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Brexit

Si el primer año de Theresa May en el poder fue un desastre, el segundo podría ser peor

Por Jane Merrick

Nota del editor: Jane Merrick es una periodista política británica y fue redactora política del periódico Independent on Sunday. Las opiniones expresadas en este artículo son de su propia responsabilidad.

(CNN) -- Cuando Theresa May se situó al frente del 10 de  Downing Street, hace un año, después de ser oficialmente nombrada primera ministra del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte por la reina, su visión para Gran Bretaña era ambiciosa.

Su visita al Palacio de Buckingham le había dado un aire de estadista cuando se comprometió a hacerle frente a las injusticias de la sociedad, tranquilizando a todos los votantes que ella entendía sus preocupaciones sobre seguridad en el empleo y su ofrecimiento de ayudar a aquellos que se están viendo en calzas prietas para llegar a fin de mes.

Nunca antes ni desde entonces ella se vio más poderosa.

Theresa May, primera ministra británica. (STEPHANE DE SAKUTIN/AFP/Getty Images).

Ahora es su propia seguridad laboral el problema más apremiante en Downing Street. Es ella quien ahora se está viendo a gatas para mantener el control de su partido, el brexit y su mayoría del gobierno.

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Se supone que los aniversarios son oportunidades para celebrar. Sin embargo, a May se le perdonaría reflexionar tristemente sobre el año desastroso que ha tenido.

Sus problemas comenzaron mucho antes de su calamitosa decisión de convocar unas elecciones adelantadas en abril. Claro, ella disfrutó de una luna de miel en sus primeros meses como primera ministra, en el sentido de que sus índices en encuestas personales y de su partido se dispararon, y se enfrentó a pocos titulares críticos en los medios. Pero sus verdaderas dificultades subyacentes estaban siendo enmascaradas por esta aparente popularidad.

Es discutible que su luna de miel, y la debilidad percibida de su izquierdista y laborista opositor Jeremy Corbyn, arrullaron a May en un falso sentido de su propia seguridad. Esto, en última instancia, sentó las bases para una campaña electoral desmesurada que terminó en casi un desastre que le costó a la primera ministra perder su mayoría en el Parlamento.

May falló en definir el brexit desde el momento en que se convirtió en primera ministra, pronunciando la frase sin sentido de "Brexit significa brexit", que fue motivo de burlas y ridiculizaciones.

Ella alienó al sector económico con su discurso en la Conferencia Anual Conservadora, en octubre, al advirtir a las compañías de no tratar mal a los trabajadores o aumentar el pago excesivo. En enero, finalmente pronunció un discurso definitivo sobre lo que significaría el brexit bajo su gobierno, pero ese mismo mes fue derrotada por la Corte Suprema por su negativa a dejar que los miembros del Parlamento votaran por el inicio de la aplicación del Artículo 50, el mecanismo que le da arranque al proceso de dos año que conduce a la desconexión británica de la Unión Europea.

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May no pudo utilizar sus primeros meses para definirse a sí misma como algo más que un cambio con respecto a su predecesor, David Cameron. Esta falta de definición significó que no había ninguna sustancia detrás de su eslogan de campaña electoral sobre un "Liderazgo fuerte y estable".

Sin embargo, si May piensa que su primer año en el cargo ha sido malo, el segundo está a punto de ponerse mucho peor. Después de perder su mayoría y tener que aliarse con el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte, su gobierno no puede aprobar leyes polémicas. Ya ha tenido que ceder en dos cuestiones: permitirle a las mujeres de Irlanda del Norte viajar a Gran Bretaña para abortar y anunciar una investigación pública sobre un escándalo de sangre contaminada.

La primera ministra Theresa May y funcionarios europeos durante una reunión en Bruselas (FRANCOIS LENOIR/AFP/Getty Images)

Este jueves, también tendrá lugar la publicación de la Gran Ley de Derogación, que deshace los vínculos jurídicos de Gran Bretaña con la Unión Europea y transfiere toda la legislación de la UE de Bruselas a Westminster, colocando estas leyes en ordenamiento legal británico. La razón de esta iniciativa es crear la transición más suave posible en los días posteriores a la aplicación del brexit.
Su gran nombre, concebido durante el período más fuerte de May, está ahora cargado de ironía, ya que luchará por pasar por el Parlamento sin ser muy modificado por los partidos de oposición.

El gobierno de Theresa May está condenado a pasar la mayor parte de su tiempo en los próximos doce meses tratando de negociar su camino hacia el brexit, tanto en la Cámara de los Comunes como con la UE. Habrá poco tiempo para lograr cualquier otra cosa. El país será prácticamente ingobernable.

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Esas negociaciones del brexit con la UE ya están en dificultades: hay desacuerdo en todos los ámbitos, incluidos los derechos de los ciudadanos de la UE que viven en el Reino Unido, que se suponía que era una concesión temprana de la primera ministra.

May se ve débil ante los ojos del público, que vio cómo ella manejó de forma tenue el desastre de la Torre Grenfell, y también ante los ojos de sus propios copartidarios conservadores, que están buscando insistentemente a un sucesor.

Aunque no habrá un desafío inmediato a su liderazgo ya que los miembros del Parlamento se alistan para comenzar sus vacaciones de verano, la próxima semana, la conferencia del Partido Conservador, en el otoño, pondrá de nuevo el foco de su atención en su debilitada autoridad.

Teniendo en cuenta esta perspectiva, May debe estar deseando poder retroceder el reloj hasta hace un año, cuando todo el poder y el control sobre su partido y el país estaban a sus pies. No está claro si tendrá la oportunidad de celebrar un segundo aniversario.