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Noticias de EE.UU.

Lo bueno y lo malo de la reforma tributaria de los republicanos

Por Al Cárdenas

Nota del editor: Al (Alberto R.) Cárdenas, abogado y líder de la comunidad latina en Estados Unidos. Ocupó distintos cargos en las administraciones de Ronald Reagan y George H.W. Bush, y fue asesor de la campaña de Jeb Bush en 2016. Es socio de la firma de abogados Squire Patton Boggs y del grupo de cabildeo Cárdenas Partners. Las opiniones expresadas en este texto pertenecen exclusivamente al autor.

Soy de filosofía política conservadora y también pragmático en llegar a resultados que eventualmente beneficien a Estados Unidos. Por eso considero que la propuesta republicana de modificar el código tributario de EE.UU., con el propósito de reducirles los impuestos a ciertos individuos y corporaciones, pretende la transferencia de ingresos del sector público al sector privado. Y, por ende, busca proveerles a los consumidores más recursos para comprar bienes y a las corporaciones más recursos para invertir en la expansión de sus negocios y crear nuevas fuentes de empleo.

Yo no comparto la ley tal y como fue aprobada por la Cámara de Representantes, aunque sí favorezco ciertas reformas tributarias.

Me opongo a una reducción de impuestos sobre herencias que benefician primordialmente a los más acaudalados. ¿Por qué? Porque prefiero que esos recursos se destinen a reducir la alarmante deuda nacional que preocupa enormemente a nuestras futuras generaciones.

Me opongo también a reducirles los impuestos a un reducido número de ciudadanos. La última vez que lo intentamos durante la administración del presidente George W. Bush, esos fondos se utilizaron primordialmente para el pago de deudas y no para aumentar consumo. Por lo tanto, también prefiero destinar esos fondos para reducir la deuda nacional.

Por último, sí apoyo la reducción de impuestos para las corporaciones siempre y cuando se aplique a las pequeñas empresas. Actualmente, la tasa de 35% de impuestos es la más alta del mundo y se nos complica más cada día competir globalmente en la venta de nuestros productos. Eso sí: las ganancias tienen que regresar a Estados Unidos y pagar ese 20% de impuestos aquí; también hay que pagar dividendos e invertir en las empresas usando esos beneficios para la compra de sus propias acciones.

También favorezco reducir las penalidades e impuestos para incentivar el regreso de ganancias “estacionadas” en el extranjero a nuestro país, y de esa manera añadir millón de millones de dólares a nuestra economía.

La disminución de las tasas a las empresas debe tener una duración de solo 5 años para asegurarnos de que esos beneficios adicionales van a incrementar los dividendos pagados a los accionistas, muchos de los cuales son retirados. También vale la pena observar que esas ganancias complementarias se están invirtiendo en la expansión de los negocios creando nuevas fuentes de trabajo.