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México

Arte

El irreverente y excéntrico José Luis Cuevas: así lo recuerda Patricia Ramos

Por Patricia Ramos

(CNN Español) -- Su amplia sonrisa, sus pulseras de cuero y sus excentricidades, como tomarse una foto todos los días -desde que era joven- hacían parte de la vida del gran artista, José Luis Cuevas.

Ahora que Cuevas se ha ido quise escribir sobre mis vivencias con este famoso artista:

El estudio

Para hablar de arte, ese que lo acompañó toda su vida, como dibujante y escultor, a Cuevas le gustaba charlar en el segundo piso de su casa en el Pedregal de San Ángel, al sur de la Ciudad de México.

La cama roja

Al subir al gran salón, sorprendía una enorme cama cubierta con una llamativa colcha roja.

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Era algo inesperado en ese escenario de caballetes, pinceles y cuadros.

El inmenso mueble se hacía inmediatamente protagonista del singular estudio... y según Cuevas lo había sido de otras muchas historias.

El danzón

En una de esas sabrosas charlas, Cuevas me compartió su pasión por el "Danzón".

Nunca lo vi bailarlo, pero debió hacerlo muy bien, porque me dijo que el "Salón México" (escenario de varias películas mexicanas y lugar de baile capitalino) le había otorgado el "Califa de Oro", máximo galardón para quien se entregaba en cuerpo y alma en su arrabalera pista. Para José Luis, era un verdadero orgullo contar con ese premio.

La Zona Rosa

Cuevas afirmaba que fue él quien bautizó a una área de la capital mexicana, reconocida como punto de interés turístico y por su intensa vida nocturna.

Ese nombre la catapultó a la fama internacional, me refiero a "La Zona Rosa".

San Angel

José Luis Cuevas, siempre estaba dispuesto para la charla, en el comedor de su casa de San Ángel, era común encontrarse con muchos famosos compartiendo, mientras los chispeantes ojos de Cuevas parecían reírse de todo, tenía un picardía aderezada con una fina ironía.

Siempre disfrutó la vida, era absolutamente irreverente, emanaba libertad y enaltecía al erotismo.

Cuevas y Ramos (Crédito: Archivo particular)

Sin pudor alguno, se decía un amante excepcional.

Bertha
La última vez que hablé con él, fue la única que lo sentí diferente, había muerto su musa, la madre de sus tres hijas, su esposa, su cómplice. Su amada Bertha.

Posteriormente el maestro volvió a casarse.

La muerte

Entre sus muchas ideas extravagantes, un día quiso meterse dentro de un ataúd, cerrar los ojos y fotografiarse...para saber...cómo era morirse.