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Noticias de EE.UU.

¿Por qué teme Putin que Clinton sea presidenta?

Por Frida Ghitis

Nota del editor: Frida Ghitis es una columnista de asuntos internaciones para el Miami Herald y World Politics Review, y una exproductora y corresponsal de CNN. Las opiniones expresadas en este texto pertenecen exclusivamente a la autora.

(CNN) -- Aunque Donald Trump y Vladimir Putin parecen estar de acuerdo en varios temas, existe uno en el que aparentemente no coinciden. Mientras que Trump sostiene que Hillary Clinton es demasiado débil para ser presidenta, el mandatario ruso parece tenerle miedo a Clinton.

Crece la evidencia de que Rusia está trabajando activamente para socavar las opciones presidenciales de Clinton. Cuando hackers revelaron los emails del Comité Nacional Demócrata solo unas horas antes de la Convención partidaria, especialistas en seguridad de internet hallaron huellas rusas. Luego vino el más reciente hackeo al director de la campaña de Clinton, John Podesta.

Ahora, el gobierno de EE.UU. ha acusado formalmente a Rusia de interferir en las elecciones y que todos los casos de intervención hasta ahora están claramente dirigidos a dañar a la candidata demócrata.

Es fácil saber por qué Putin le teme a Clinton. Mientras que la campaña de Trump intenta que los electores se fijen en los desmayos y la tos de la candidata, Putin la ve como una amenaza real a sus objetivos.

Para Putin, frenar a Clinton no es solo una meta estratégica. También es personal. En 2011, Putin enfrentó las mayores protestas que el país había visto desde el colapso de la Unión Soviética. Él llevaba dos periodos como presidente, lo máximo permitido, y en 2008 se había convertido en primer ministro, en una maniobra que le permitía mantener el poder mientras su aliado, Dimitri Medvedev, era presidente. Entonces él anunció -generando molestia, pero poca sorpresa- que buscaría un tercer periodo como presidente. Tres meses después, la oposición estalló con furia cuando su partido obtuvo una victoria aplastante en las elecciones legislativas en medio de acusaciones de fraude.

Pese a las gélidas temperaturas en Moscú, miles salieron a las calles para exigir elecciones justas y poner fin al aparentemente interminable gobierno de Putin.

Entonces, la exsecretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton se puso abiertamente del lado de los manifestantes. “El pueblo ruso, como todos los pueblos”, dijo, “merecen elecciones justas, libres y transparentes”.

Putin estaba furioso. Culpó a Clinton de las protestas y la acusó de haber enviado “una señal” a la oposición.

La animosidad personal de Putin ante Clinton coincide con sus mayores objetivos estratégicos. En años recientes, ha lanzado una política exterior (e interior) cada vez más musculosa. Ha desafiado a Estados Unidos, la OTAN y la Unión Europea cada vez que puede. A pesar de una economía en contracción -no más grande que la de México-, Rusia ha utilizado su poderío militar para convertirse en un jugador importante en la escena mundial.

Rusia, de acuerdo con analistas occidentales, ha montado una campaña para “desacreditar el modelo democrático liberal de Occidente y socavar las relaciones trasatlánticas”, manipulando a los países del este de Europa y “apoyando a la extrema derecha” contra la Unión Europea. Esa “libreta de estrategias” del Kremlin incluye entrometerse en las elecciones en Europa y EE.UU.

Clinton se encuentra en desafío directo con la visión de Putin, ya parcialmente en marcha, de una Rusia con una esfera de influencia que incluye territorios de la antigua Unión Soviética y, menos claro, Europa del Este, junto con un debilitamiento de Europa, Estados Unidos y la OTAN.

En contraste con Trump, durante años, Clinton ha hecho innumerables comentarios que sugieren que se opondrá con mayor fuerza a las ambiciones de Putin que lo que ha hecho Barack Obama, diciendo que Estados Unidos debe hallar formas para “confinar, contener (y) disuadir las agresiones de Rusia contra Europa y más allá”.

Mientras que Clinton parece decidida a endurecer la postura estadounidense, la política exterior de Trump coincide con la de Rusia. Él ha indicado que podría reconocer la anexión rusa de Crimea, territorio de Ucrania capturado por la fuerza por órdenes de Putin; podría también suspender las sanciones económicas contra Rusia y alinearía su política en Siria con la de Putin y Bachar al Asad.

Durante la primarias republicanas, Clinton fue atacada por liderar el fallido reinicio diplomático con Rusia de la administración Obama. Pero el exembajador de EE.UU. en Rusia, Mike McFaul, dijo que ella era profundamente escéptica de que el plan rindiera frutos. Una vez fuera del gobierno, sus críticas a Rusia se volvieron mordaces.

Cuando Putin reivindicó la toma de Crimea de 2014 como un esfuerzo para proteger a las minorías rusas en ese territorio, Clinton dijo que era una reminiscencia de las justificaciones de Hitler para ocupar partes de Europa del Este. Putin luego comentó que Clinton nunca había sido “muy elegante en sus declaraciones”.

Clinton fue implícitamente crítica de la respuesta comedida de Obama al declarar: “Estoy en la categoría de personas que querían que hiciéramos más en respuesta a la anexión de Crimea y la continua desestabilización de Ucrania”.

El asunto más urgente en la agenda de política exterior tanto de Estados Unidos como de Rusia es la guerra civil en Siria. En cuanto a eso, la campaña de Trump ha mostrado ideas opuestas, pero en el último debate Trump pareció estar del lado de Putin.

Mientras que Obama ha mantenido una enfoque sumamente restringido sobre la crisis, enviando al secretario de Estado John Kerry a multiplicar -hasta ahora inútilmente- los maratones diplomáticos con su contraparte rusa, aun cuando Moscú sigue bombardeando civiles en apoyo a Asad, Clinton parece decidida a imponer una zona de exclusión aérea, que no solo desafiaría al ejército sirio, sino también a Rusia.

Ella dice que mantendrá a Rusia informada, para evitar enfrentamientos, añadiendo que “los quiere en la mesa de negociaciones”, pero se trata de un marcado alejamiento de la política actual, y uno que debe ser profundamente preocupante para Putin.

Hace unos años, Putin reflexionó, hablando sobre Clinton, que “es mejor no discutir con las mujeres”. Es claro ahora por qué está haciendo grandes esfuerzos para no tener que discutir con una presidenta Hillary Clinton.