnologías a través de las cuales hemos cambiado la faz de la Tierra, mientras que incluso nuestros parientes animales más cercanos viven tranquilamente en sus bosques que son cada vez más escasos.

¿Por qué sólo nosotros?  

Si estos rasgos son tan útiles, puede que con razón te preguntes por qué las demás criaturas no evolucionaron, también. Resulta que otras criaturas sí lo hicieron, pero se han extinguido. La brecha entre los seres humanos y otras criaturas en este planeta no era tan grande como lo es hoy.

Los chimpancés y otros simios no siempre han sido nuestros parientes vivos más cercanos. Hace unos 40.000 años, todavía compartíamos este planeta con diversos parientes inteligentes, que caminaban erguidos y utilizaban herramientas de piedra, entre ellos los Neandertales, Denisovanos y los "Hobbits" de Flores.

Si nos remontamos más al pasado, alrededor de 2 millones de años atrás, había tres géneros distintos de homínidos (Australopithecus, Homo y Paranthropus), cada uno de ellos probablemente comprende varias especies. Aunque hay debates sobre cuantas especies se debe distinguir, es evidente que durante gran parte de nuestro pasado, nuestros antecesores ​​no eran sino parte de un grupo de diversos homínidos.

La brecha se define por sus dos lados: Aparentemente somos tan diferentes de otros animales porque todos nuestros parientes más cercanos se han extinguido. Y nuestros antepasados ​​pueden haber contribuido a su destino.

Toma en cuenta que en la actualidad, todos nuestros parientes animales más cercanos, los simios, están en peligro debido a la actividad humana. Puede ser que se unan a los Neandertales y a los Paranthropus como criaturas casi olvidadas del pasado. Y así, si no conseguimos evitar que esto suceda, nuestros descendientes podrían sentirse aún más desconcertados por su propia singularidad aparente.