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Huracán María

María

Sin combustible. Sin comida. Sin luz. Los puertorriqueños temen por su futuro

Puerto Rico (CNN) -- La luz se fue. La comida escasea. No hay suficiente agua para beber, y menos aún para bañarse. Una semana después de que el huracán María azotó a Puerto Rico como un ciclón de categoría 4, la situación no mejora. En realidad, de muchas maneras, está empeorando.

Los hospitales que deberían estar salvando a personas no están en capacidad de ofrecer atención.

En el Centro Médico Canovanas, los médicos enfrentan una falta de suministros. El doctor Norbert Seda dice que se están quedando sin combustible para el generador de energía y que ya solo tienen medicamentos y suministros para dos o tres días.

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Un apartamento se quedó sin pared luego del paso del huracán María en San Juan, la capital de Puerto Rico.

Aunque los habitantes estaban preparados para la llegada del huracán y afortunadamente solo murieron unas pocas personas cuando tocó tierra, la necesidad de recibir tratamiento médico está creciendo cada vez más.

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“Hemos visto muchos traumas”, dice Seda. “Necesitamos medicamentos, antibióticos, vacunas antitetánicas, medicamentos para la hipertensión”.

Seda no ha encontrado aún personas que hayan muerto por la falta de energía eléctrica y de suministros... todavía.

“Llegará. Cuando hay escasez de agua y problemas de saneamiento, eso llega. Estamos esperando que algo así suceda”.

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La falta de combustible es el principal problema del Hospital Infantil San Jorge, en San Juan, según su director ejecutivo, Domingo Cruz Vivaldi.

“Estamos ante una crisis. El hospital necesita diésel todos los días, 2.000 galones por día. Ayer nos quedamos sin diésel a las 6 de la mañana y estuvimos sin energía de 6 de la mañana a 2 de la tarde. Ocho horas sin electricidad”, afirma.

Sin luz, las máquinas que salvan vidas, como los respiradores, tienen que funcionar con un suministro de electricidad para emergencias.

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Los temores sobre el futuro abundan ahora en todo Puerto Rico.

El sufrimiento acecha a cada uno de los más de 3 millones de ciudadanos estadounidenses que viven en la isla.

La alcaldesa de San Juan, Carmen Yulin Cruz, dice que las personas cada vez están más desesperadas pues necesitan ayuda.

“Hay pacientes con diálisis que no han podido contactarse con sus proveedores. Estamos teniendo que transportarlos en condiciones cercanas a la muerte”, comenta la alcaldesa. “Hay personas cuyos tanques de oxígeno se están quedando vacíos porque nuestros generadores de energía, que son pequeños, ya no tienen diésel”.

Lo más alarmante, asegura, son los mensajes de SOS. “Esos que dicen: ‘¿Puede oírme alguien?’. Esos que dicen: ‘Ya no tengo comida y estoy afuera, en la calle’”.

Cruz y sus equipos están allí, afuera, en las calles, tratando de encontrar a las personas más necesitadas. Pero en las montañas al sur de su ciudad, es menos probable que llegue la ayuda.

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Al veterano de guerra Miguel Olivera le quedan menos de dos días de suministros de insulina. Y lo que es peor, la que tiene podría dañarse en su nevera, pues no hay luz.

El alcalde de su ciudad, Javier García, cree que llegará ayuda desde Estados Unidos continental y del gobierno federal.

La pregunta es cuándo y si no será muy tarde para Olivera y para otras personas.

El aeropuerto principal de la isla, en San Juan, quedó averiado y apenas funciona. Cientos de personas esperan la oportunidad de salir de la isla en una terminal abarrotada de gente y en la que no funciona el aire acondicionado. Este martes, solo pudieron programarse 10 vuelos.

Para muchos, la situación en el aeropuerto es desesperante.

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Las personas que esperan en el aeropuerto están desesperadas.

El presidente Donald Trump dijo este martes que había enviado alimentos y agua a Puerto Rico y agregó que visitará la isla la próxima semana.

Hasta que la ayuda llegue, García y sus vecinos en Aguas Buenas han vuelto a una vieja forma de subsistir: buscan cocos para comer y sacan agua de riachuelos en la montaña. Pero eso solo ayudará a sostener un pequeño grupo de gente por un tiempo. Muchos, como Olivera, quien depende de medicamentos específicos, necesitan ayuda del siglo XXI.

Y la situación puede empeorar fácilmente: en Puerto Rico le temen mucho a enfermedades que se transmiten a través de mosquitos, como el zika y el dengue.

Una torre de energía que fue derribada en Aguas Buenas necesita de un helicóptero para ser restaurada. Ese es un problema obvio. Pero la red eléctrica de Puerto Rico ya era un desastre antes de la llegada del huracán y se necesitarán meses muchos meses para que vuelva la luz a toda la isla.

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Las filas para llenar un bidón de combustible pueden durar hasta seis horas.

Ahora, los generadores de electricidad son esenciales, y para que funcionen es esencial el combustible. Las estaciones de gasolina alrededor de San Juan todavía tienen, pero la demanda es abrumadora.

Largas filas de vehículos se forman en las estaciones y las personas deben esperar hasta seis horas para llenar un bidón de combustible. Las filas son igualmente largas afuera de cualquier supermercado y en cualquier lugar donde haya hielo.

Y hace calor. Y hay mucha humedad. Se prevé que se puedan usar duchas a finales de esta semana, pero apenas servirán para refrescar.

Los líderes de Puerto Rico y muchos de sus habitantes dicen ser fuertes, dicen que van a sobrevivir, dicen que se levantarán.

Pero ya se empiezan a ver síntomas de la desesperación.

Una reportera que se está montando a un helicóptero es agarrada por una mujer en llanto, en la ciudad de Quebradillas. La mujer no sabe quién es la persona a quien abraza, pero viene de afuera, tal vez es alguien que tenga noticias sobre la ayuda, alguien que pueda llevarle un mensaje a su familia, alguien que puede ofrecer algo.

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Los habitantes de Quebradillas ya comenzaron a limpiar, como pueden, su ciudad.

Desde el aire, puede verse a la gente caminando a lo largo de las autopistas buscando señal de celular. Las inundaciones, los escombros que bloquean las vías y la falta de energía significan que una llamada por celular puede ser la única forma de comunicarse con el resto de la isla durante algún tiempo.

Los problemas de Quebradillas se repiten en todo Puerto Rico.

En Utuado, una pequeña localidad de 30.000 personas, se registraron varias muertes tras el paso del huracán y varias casas resultaron inundadas. Rosario Heredia perdió su hogar. Es diabética y acaba de ser operada. Sigue esperando por ayuda, ayuda de cualquiera. Pero hasta ahora, la ayuda no ha llegado.

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Harry Torres dice mientras eso ocurre, todo lo que tienen es agua que sacan de una tubería en una autopista para limpiarse y para beber. Él y sus vecinos solo están “tratando de sobrevivir”.

“Estamos desesperados”, dice Torres.

Pero no todos pueden hacer lo mismo. El huracán produjo varios deslizamientos de tierra y para muchos es imposible acercarse a una carretera porque las vías están bloqueadas o no hay combustible.

Lydia Rivera tiene dos automóviles, pero no hay combustible y no tiene cómo llegar a alguna tubería. Ahora está tratando de que sus dos nietos sobrevivan con unas pocas raciones de galletas y con agua de lluvia.

En Yauco, una localidad que ya era remota, todas las vías quedaron bloqueadas. La única manera de llegar es escalar una montaña y pasar por encina de muchos árboles que fueron derribados por el paso del huracán.

En Yabucoa, que fue golpeada directamente, no hay luz y los habitantes dicen que también se quedaron ya sin agua potable. La poca comida que queda en la ciudad es compartida por los vecinos.

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A los habitantes de Utuado les toca sacar agua de una tubería en una carretera para limpiarse y beber.

Todos los lugares de Puerto Rico fueron golpeados por el huracán. Desde el aire todo se ve marrón, ya no es la típica isla verde que solía ser.

Nada funciona normalmente y no hay indicios de que la normalidad vaya a regresar pronto. No se sabe cuándo reabrirán las escuelas y los hospitales. Millones de personas no saben cuándo volverán a tener agua o cuándo podrán volver a prender la luz y tener aire acondicionado.

Sebastián Pérez, habitante de San Juan, le mostró a CNN cómo sobrevive sin agua y sin luz. Su refrigerador ya no sirve y no ha conducido su coche desde el huracán, pues está guardando el poco combustible que tiene para una emergencia.

“Con respecto a la comida la situación se está volviendo algo miedoso”, dice. “Estoy tratando de usar lo menos posible, porque no sé cuándo mejorará esto”.