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Brasil

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Corrupción, el mecanismo diabólico de América Latina

Por Carlos A. Montaner

Nota del editor: Carlos Alberto Montaner es escritor y analista político de CNN. Sus columnas se publican en decenas de diarios de España, Estados Unidos y América Latina. Montaner es, además, vicepresidente de la Internacional Liberal. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivas del autor. 

(CNN Español) -- "El mecanismo" es una exitosa serie de Netflix sobre los recientes escándalos relacionados con la corrupción en Brasil. El expresidente Lula da Silva ha amenazado con demandar ante los tribunales a la empresa productora por mentir o desfigurar los hechos.

En todo caso, lo importante es que retrata un mecanismo diabólico, presente en casi toda América Latina, mediante el cual los grandes empresarios se enriquecen a costa del Estado y alimentan a los políticos corruptos.

Ese mecanismo siniestro se reproduce en casi todas las instituciones del Estado, donde los funcionarios electos o designados cobran por agilizar los trámites burocráticos, y reparten los beneficios con sus superiores.

La gran corrupción o la pequeña corrupción impiden que el sistema de economía de mercado y libre empresa funcione y dé sus mejores frutos, lo que explica parte de nuestro subdesarrollo. ¿Por qué? He aquí dos razones:

— Primero. El sistema está basado en la libre competencia, en el esfuerzo de los emprendedores y en el aumento constante de la productividad. ¿Para qué esforzarse en crear bienes y servicios mejores y a menor precio si lo que importa es tener buenas relaciones personales?

— Segundo. Se supone que los Estados de Derecho, fundados en la obediencia general a leyes universales, deben ser acatados por todos. Los políticos y los empresarios coludidos para defraudar a la sociedad dan el peor ejemplo. ¿Por qué cumplir con las leyes contra el tráfico de drogas si ellos roban descaradamente?

Esta lucha universal contra la corrupción indica que existe una especie de globalización contra ese flagelo. Y esa es, realmente, la gran transición de nuestro tiempo. Nunca la corrupción terminará totalmente en ninguna parte, pero lo que termina es la impunidad. Y eso es esencial.