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Opinión

‘El infierno de un viaje’

Por CNN en Español

Por Jacy Good

Nota del editor: Jacy Good es oradora y promotora de la conducción segura. Luego de sobrevivir a un accidente de auto ocasionado por un conductor distraído, Good hace cabildeo para que se emitan leyes que prohíban usar teléfonos celulares mientras se conduce. Ella lanzó el sitio web "Hang Up and Drive" (Cuelga y conduce) juntamente con su esposo para hacer conciencia y educar al país sobre los peligros de usar el teléfono mientras se conduce. Las opiniones expresadas en este artículo son únicamente las del autor

(CNN) — Creo que yo solo soy una estadística más.

Dirigirme a mi casa el 18 de mayo de 2008, después de mi graduación de Muhlenberg College, con mis padres y con un auto lleno de todo lo que tenía, fue una de las mejores sensaciones de mi vida.

Tenía un trabajo de ensueño con Habitat for Humanity. Steve, mi novio de la universidad desde hacía mucho tiempo, iría a vivir con sus padres durante un año para ahorrar dinero. Luego nos mudaríamos para vivir juntos, sabiendo que en algún momento habría una propuesta, una boda, hijos y una vida maravillosa. Mis padres nunca habían estado tan orgullosos de mí.

Ese viaje habitual a casa, de 90 minutos, al final fue cuestión de meses.

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Lo último que recuerdo es que nos detuvimos para ponerle combustible al auto y comprar café unos 10 minutos antes del accidente. Luego me dijeron que un adolescente, quien conducía y hablaba por teléfono celular, giró a la izquierda sin respetar el semáforo en rojo, y obligó a que un tráiler completamente cargado girara bruscamente y golpeara de frente nuestra camioneta familiar.

Se declaró que mis padres murieron en el lugar. Un paramédico fuera de servicio que vivía cerca corrió a la intersección después de escuchar la colisión y milagrosamente me salvó.

Los siguientes dos meses prácticamente no existen en mi memoria.

Tenía huesos rotos, laceraciones y heridas internas desde la cabeza hasta los dedos de los pies. Más grave aún, tuve una lesión cerebral traumática que hizo que mis probabilidades de supervivencia fueran de tan solo un 10%.

Después de despertar de mi coma inducido una semana después del accidente, apenas reaccionaba. Poco a poco, empecé a seguir órdenes simples, como levantar los pulgares. Me dijeron que había pasado casi un mes antes de decir una palabra y varias semanas más antes de empezar a hablar de forma coherente.

Mi primer recuerdo fiable es del 7 de julio, cuando me llevaron a un hospital de rehabilitación. Cuatro días después, cumplí 22 años. Estaba confundida porque mis padres no llegaron a celebrar conmigo. Me habían dicho decenas de veces lo que les había sucedido, pero no podía recordar el hecho de que había perdido a mis padres. A veces me pregunto si eso era un mecanismo de defensa del subconsciente.

Steve estuvo a mi lado cada momento en el que estuve despierta; sin embargo, no fue sino hasta casi tres meses después del accidente que finalmente me di cuenta de quién era. Había estado segura de que era mi hermano Jared, a pesar de que Steve es aproximadamente 15 centímetros más bajo y pesa 45 kilos menos. ¡Nunca subestimes la magnitud de una lesión cerebral para confundir lo obvio!

En rehabilitación tuve que volver a aprender a alimentarme y vestirme sola, así como a leer y hablar. Estaba empezando de nuevo. Gradualmente logré hacer hojas de trabajo desde kindergarten hasta un nivel más alto conforme mi cerebro empezaba a renovarse y a recuperar la memoria.

Para el 19 de septiembre, mi último día de rehabilitación hospitalaria, apenas empecé a dar mis primeros pasos desde el día de la graduación. En los años siguientes de recibir atención médica externa y terapia privada, logré progresar de una silla de ruedas a un bastón hasta una tobillera que aún utilizo.

El tiempo, la atención médica de calidad y un cajón lleno de placas, varillas y tornillos ayudó a sanar todo lo que podía arreglarse, pero mi lesión cerebral es permanente. Esto hizo que mi brazo izquierdo quedara inmovilizado y que mi pierna izquierda no funcionara del todo. Mi memoria no es precisamente la mejor y rara vez logro dormir de forma tranquila. Algunas tareas cognitivas son significativamente más difíciles de lo que solían ser antes. Al considerar la ciencia médica de hoy en día, no se puede lograr mucho más.

Llegar hasta donde estoy hoy en día ha sido un proceso difícil y estoy muy agradecida de poder vivir casi totalmente de forma independiente.

Si te preguntas sobre esa propuesta y boda que soñé, eso se hizo realidad aunque no tuve a una mamá que me acompañara a comprar el vestido o un papá que me entregara.

Cuando Steve y yo hablamos de tener hijos, la discusión siempre comienza con lo importante que sería encontrar un hogar especialmente diseñado para discapacitados para que esté "segura" con nuestros bebés. También sé que nunca podré perseguir por todas a partes a mis hijos ni trenzarles el cabello a mis hijas.

Steve y yo tenemos una vida maravillosa como oradores, pero lo cambiarían todo en un segundo para regresar a la "normalidad".

Mi vida normal ahora es totalmente diferente.

Soy una de las casi medio millón de víctimas de accidentes que ocurren cada año en este país derivados del uso del teléfono al conducir. Mis padres fueron dos de las 5.870 víctimas mortales por distracción al conducir que ocurrieron en Estados Unidos en 2008.

Quizá sea momento de hacer un cambio, porque si bien mi ruina podría ser una más de un conjunto de números de algún libro de registros, estoy segura de que no me siento parte de una estadística. Me siento como una persona cuya vida fue dañada permanentemente por la mala decisión de otra persona, la cual se pudo haber evitado.

Me pregunto, ¿cómo se sienten otros que son parte de las estadísticas?

Cuelga y conduce.