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Huracán María

María

El problema de Trump no es su cerebro, es su corazón

Por Michael D'Antonio

Nota del editor: Michael D'Antonio es el autor de "Nunca lo suficiente: Donald Trump y la búsqueda del éxito" (St. Martin's Press). Las opiniones expresadas en este comentario son suyas.

(CNN) --
Durante una reunión de una hora este martes en una mesa llena de legisladores - llamémosle 'El show del presidente'- Donald Trump pareció determinado a probar dos cosas. La primera era obvia: después de mucha especulación sobre su temperamento por el libro Fire and Fury, quiso mostrarse como un comandante en jefe ejecutivo y apto para gobernar. La segunda, quiso mostrar que es un buen hombre con un corazón cálido.

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A los ojos de Trump, la reunión fue un gran éxito. Este miércoles, dijo en su primera reunión de 2018, que la sesión fue una "gran reunión" y que recibió "excelentes críticas".

En verdad, en el papel de ejecutivo, Trump debería marcar tres de cinco estrellas porque habló con calma y no insultó a nadie.

Sin embargo, mostró poca comprensión de los problemas de inmigración. Incluso pareció dispuesto a hacer el papel de un testaferro que haría lo que el Congreso dicte que, si "este grupo y otros del Senado, de la Cámara, vuelven con un acuerdo, lo firmo".

El giro de Trump hacia un papel de hombre de buen corazón estuvo marcado por líneas como, "verdaderamente, debería ser una carta de amor, y podemos hacer eso". Se estaba refiriendo a un plan que protegería de la deportación a 800.000 jóvenes inmigrantes que viven bajo el programa de Acción Diferida para Llegadas en la Infancia (DACA).

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Lo que no dijo fue que se puso en marcha la cruel política que comenzaría su deportación en marzo, y que hizo campaña por la presidencia al repetir injurias antiinmigrantes que perjudicaron con resultados peligrosos, como en el caso de dos hermanos que atacaron a un hombre latino en Boston, y uno de ellos le dijo a la policía después: "Donald Trump tenía razón, todos estos ilegales deben ser deportados".

La palabra "amor" en la voz de Donald Trump tiene un tono extraño. Es como escuchar a un alumno de primer día repetir una palabra después de solo una clase de lengua extranjera. Reconoces las palabras, pero no el sentimiento detrás de ellas.

Sonaba de manera similar a cuando visitó Puerto Rico después del huracán María. De hecho, conoció a pocas víctimas reales de la tormenta y la respuesta de su gobierno a las necesidades de la isla carecía de la energía (léase "amor") que se muestra para la gente de Texas y Florida en circunstancias similares.

De manera similar, un presidente que ha dicho que ama a "toda la gente de nuestro país" ha demostrado ser una figura que genera divisiones, eligiendo ganadores y perdedores en todo, desde la política impositiva hasta los derechos civiles.

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En total, el intento de Trump de comentarios más reveladores, ya sea que esté expresando el amor en su corazón para algunas personas, o su odio por otros, mostró a un hombre cuyos estados emocionales parecen manipuladores, actuados y vacíos.

Sus expresiones de sentimiento más auténticas parecen venir cuando está enojado o burlándose. En esos momentos, es fácil escuchar que quiere decir lo que dice. Sin embargo, cuando trata de mostrar calidez, es mucho menos convincente.

El problema para Trump es que ha pasado toda la vida mostrándole al mundo que el amor y la compasión no son sus puntos fuertes. Ya sea que intentara desalojar a la gente de un edificio de departamentos que compró en Nueva York o alentar a la gente a molestar a los manifestantes en una de sus apariciones de campaña, Trump ha demostrado que su verdadera naturaleza emocional es fría, no cálida, estrecha, no expansiva.

Con Oprah y su abundante amor asomando en el horizonte político, Trump parece haber intuido que él mismo necesita mostrar un poco de bondad. Si quiere que la audiencia, o mejor dicho, el país, compre su actuación, tendrá que cultivar algo real.