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Noticias de EE.UU.

El legado de Chávez, 18 años después de su primera elección presidencial

Por Roberto Izurieta

Nota del editor: Roberto Izurieta es analista político y profesor de la Universidad George Washington. Fue director de comunicación del presidente de Ecuador Jamil Mahuad del partido Democracia Popular entre 1998 y 2000; además fue asesor de los presidentes Alejandro Toledo en Perú, Álvaro Colom en Guatemala y Horacio Cartes en Paraguay y participó en la campaña de Enrique Peña Nieto en México. Es colaborador político de CNN en Español. Las opiniones en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

El legado de Hugo Chávez y también de Fidel Castro dependerá sin duda de a quién se le pregunte. La respuesta dependerá de la ideología política y/o simpatías de los ciudadanos. Pero también depende de los principios y valores con los que escojamos establecer su legado. Sobre ello quiero escribir.

Personalmente valoro como valor absoluto el  respeto de los derechos humanos y los principios de la democracia liberal que tiene sus raíces en los múltiples escritos de los clásicos griegos, romanos, francés, ingleses y norteamericanos. En mi opinión, los socialistas del siglo XXI —Chávez y en tal sentido Fidel Castro también— valoran su concepto de justicia (y todos tenemos el derecho de tener nuestro propio concepto de justicia) más que el respeto de los derechos ciudadanos. En otras palabras, para ellos, si por tener más justicia se sacrifica derechos de los ciudadanos, esto una buena decisión.

Y al final (en esto Chávez y no Castro) valoraron el voto más que los derechos y la división de poderes del Estado. O sea, para Chávez, y los socialistas del siglo XXI, el voto le daba el derecho de concentrar todo el poder.

Para la doctrina democrática liberal, más importante que el voto de los ciudadanos es la división de los poderes del Estado que protejan los derechos ciudadanos. Por eso, en Estados Unidos, muchos estados votaron en contra del matrimonio del mismo sexo pero fue el sistema de justicia que con independencia (del poder político y aun de la opinión mayoritaria de los ciudadanos) invalidó todos esos referéndums e hizo legal el matrimonio del mismo sexo.

Fidel (y en cierta medida Chávez) sostenían que vivían en “democracia”; pero una democracia “distinta”. Estoy de acuerdo que hay versiones distintas de la democracia moderna y liberal. Pero lo que viven en Cuba o Venezuela lo pueden llamar cualquier cosa pero no la pueden llamar democracia.

Hay gobiernos parlamentarios y gobiernos presidenciales. Hay votación directa y votación indirecta (esta es la sorpresa de muchos: Hillary Clinton ganó en el voto popular pero Donald Trump ganó en el Colegio Electoral). Hay monarquías democráticas y gobiernos republicanos. Cada uno tiene leyes distintas que se aplican a su sistema de votación y representación. Pero eso no los hace más o menos democráticos.

Lo que cada gobierno democrático debe respetar es el corazón de la democracia: que es el respeto de los derechos ciudadanos garantizados en las leyes y respaldados por un sistema de justicia independiente (del poder político) y profesional. Lo que hace una democracia o no no es el voto (se votó por Pinochet, Hitler y Stroessner), sino la división de los poderes del Estado (Pinochet, Hitler y Stroessner, por el contrario, concentraron el poder en sus manos). Por esta razón, lo que quisieron conseguir los griegos, romanos, franceses, ingleses y norteamericanos con el desarrollo de la democracia era el abuso del poder por un tirano y o un autoritario. Y ellos también quisieron evitar que una vez que llegan al poder de manera democrática los líderes se vean tentados (por la misma naturaleza humana) a concentrar el poder porque se correría el riesgo de volverse una tiranía.

Entonces, para evaluar el legado de Chávez y Castro nos debemos preguntar cuáles son los valores por los cuales vamos a evaluar y definir su legado. Si lo hacemos basados en los principios y los valores de la democracia liberal y moderna, el legado de Chávez y Castro es un grave y hasta horrendo retroceso. Y podemos preguntar a los economistas si su legado económico es positivo o negativo. Como consultor político, por lo que he visto en las calles y lo poco que conozco, no me cabe duda de que el legado económico es igual o peor aún de lo que dejan en el deterioro de los valores democráticos, los derechos ciudadanos, la división del poderes del Estado y la construcción de un sistema de justicia moderno, independiente y profesional.