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Música

Personal: Amy Winehouse, la entrevista más difícil de mi carrera

Por Juan Carlos Arciniegas

Los seguidores de Amy Winehouse reaccionaron con gran tristeza a la noticia de su muerte. Sin embargo, la sorpresa no fue parte de esa reacción, pues su público estaba ya más que acostumbrado a ver su comportamiento autodestructivo fuera y dentro del escenario.

Hace un mes la veíamos en una lamentable presentación en Belgrado en la que bajo una aparente intoxicación, apenas si podía mantener el equilibrio, sostener el micrófono y recordar las letras de sus canciones. La multitud tuvo paciencia pero al final se despidió de ella con abucheos.

Sí, el problema de adicción era suyo, pero también era responsabilidad de quienes estaban a su alrededor no exponerla a semejante espectáculo. En varias ocasiones trató de buscar ayuda pero al final la enfermedad pesó más que su poder de voluntad.

Muchos que como ella han disfrutado y sufrido los efectos de la fama, reaccinaron a su deceso. Mark Ronson, quien junto a la cantante trabajó como productor en el galardonado álbum “Back to Black’, escribió en su cuenta de Twitter que Amy era “su alma gemela musical y como una hermana para mí. Este es uno de los días más tristes de mi vida”.

La otra reacción que será interesante conocer es la de la cantante, contemporánea y compatriota suya: Adele. Esta cantante era ya descrita como la sucesora de Winehouse y que  con muchas de las influencias del blues y el sonido Motown que tuvo su colega, también logró convertirse en una de las voces más aplaudidas y comercialmente exitosas de la música mundial.

Amy Winehouse visitó Latinoamérica a comienzos de este año. Específicamente Brasil, donde realizó ocho presentaciones por las cuales habría recibido millones de dólares.

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En esa reciente visita, la prensa brasileña le prestó igual atención que su público. Algunos habrían llegado a comprar un boleto para ver si en esa ocasión desfallecería sobre el escenario. Las opiniones entre quienes asistieron a los conciertos habrían sido opuestas: que la cantante estaba en un buen momento y que ya se podían notar los estragos que las drogas y el alcohol habían causado en ella como artista.

La de Amy Winehouse es una historia que no merecía terminar tan pronto y menos de esta manera.

En el verano de 2007 en Estados Unidos, cuando su nombre aún no era familiar en este país e incluso en Latinoamérica, tuve la oportunidad de entrevistarla de forma exclusiva.

Todo se dio de manera muy rápida. Sólo tuve un par de horas para prepararme y aunque traté de que fuera una charla relaja e íntima, incluso accedió a darla sentada en una cama del hotel donde se hospedada, se convirtió en la entrevista más difícil que jamás haya hecho a una celebridad.

Mi cuestionario era largo pero sus respuestas fueron casi todas monosilábicas.

Ningún tema pareció interesarle como para ahondar en ello y su mente parecía estar en otro lugar. En ese momento acababa de casarse con el amor de su vida, Blake Fielder-Civil, y fue una hermosa foto de ella y él, también sentada en una cama de un hotel en Miami y publicada por la revista Rolling Stone, la que le provocó algo de entusiasmo tras yo mostrársela. Al final su representante, entendiendo que no había sido una entrevista exitosa, trató de llamarle la atención, pero ella, que podía parecer tierna y dura a la vez, le respondió con una mirada de inocencia.

De esa entrevista salí fustrado y durante semanas guardé la cinta en un cajón creyendo que no merecía la pena presentarla al público.

Pero luego mi productor en Los Angeles, Louie Mejía, me convenció de divulgarla. Aunque yo sintiera que había fallado como entrevistador, la misma mostraba un momento natural de cualquier persona: desinterés, en este caso.

Aunque no compartió mucho conmigo, quedan sus dos álbumes (“Frank” y “Back to Black”) para entender las circunstancias y emociones que rodearon la vida de esta joven que desde ya me atrevo a considerar una leyenda de la música del siglo XXI.