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Donald Trump

Donald Trump

El universo de "hechos alternativos" de Donald Trump

Por Gregory Krieg

(CNN) -- “Está funcionando muy bien”.

El decreto inmigratorio del presidente Donald Trump, que prohíbe durante 90 días la entrada a Estados Unidos de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana, estaba vigente desde hacía menos de 24 horas cuando el mandatario ofreció, en tono risueño, una evaluación de la medida en la Oficina Oval. Fue hace 10 días.

“Los ves en los aeropuertos”, dijo Trump. “Los ves en todas partes”.

De hecho, millones de estadounidenses con acceso a televisión e internet, y miles de protestantes en terminales de llegadas internacionales en aeropuertos de todo el país, eran testigos de los efectos de su decreto ejecutivo.

Pero lo que vieron fue algo bien distinto a lo que Trump describió en sus comentarios informales. Los aeropuertos eran un caos. A los poseedores de visas, incluyendo a los residentes legales permanentes, se les estaba negando la entrada a Estados Unidos o eran detenidos por los funcionarios de aduanas, mientras sus familias y abogados luchaban para que los liberaran.

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La pelea legal que ha generado ese decreto -ahora temporalmente suspendido- parece destinada a terminar en la Corte Suprema.

Una viajera reacciona al ser detenida en el Aeropuerto Internacional de Dulles, en Virginia, el 28 de enero del 2017.

Una viajera reacciona luego de ser detenida en el Aeropuerto Internacional de Dulles, en Virginia, el 28 de enero del 2017.

Casi tres semanas después de haber llegado a la Presidencia, Trump y sus asesores más importantes en la Casa Blanca parecen estar trabajando en un universo paralelo, donde los medios de todo el mundo ignoran el terror global para apoyar intereses políticos oscuros y donde los adversarios del presidente que se oponen al decreto inmigratorio son traidores o mercenarios.

Incluso las estadísticas más fácilmente disponibles y comprobables, cuando contradicen la narrativa del gobierno, son calificadas de subjetivas o de ser mediciones falsas y engañosas.

Este martes, Trump reclamó -falsamente- que la tasa de homicidios de Estados Unidos estaba en su nivel más alto en “45-47 años”.

“Trump dice que la prensa no te cuenta eso, que no le gusta reportar aquello, que no cuentan las cosas como son”, dice el corresponsal senior de CNN Brian Stelter. “De hecho, la tasa de homicidios no está en su punto más alto en 45 años. Ha crecido levemente en los últimos dos años, y eso debe causar preocupación, pero la tasa actual de homicidios es mucho más baja, por ejemplo, que la de los años 70, 80 o 90”.

Las noticias malas son “noticias falsas”

En un mensaje de Twitter enviado este lunes, Trump entregó su visión del mundo en términos muy claros.

“Cualquier encuesta negativa es una noticia falsa, así como las encuestas de CNN, ABC y NBC durante las elecciones”, escribió. “Lo siento, la gente quiere seguridad en las fronteras e investigaciones extremas”.

Dejando de lado que las encuestas nacionales de la época preelectoral anticiparon de manera precisa los resultados del voto popular, en su mensaje Trump no se dedicó simplemente a criticar un sondeo en particular. En cambio, afirma de manera abierta que cualquier insinuación de que sus políticas pueden ser impopulares o no tienen un amplio apoyo es, por definición, engañosa o falsa.

Trump tiene una relación de amor y odio con las encuestas. En ese sentido, no es distinto de los demás políticos, que le dan toda la difusión a los números que les gustan e ignoran aquellas cifras que les disgustan.

Pero el nuevo inquilino de la Casa Blanca ha roto el ciclo usual al propagar, a veces de manera repetida, una serie de hechos falsos que son irritantes y que pueden ser fácilmente desmentidos.

En la realidad descrita por Trump, un juez federal que decidió suspender el decreto inmigratorio del presidente sería, junto con todo el “sistema judicial”, culpable de un potencial ataque terrorista.

La dinámica de la Casa Blanca se parece a la personalidad de Trump, le dijo un exempleado de su campaña a CNN. Él es alguien que puede perder fácilmente el interés por algo y dedicarse al siguiente asunto sin pensarlo mucho.

Esa personalidad se muestra con mucha más fuerza en Twitter, donde el presidente se mueve entre una variada lista temas de su agenda -que muchas veces no tienen conexión entre sí- y rencores personales.

El pasado viernes en la mañana, por ejemplo, en un corto período de 24 minutos ridiculizó a Arnold Schwarzenegger, amenazó al gobierno de Irán con un ataque, afirmó que los medios habían publicado noticias falsas sobre la naturaleza de su conversación con el primer ministro de Australia, promocionó una reunión que tuvo con los “mayores líderes de negocios” del país y acusó a los que se han manifestado en su contra de ser “anarquistas profesionales, delincuentes y manifestantes pagados”.

La conspiración de los medios

Cuando volvió a hablar, este lunes, Trump siguió en la misma dirección al afirmar que la prensa se había confabulado con el poder judicial para activar el terrorismo global, de manera intencional.

“Ya vieron lo que pasó en París y Niza”, dijo Trump durante una vista al cuartel general del Comando Central de Estados Unidos en Tampa. “Está sucediendo a lo largo de toda Europa. Está llegando a un punto en que ni siquiera se está reportando y, en muchos casos, la prensa muy deshonesta no quiere reportarlo. Tendrán sus razones y ustedes entienden eso”.

Sin embargo, el presidente sigue sin decir cuáles son esas "razones".

Y el “ustedes entienden” puede ser cualquier cosa, aunque el significado más claro es que esa prensa monolítica dedicada a criticar a Trump, y que va en contra de la voluntad popular, lanzó una campaña para esconder la realidad y encubrir a los terroristas. Para los fanáticos del presentador de radio y teórico de la conspiración Alex Jones y sus Infowars, ese argumento es muy familiar.

Presionado por entregar material que compruebe sus acusaciones, la Casa Blanca publicó este lunes en la tarde una lista con 78 ataques terroristas que, asegura, “no recibieron adecuada atención de la prensa occidental”.

Entre los ataques mencionados en la lista hay dos asesinatos locales, en Orlando (Florida) y San Bernardino (California), que recibieron cobertura completa en los medios digitales, en la televisión y en periódicos y revistas durante varios días.

El analista de seguridad nacional de CNN, Peter Bergen, hizo un examen mucho más exhaustivo del tema. Buscando en una base de datos llamada Nexis, que reúne reportes de prensa de un amplio rango de fuentes y medios, encontró más de 78.000 menciones a esos ataques, que exceden por mucho a las 1.000 de los que habla la lista.

Una narrativa falsa

Durante la última semana, la asesora de la Casa Blanca Kellyanne Conway volvió a levantar una gran polémica, cuando afirmó en una entrevista en vivo con MSNBC que los medios no habían cubierto “la masacre de Bowling Green”, dirigida por dos terroristas que habían llegado como refugiados a Estados Unidos.

El problema es que los medios no tenían cómo cubrir esa masacre, porque no ocurrió. La consejera presidencial se refería al caso de dos iraquíes que llegaron como refugiados a Bowling Green (Kentucky) en el 2009 y que en el 2011 fueron arrestados por cargos de terrorismo, pero que nunca realizaron ni planearon ningún ataque en suelo estadounidense.

Al día siguiente, Conway ofreció disculpas y aseguró en Twitter que ella había hablado de “los terroristas de Bowling Green” y no de “la masacre de Bowling Green”.

MIRA: Masacre en Bowling Green, otro “hecho alternativo” de Conway

Pero este lunes quedó claro que lo de Conway no fue un error aislado. Una reportera de Cosmopolitan aseguró ese día que la asesora ya había hablado de “la masacre de Bowling Green”, durante una entrevista telefónica realizada una semana antes. Y al hablar con TMZ ese mismo día, Conway mencionó a “los cerebros detrás del ataque de Bowling Green”.

Neutralizar al enemigo

El caso de “Bowling Green” fue citado en medio del gran debate que ha tenido el decreto inmigratorio de Trump y la suspensión del programa de refugiados de Estados Unidos.

Días antes, la Casa Blanca -ateniéndose a sus derechos- despidió a la secretaria de Justicia en funciones, Sally Yates, que venía del gobierno de Barack Obama. Lo hizo luego de que ordenó a varios fiscales federales que no defendieran en los tribunales el decreto ejecutivo de Trump.

Al despedir a Yates, la Casa Blanca también quiso presentarla como una funcionaria desleal con el gobierno y con sus empleadores. El comunicado oficial que anunció su destitución aseguró que Yates “traicionó al Departamento de Justicia” y la acusó de ser “débil para defender las fronteras y muy débil en el tema de la inmigración ilegal”.

Ese ataque encaja perfecto en una narrativa constante de neutralización y menoscabo de las personas opuestas a las políticas de Trump, que busca deslegitimar a sus adversarios políticos o a grupos que no actúan dentro del marco de la narrativa de este gobierno.

El secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, no se ha quedado atrás. Este lunes le dijo a Fox News que las protestas que se han llevado a cabo en todo el país en contra de Trump y del decreto inmigratorio han sido organizadas y financiadas por un benefactor anónimo.

“Protestar ahora se convirtió en una profesión”, dijo, sin ninguna prueba. “Están en su derecho de hacerlo, no me malinterpreten, pero creo que debemos llamarlo por su nombre: no se trata de las revueltas masivas que vimos en décadas pasadas”.

Spicer no entregó ninguna evidencia que sustentara su afirmación y, en todo caso, los manifestantes tuvieron poco tiempo de planear las marchas y los distintos actos para manifestarse pues, como el mismo presidente lo dijo en un tuit, el decreto fue anunciado sorpresivamente, de manera deliberada.

Con el rechazo de las protestas sociales, el cuestionamiento de la lealtad del funcionario más alto del poder judicial y la acusación a la prensa de conspirar para encubrir ataques terroristas, la realidad que describe el gobierno de Donald Trump está a punto de chocarse con una nación dividida.

Dan Merica, de CNN, contribuyó con este informe.