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Noticias de EE.UU.

Democracia: principio y fin

Por Jorge Gómez Barata

Nota del Editor: Jorge Gómez Barata es columnista, periodista y exfuncionario del Departamento Ideológico del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y exvicepresidente de la Agencia de noticias Prensa Latina. Las opiniones expresadas en este texto corresponden exclusivamente al autor.

(CNN Español) -- Los bolcheviques avanzaron en su obra no solo desde una crítica al poder, sino a partir de un cuestionamiento de la estructura social vigente en su época. Prácticamente todo lo existente en cuanto al sistema económico y la organización política de la sociedad fue descartado. El programa sustituto fue la construcción de una nueva sociedad. A partir de ese precedente obraron todos los demás países socialistas. La desmesura del proyecto explica la escala del fracaso.

Entre otras cosas, el socialismo real renunció a las relaciones de producción basadas en la propiedad privada y el mercado, intentó abolir la ley del valor y el dinero, soñó con la extinción del Estado y el fin de la lucha de clases. La planificación centralizada y la aplicación del centralismo democrático a la economía y a prácticamente todas las esferas de la vida social, privó al devenir de la espontaneidad por la que la historia había transitado.

El experimento resultó fallido y en lugar de una nueva estructura social prevaleció la existente, pero con más carencias que aportes. Aunque en algunas áreas el socialismo avanzó de modo impresionante, lo hizo con déficits y deformaciones estructurales. Al crecer, tales anomalías se acentuaron.

Entre los fallos que no fueron solo de realización, estuvo la conversión de decisiones asociadas a coyunturas y situaciones concretas a rango de verdades científicas o principios. Obviamente, en una revolución no puede regir la separación de poderes y es explicable y legítimo que en esa etapa se gobierne por decreto y los procesos electorales se aplacen. No obstante, la aplicación indefinida de tales prácticas no solo resultó ineficaz, sino que tributó al desastre.

Entre los elementos voluntariamente cooptados, estuvieron algunos que surgieron y se desarrollaron como parte de los procesos civilizatorios y que entonces como ahora, evolucionan sin modificar sus esencias. Figuró la democracia y sus estructuras, que en conjunto forman los llamados Estados de derecho, perfectamente compatibles con los más elevados ideales socialistas.

Con extraordinaria lucidez en 1918, Rosa Luxemburgo, la figura femenina más destacada del marxismo, formuló dramáticas apelaciones en favor de la democracia en el socialismo, pero lamentablemente no fue escuchada. También León Trotski, antes de ser apartado del proceso y finalmente asesinado, concibió la idea de una "oposición obrera".

En América Latina, los proyectos de la izquierda socialista no plantean, actualmente, la destrucción de las estructuras económicas y políticas de la sociedad, sino su perfeccionamiento. Los estudios y tareas en torno al desarrollo de nuevas ideas y formas de expresión democráticas se tornan necesidades apremiantes.