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Mundo

Cómo el gas lacrimógeno unió a los manifestantes de Hong Kong

Por CNN en Español

Por Wilfred Chan

HONG KONG (CNN) — Cuando brotó el gas pimienta, los estudiantes solo tuvieron un instante para reaccionar. Kason, un estudiante de ingeniería de 23 años, estaba al frente de unos 2.000 jóvenes manifestantes en una autopista cuando le dieron… pero lo que más recuerda es que los manifestantes cooperaron entre sí. Escuchó que la gente gritaba: "¡denles paraguas a las personas del frente!".

"Se corrió la voz como un incendio", recuerda Kason, quien declinó dar su apellido.

En unos instantes, la multitud hizo llegar cientos de paraguas al frente para que los manifestantes más vulnerables pudieran escudarse. Arriba, en un puente, los espectadores abrieron sus paraguas y los dejaron caer a los manifestantes que los atrapaban abajo.

"La cooperación fue increíble", cuenta.

Esa noche, la policía de Hong Kong disparó 87 rondas de gases lacrimógenos a los estudiantes que iban desarmados, incluido Kason, quien dice que los manifestantes siguieron unidos a pesar de que los estallidos cubrieron las calles de humo. Afortunadamente no salió herido.

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"Nos gritábamos: '¡ve despacio, cuida a los demás!'", cuenta. "Confiábamos el uno en el otro para salir a salvo".

En una ciudad en la que a menudo acusan a sus habitantes de ser egocéntricos y materialistas, un espíritu palpable de solidaridad rodeó al movimiento por la democracia en Hong Kong.

Impresionados e indignados porque la policía había usado la fuerza el 28 de septiembre, decenas de miles (si no es que cientos de miles) de hongkoneses organizaron un movimiento que ha impactado incluso a los líderes activistas por su sofisticación y magnitud.

Los ciudadanos se coordinan a través de Facebook, hojas de cálculo de Google y aplicaciones de mensajería grupal e instalaron un sistema de estaciones de primeros auxilios, líneas de suministros y barricadas que ahora se extienden a lo largo de cinco principales sitios de ocupación.

El paraguas, el método de defensa de los estudiantes desarmados ante el gas pimienta y los gases lacrimógenos, se ha vuelto un símbolo internacional de la resistencia pacífica.

Mientras tanto, la policía ha emprendido una dramática retirada y casi no ha perturbado las protestas. Como resultado, el movimiento de desobediencia civil se ha vuelto algo que parece una utopía callejera autónoma.

Todas las mañanas, muy temprano, los manifestantes caminan de un lado a otro y reparten panecillos y bebidas gratuitas a sus compañeros soñolientos. Conforme avanza el día, recogen la basura y cantan.

Cada hora llegan más manifestantes. "Antes del domingo, la gente estaba aturdida, desesperanzada. Pero después de los gases lacrimógenos, todos salimos a apoyarnos", cuenta Kason.

Cindy Chu, enfermera retirada de 60 años, decidió ayudar luego de enterarse de que habían arrojado gases lacrimógenos a los estudiantes. "Estaba indignada de que el gobierno pudiera lastimar a los jóvenes".

Ahora usa sus habilidades clínicas para cuidar de los manifestantes; algunos tienen síntomas de sobrecalentamiento por pasar varios días seguidos sentados en el calor húmedo.

"La democracia implica que no solo cuidemos de nosotros, sino que cuidemos de todos los que nos rodean", dice.

"Tratamos de entendernos unos a otros"

A unas calles de allí, un partidario de la democracia de 54 años, de apellido Choi, trabaja como voluntario en su iglesia para ofrecer un lugar de descanso abastecido con bocadillos, bebidas, aire acondicionado y televisión para cualquiera que lo necesite, incluso los del bando opuesto.

"La gente que respalda al gobierno puede sentirse muy herida. Queremos orar con ellos, queremos calmar su corazón".

"Nuestra religión nos dice que amemos a nuestro enemigo y queremos respetarlos aunque tengamos opiniones distintas".

No obstante, hay diferencias incluso entre los partidarios de la democracia.

Sentados en una rampa de entrada a una autopista, un pequeño grupo de manifestantes, entre los que está Kason, debaten si los manifestantes se están relajando demasiado. A un estudiante universitario le preocupa que la policía quiere que los manifestantes se "ablanden y bajen la guardia" para entrar y desalojar a todos por la fuerza.

Otro, un hombre de mediana edad, dice que no le agrada que algunos manifestantes estén organizando parrilladas y partidos de futbol y los acusa de restarle seriedad al movimiento.

"Además, si los gases lacrimógenos caen en la parrilla, podría ser muy peligroso", dice.

Kason está en desacuerdo y cree que las protestas deberían ser "alegres". Sin embargo —señala—, estas discusiones son la clase de cosa que Hong Kong necesita desesperadamente.

"Acabo de conocer a esos muchachos, pero ahora los conozco mejor. Tenemos ideas distintas, pero estamos encontrando la forma de aceptarnos", explica. "La democracia no solo consiste en votar por nuestro próximo líder, sino en ver la igualdad de los demás".

"Estamos tratando de entendernos unos a otros y en el proceso llegaremos a entendernos a nosotros mismos".