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Noticias de EE.UU.

Mentir le ha funcionado a Donald Trump, así que ¿por qué parar ahora?

Por Michael D'Antonio

Nota del editor: Michael D'Antonio es el autor del nuevo libro 'Never Enough: Donald Trump and the Pursuit of Success' [Nunca es suficiente: Donald Trump y su búsqueda del éxito] (St. Martin's Press). Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente de su responsabilidad.

(CNN) -- Tienes que darle a Donald Trump puntos por su consistente audacia. Cuando mientes, distorsionas y haces de Dios un cómplice al hablarle a la Agencia Central de Inteligencia (donde la veracidad de los hechos es una herramienta vital), debes tener absoluta confianza en tus habilidades.

En los primeros días de su presidencia, Trump ha demostrado que seguirá causando estragos en los hechos comprobados, incluso mientras marca los deberes de su lista de tareas políticas.
Este lunes, repitió una afirmación falsa según la cual millones de votos ilegales emitidos por inmigrantes indocumentados le privaron de ganar la votación popular en noviembre.

La más reciente afirmación falsa, que los legisladores le reportaron a CNN y a otras cadenas noticiosas, no tiene fundamentos y aparentemente se originó en sitios web muy inspirados por teorías de conspiración.

Sin embargo, como muchas de las distorsiones que Trump ha sabido vender, la narrativa del fraude en la votación sugiere que él quiere merecer más crédito y aclamación de lo que ha recibido.

A lo largo de su vida, Trump ha insistido en que es más rico de lo que la gente reconoce. Ahora, ganar la presidencia no es suficiente. Quiere que el marcador final se ajuste a su favor.
Las quejas y distorsiones de Trump sugieren que, incluso mientras desempeñe sus funciones como presidente, promoverá reflexivamente su visión alternativa de la realidad.

Al día siguiente de su posesión, Trump, en un discurso ante el personal de la CIA, negó una amplia evidencia fotográfica, insistiendo en que a su ceremonia de toma de posesión asistió una multitud que "parecía de un millón o un millón y medio de personas".

Donald Trump ya ha dado sus primeros pasos muy concretos como presidente de Estados Unidos. (Crédito: Ron Sachs/Pool via Bloomberg)

Donald Trump ya ha dado sus primeros pasos muy concretos como presidente de Estados Unidos. (Crédito: Ron Sachs/Pool via Bloomberg)

Luego invocó al Todopoderoso para que lo ayudara en la mentira, diciendo que el cielo había impedido que la lluvia cayera cuando pronunció su discurso, "y luego hizo un día muy soleado". La verdad fue que llovió todo ese viernes.

Durante su primer día completo en el cargo, dio un discurso de quince minutos parado ante el Muro de las Estrellas que recuerda a los agentes de la CIA muertos en acción.

Es difícil imaginar que alguien pueda estar en este lugar y hablar con tan poco respeto por la exactitud y la verdad. Sin embargo, así es Donald Trump, y no llegó a donde está por ser cuidadoso, preciso o contenido.

Donald Trump se convirtió en una figura pública en Nueva York promoviéndose a sí mismo como un magnate inmobiliario de alto rendimiento, antes de que hubiera construido un solo proyecto.
Ese primer proyecto estaba sujeto a una mentira comunicada a la Ciudad de Nueva York, en la forma de un documento sin firmar, y a una exagerada afirmación según la cual era socio de los hoteles Hyatt. Y funcionó. Lo que siguió fue una vida de pequeñas y grandes falsedades, algunas de las cuales implicaron la adopción de falsas identidades.

La mayoría involucra lo que Trump califica como "hipérbole veraz". Esta categoría incluiría elementos tales como su afirmación de que estaba a bordo de un helicóptero que se estrelló, que su riqueza era mucho mayor de lo que se había informado, y de que era dueño del Empire State Building.

Cuando ha sido pillado en sus engaños, Trump enfila sus ataques contra quienes comprueban sus mentiras. En el apartado del Empire State Building no se defendió, pero sí fue a la ofensiva, calificando a la periodista de televisión británica Selina Scott como "de tercera clase".

De hecho, a lo largo de su vida, Trump ha desviado las críticas con ataques a la prensa. Hizo de este tema un elemento importante de su campaña electoral, etiquetando a los periodistas como "fango", "deshonestos" y "repugnantes". Repitió estas acusaciones en la CIA el fin de semana pasado.

Aunque el arte de la política incluye a menudo selecciones y batallas contra enemigos inventados, Trump excede de lejos las normas y ha lanzado ataques furibundos contra los analistas y expertos que intentan evaluarlo.

Durante la campaña, en la que hizo muchas afirmaciones engañosas contra sus oponentes, mucho se escribió y se dijo acerca de cómo podría él "dar un giro" trascendental para parecer más presidencial. Este cambio nunca sucedió y, ahora que ocupa el cargo, parece igualmente reacio a hacerlo.

Entender el por qué requiere reconocer tanto el pasado del personaje como la dinámica comprometida cuando la gente miente y se sale con la suya. Sabiendo que el carácter hace el destino, los padres enseñan a sus hijos a decir la verdad, pero invariablemente los preescolares descubren que la honestidad no siempre es necesaria.

Pocas cosas son más emocionantes en la vida de un niño de preescolar que una mentirilla que los adultos encuentran divertida. Más tarde en su vida, los niños descubren cómo decir mentiras más sofisticadas y menos propensas a ser descubiertas, y se dan cuenta de que todo el mundo es capaz de engañar.

La madurez requiere un acercamiento al hecho de que la mentira es parte de la naturaleza humana. Las personas tienden a clasificar los engaños de acuerdo con el daño que causan, o, en algunos casos, al beneficio que pueden lograr.

Los economistas y otros científicos sociales han documentado la prevalencia de la mentira y han demostrado que la gente se siente más cómoda al mentir si piensa que su engaño ayudará a alguien valioso para ellos.

Afortunadamente, las personas que habitualmente dicen mentiras realmente grandes son escasas. La neurociencia demuestra que entre los mentirosos frecuentes disminuye la incomodidad que causan entre la gente cuando dicen mentiras.

Cuando la investigadora Tali Sharot, del University College de Londres, discutió esto con un escritor para la revista New York, aseguró: "Después de un tiempo, el valor negativo de la mentira, el sentimiento negativo, simplemente no está allí".

Por supuesto, la mayoría de nosotros queremos ser considerados dignos de confianza y sabemos que todas las relaciones, desde lo personal hasta lo político, dependen de una verdad confiable. Las excepciones son aquellos que descubren que pueden distorsionar las cosas, e incluso obtener beneficios con ello. Los capaces de los engaños más sofisticados son atrevidos, descarados, e incluso pueden enrolar a otros en su propósito.

La historia está repleta de ejemplos de mentiras con resultados escandalosos. El crimen y el encubrimiento que condenó a la presidencia de Richard Nixon fue una muestra de lo peligroso que es el engaño. El colapso de las llamadas empresas puntocom, incluyendo a Enron y Worldcom, llegó cuando se desentrañó el sistema.

En la vida de Trump antes de la política podemos ver ejemplos más pequeños, incluyendo su insistencia en que su encargado de relaciones públicas asegurara que los ratings de su programa de televisión The Apprentice eran más altos de lo que mostraban los hechos.

Durante la campaña electoral acumuló un registro abismal de inexactitudes tumbadas cuando llegó el momento de confrontarlas. La página web no partidaria Politifact.com publicó que solamente el 16% de las centenares de declaraciones que evaluó de Trump eran, a lo mejor "verdades a medias". Aunque fue criticado por esta práctica, continuó haciéndolo hasta el final de la campaña y más allá. En el proceso, doctrinó a su equipo de campaña en torno a lo que él dijo en mítines, entrevistas y debates.

Tras las elecciones, el destacado partidario de Trump Scottie Nell Hughes le dijo a Diane Rhem, presentadora de programas de la radio pública, que "no había tales" verdades a medias, sino "hechos".

En medio de la controversia sobre la declaración de Trump ante los trabajadores de la CIA, su secretario de prensa, Sean Spicer, usó su primera aparición ante la prensa destacada en la Casa Blanca para apoyar las afirmaciones de su jefe, en una conferencia plagada de inexactitudes sobre la posesión. (Incluso dio números inflados del número de pasajeros del sistema de tránsito local).

Paso seguido, Kellyanne Conway aseguró que, al contradecir Trump una evidencia muy clara para todos, estaba dándole a conocer al público "hechos alternativos".

La referencia de Conway a hechos alternativos, y el extraño pronunciamiento del sábado de Spicer, provocaron agudas críticas del tipo que molestaría a alguien que no esté acostumbrado a combatir la veracidad de los hechos, tal como lo hace Trump.

Cuando se volvió a reunir con los periodistas, a los que debe tratar de forma regular, Spicer trató de hacer que ellos lo entendieran, de una manera que Trump nunca lo haría.
Dijo: "La narrativa por defecto (de la prensa) siempre es negativa, y eso es desmoralizante. Es un poco desmoralizante cuando estás sentado, mirando, y te asombras de lo impresionante que es la vista con la cantidad de gente que hay allí y enciendes la televisión y ves tomas comparando esto y aquello".

Es fácil sentir empatía con la experiencia de Spicer, pero si está desmoralizado es principalmente porque es parte de un equipo dirigido por un hombre que nunca ha estado satisfecho con sus logros reales. Cuando exiges que otros rechacen lo que saben que es cierto en favor de una visión recubierta que favorece a tu lado, estás obligado a recibir una respuesta desmoralizante.