Opinión de Frank Schaeffer, para CNN
(CNN) – Todos los debates públicos entre ateos famosos y pastores evangélicos tienen tan poco sentido como los premios literarios y la noche de los Óscar.
Carecen de sentido porque los participantes no tienen la objetividad para admitir que nuestras creencias tienen menos que ver con hechos que con nuestras necesidades personales y antecedentes culturales.
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Las palabras que usamos para etiquetarnos a nosotros mismos están igual de vacías
¿Qué es exactamente un “creyente”? Y para el caso, ¿qué es un “ateo”? ¿Quién es el observador objetivo para definir estos términos?
Quizá necesitamos una nueva categoría que no sea el teísmo, el ateísmo o el agnosticismo que tome en cuenta la paradoja y lo desconocido.
Yo, por ejemplo, soy un ateo que cree en Dios.
Déjame explicarlo.
Creo que la vida evolucionó por selección natural. Creo que la psicología evolutiva minimiza el altruismo y desacredita el amor, y que la química del cerebro debilita la ilusión del libre albedrío y la personalidad.
También creo que una realidad espiritual que se cierne sobre, en y a través de mí, me llama a amar, confiar y escuchar la voz de mi creador.
Me parece que mi existencia tiene una calidad de dentro y fuera del escenario. Vivo en escena, pero siento otro equipo trabajando fuera del escenario. Algunas veces escucho sus voces “cantando” de una manera que es tan hermosa e inquietante como el coro fuera del escenario de una ópera.
Mis nietos más pequeños, Lucy (5) y Jack (3) todavía están cómodos con esta paradójica manera de ver la realidad.
La mayoría de adultos no tiene la humildad transparente para lidiar con el hecho de que lo desconocido está bien. Pero Lucy y Jack parecen aceptar que algo podría nunca haber pasado, pero aun así puede ser cierto.
Por ejemplo, toman las historias de la Biblia que leemos al pie de la letra, y sin embargo yo veo un parpadeo en sus ojos que me dice que ellos ya saben que las historias no son ciertas en la misma forma en que hervir agua es verdad y puede ser probado: ¡está caliente!
Es algo parecido a ese complicado descubrimiento de la mecánica cuántica de que objetos minúsculos como electrones en realidad pueden estar en dos lugares a la vez y actuar simultáneamente como una partícula y una onda.
Tal vez mis nietos aceptarán la teoría cuántica, y no buscarán maneras de hacer que lo irracional sea racional al esconderse detrás de palabras como “misterio” para sustentar su fe en la ciencia o en Dios.
O quizá acepten la teología apofática, la teología del no conocimiento.
Pero esa no es la opción más fácil.
Nuestros cerebros no están lo suficientemente desarrollados como para reconciliar nuestra hambre por tanto la absoluta certeza como por las experiencias trascendentes e inexplicables.
Tampoco puedo reconciliar estas ideas: “Sé que lo único que existe es este universo material” y “yo sé que mi redentor vive”.
Dependiendo del día en que me lo preguntes, ambas declaraciones parecen ser verdad. Y no creo que esté solo en eso.
Todos estamos en el clóset, por así decirlo. Apenas salimos para nosotros mismos, y nunca lo hacemos completamente para otros. He conocido personas que reclaman una etiqueta -evangélico o ateo- hasta que los llegas a conocer lo suficientemente bien.
Entonces, las cosas se complican más.
Muchos de nosotros, incluso los devotos, tienen muchas más preguntas que respuestas acerca de Dios y la religión.
En otras palabras, gente como yo: ateos que oran y predicadores elocuentes que albergan dudas en secreto.
Yo creo que todos tenemos por lo menos dos opiniones contrarias. Jugamos un papel y definimos ese papel como “yo” porque las etiquetas y la pertenencia a una tribu hacen que el mundo parezca un poco más seguro.
Cuando estaba criando a mis hijos, fingía ser un padre adulto. Pero en la soledad con mis pensamientos, seguía siendo solo yo. Soy mayor ahora, y algunos jóvenes pueden pensar que yo sé algo.
Así es: yo sé cuánto es lo que nunca podré saber.
Muchos musulmanes, judíos, hindúes y cristianos heredaron su fe debido al lugar donde nacieron. Si eres ateo, mantienes esas creencias por uno o dos libros que leíste, o por quiénes fueron tus padres y el siglo en el que naciste.
No te engañes a ti mismo: no hay razones máximas para nada, solo circunstancias.
Si quieres estar seguro de que tienes “la verdad” acerca de ti mismo y de nuestro universo, entonces prepárate para volverte loco. O prepárate para apagar tu cerebro y aferrarte a alguna forma u otra de fundamentalismo, ya sea religioso o secular.
Tú siempre serás más de una persona. Siempre encarnarás la contradicción.
Tú -al igual que algún tipo de experimento de mecánica cuántica- siempre estarás en dos lugares a la vez.
Frakn Schaeffer es escritor. Su más reciente libro es “Why I am an Atheist Who believes in God: How to give love, créate beauty and find peace”. Las opiniones expresadas en esta columna le pertenecen a Shaeffer.