Por Meera Senthilingam, para CNN
(CNN) – Se extendió por 214 países a nivel mundial y mató a más de 18.000 personas. El brote de influenza H1N1 de 2009, apodado la “gripe porcina”, puso al mundo entero en alerta. El brote fue declarado como una pandemia mundial hasta agosto de 2010. Pero la amenaza de los brotes de las enfermedades mortales no se detuvo —ni empezó— allí.
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En 2003, el Síndrome Respiratorio Agudo Grave (SARS, por sus siglas en inglés) se esparció por el mundo; se originó en Asia y llegó a Canadá en menos de un día. En 2012, un nuevo virus surgió en el Medio Oriente y entró en el escenario mundial poco después. Lo que acertadamente fue denominado como el Síndrome respiratorio por coronavirus de Oriente Medio (MERS-CoV) continúa propagándose hoy, aunque lentamente; hasta la fecha hay casi 1.000 personas infectadas, entre ellas 356 muertos hasta el 5 de febrero de 2015.
En 2014, la enfermedad que estaba en la mente de todos era el Ébola. El virus del Ébola ha infectado a casi 23.000 personas en nueve países hasta la fecha, con más de 9.000 muertes hasta el 10 de febrero de 2015. Sin embargo, a pesar del alto número de infecciones, la propagación del Ébola sigue siendo un brote estrictamente hablando, y no una pandemia, porque no se ha propagado a nivel mundial.
“Solo terminará cuando la última persona con Ébola muera o se recupere sin infectar a otras personas”, afirmó Peter Piot, quien codescubrió el virus en la década de 1970, en la reunión del Foro Económico Mundial del mes pasado en Davos. Sin embargo, él advirtió que los riesgos de este tipo de brotes para nada habían terminado y dijo: “Habrá otros brotes de Ébola y habrá otras epidemias, no digamos de influenza”.
Pero, ¿está el mundo preparado?
Cientos de enfermedades infecciosas continúan asediando al planeta tanto en áreas urbanas como rurales, desde las que se propagan a través de insectos, tales como el Chikungunya, que actualmente se está extendiendo por toda América, hasta las que se propagan por agua, como el cólera, o por contacto humano, como el Ébola. “Los organismos infecciosos pueden viajar en humanos, comida e insectos… no puedes impedir que una enfermedad cruce fronteras”, dice David Heymann, director del Centro para la Seguridad de Salud Global en la organización de investigación Chatham House.
Advertencia temprana
Una iniciativa establecida para identificar a aquellos que plantean un mayor riesgo mundial es la Red Mundial de Alerta y Respuesta ante Brotes Epidémicos (GOARN por su siglas en inglés), liderada por la OMS. “Es un conjunto de laboratorios, instituciones de salud pública y grupos tales como Médicos sin Fronteras que informan regularmente cuando ocurre un brote”, dice Heymann. El objetivo es la identificación, confirmación y respuesta rápida a los brotes que son de importancia internacional.
“Las de mayor riesgo son los que se propagan por el aire”, dice Heymann. La mayor pandemia hasta la fecha fue la gripe española, la cual se propagó en 1918 y se calcula que infectó a la tercera parte de la población mundial en aquel entonces y ocasionó aproximadamente 50 millones de muertes. Más recientemente, los brotes más fuertes fueron los de SARS coronavirus en 2003, seguido por el virus de la influenza H1N1 en 2009. Todas estas fueron infecciones respiratorias con el potencial de propagarse rápidamente.
“Estoy segura de que habrá otra pandemia de gripe”, dice Wendy Barclay, experta en virología de la influenza en el Imperial College de Londres. Barclay investiga el origen de las pandemias y la razón por la que algunos virus cruzan especies para pasar de los animales a los humanos. En el caso del H1N1, el virus fue una recombinación de los virus de la gripe aviar y de la gripe porcina, lo que dio lugar a nuevas infecciones para los humanos y no había inmunidad para las personas en riesgo.
“Si es uno nuevo, no hay anticuerpos preexistentes para luchar contra eso… y puedes pasárselos a alguien más”, dice Barclay.
Los expertos están de acuerdo en que podría haber brotes futuros y posibles pandemias, pero las lecciones que han sido aprendidas de los brotes anteriores deberían generar una respuesta más rápida. La clave es identificar el virus, calcular su amenaza y su potencial para propagarse por una población tan rápido como sea posible, y luego implementar un plan de preparación contra una pandemia.
“La gripe es difícil de controlar en términos de un brote”, dice Barclay, porque el virus tiene la capacidad de propagarse antes de que las personas presenten síntomas, lo que significa que las medidas tales como el control en aeropuertos son ineficaces. Lo contrario aplica para los virus como el Ébola y particularmente el SARS, donde las personas son contagiosas solo cuando empiezan a mostrar síntomas de la enfermedad. “Pudimos contener el SARS”, dice Barclay, porque los pacientes podían transmitir el virus solo después de que los síntomas habían comenzado. Si un paciente era ingresado al hospital poco después de que los síntomas aparecieran, había un menor riesgo de que ya hubieran infectado a otros a su paso.
Planificación y preparación
El desafío que enfrentan los equipos de salud pública en todo el mundo es el hecho de que deben estar listos para esperar lo inesperado. El SARS, la gripe porcina y el Ébola tomaron a todos por sorpresa. “Al final es completamente impredecible”, dice Barclay. Para hacerle frente a esta incógnita están los modeladores matemáticos, entre ellos los Modelos del Estudio del Agente de la Enfermedad Infecciosa (MIDAS, por sus siglas en inglés), una red de científicos que visualiza cómo se podría propagar una enfermedad.
“Es útil predecir hacia dónde se dirige un brote”, dice Irene Eckstrand, la exdirectora de MIDAS. Bajo el liderazgo de Eckstrand, los modeladores en su programa predijeron escenarios para varios brotes importantes, entre ellos el H1N1 y actualmente el Ébola.
La información sobre la biología del virus, el modo de transmisión, y la propagación geográfica pueden ser utilizados para predecir quiénes serán los próximos afectados y qué tan rápido serán alcanzados. Los diversos escenarios que aparecen en el modelo luego son empleados para comunicar decisiones tácticas, como las restricciones de viajes o los cierres de escuelas al determinar su impacto. También es crucial prever la distribución de vacunas, a fin de asegurarse de que los más vulnerables serán atendidos primero. En el caso del Ébola los modelos ayudaron a determinar el número de camas de hospital requeridas en las zonas de alto riesgo.
La probabilidad de que los modelos de enfermedades reflejen la realidad con precisión son puestos en duda regularmente, pero Eckstrand afirma que son cruciales cuando se trabaja con lo desconocido.
“Los modelos de enfermedades infecciosas nunca van a predecir el futuro con precisión”, dice. “Son mejores para decir ‘si hacemos esto, hay una variedad de cosas que pueden suceder’”. Cuando un virus es bien comprendido, tales modelos pueden ser generados rápidamente. “Los modelos pueden integrar complejidades de un modo en el que nuestros cerebros no pueden”, dice Eckstrand.
Sin embargo, la propagación de una enfermedad está relacionada con algo más que su biología. El comportamiento humano juega un papel clave y es más difícil de predecir, como ocurrió con el Ébola, donde las tradiciones de entierros y las prácticas culturales contribuyeron a la transmisión cuando surgió el brote. La falta de confianza entre los afectados de África Occidental con sus autoridades sanitarias también impidió que las personas buscaran un diagnóstico y tratamiento.
“Ha habido una mayor colaboración en el Ébola”, dice Eckstrand, al referirse a las llamadas telefónicas semanales entre quienes trabajan en el control, entre ellos científicos, investigadores, la seguridad nacional y los laboratorios nacionales.
¿Estamos listos?
“El mundo no está preparado”, dijo la directora general de la OMS, Margaret Chan, en una sesión junto a Peter Piot en Davos. “Tras el H1N1, la conclusión fue que el mundo no está bien preparado para una enfermedad severa y continua”. Desde su punto de vista, la escala del Ébola del año pasado no tenía precedentes. Se necesitan nuevas ideas para evitar que esto ocurra de nuevo en el futuro.
“Tenemos que pensar de manera no convencional en el futuro”, dice Barclay, cuyo equipo trabaja en el desarrollo de vacunas para frenar en seco la pandemia de H1N1. Pero ella no cree que las vacunas específicas contra una enfermedad sean la manera de atacar todos los brotes. “Para el Ébola, el Chikungunya, la fiebre de Lassa, el virus de Marburgo… ¿realmente vamos a inventar una para cada enfermedad?” En cambio, Barclay piensa que un camino a seguir podrían ser los procesos terapéuticos que aborden los síntomas de la enfermedad. Esto significa que para las enfermedades que tengan síntomas similares —como el Ébola y la enfermedad del virus de Marburgo— podría haber un medicamento en contra de los síntomas de todas ellas para reducir la propagación de las infecciones.
Pero cuando se trata de la influenza, donde existe el mayor riesgo mundial, los expertos parecen más optimistas.
“Si tuviéramos otra pandemia de gripe estaríamos muy bien preparados para utilizar modelos rápidamente”, dice Eckstrand. Dada la posibilidad de que haya otra pandemia, el equipo de Barclay considera que en este caso vale la pena desarrollar antivirales y vacunas específicas para cada enfermedad en contra de la influenza cuando se presente. En 2009, del desarrollo de una vacuna contra la H1N1 desaceleró la propagación del virus durante la segunda oleada de su transmisión. Debido al tiempo que fue necesario para desarrollarla, no estuvo disponible durante la primera gran oleada de infecciones.
En el centro de todo, los sistemas mundiales de monitoreo constantemente están siendo afinados para detectar cualquier suceso extraño o nuevo.
“Creo que GOARN es una red de seguridad”, concluye Heymann. GOARN está aumentando su capacidad para detectar y controlar brotes de enfermedades; existe una red de laboratorios y provisión de asesoría y asistencia para cuando ocurre un nuevo brote. También está aumentando la capacidad de los países mediante la mejora de los laboratorios, la tecnología y el personal capacitado, a fin de permitir que los sistemas estén vigentes alrededor del mundo para abordar infecciones nuevas y emergentes en una población.
“Los países que han tenido Ébola están más preparados para enfrentarlo, como la República Democrática del Congo (RDC)”, dice Heymann respecto al país donde la enfermedad fue identificada por primera vez en 1976. Las comunidades congoleñas ahora hablan de la enfermedad y los mensajes están listos para ser enviados cuando ocurra un nuevo brote.
Si bien podríamos no estar del todo listos para impedir brotes de enfermedades, parece que al menos estamos más listos que nunca antes.