Por Maibe Ponet
Nota del editor: Maibe Ponet es periodista y analista de políticas públicas. Actualmente es la editora de las páginas de opinión de El Diario/La Prensa en Nueva York. Ha trabajado como reportera y editora en publicaciones de Venezuela y Nueva York, y como asesora de comunicaciones de funcionarios electos.
¿Quiénes son los “indignados” que ocupan Wall Street? Es la pregunta que aún muchos se hacen aquí en Nueva York.
En una ciudad rendida a las corporaciones – en donde la única “ocupación” es la de las agencias bancarias o cadenas multimillonarias que toman virtualmente cada esquina – estos huéspedes sin invitación intrigan y hacen fruncir el ceño de muchos, especialmente el de nuestro millonario alcalde y el comisionado de la policía.
Hay que admitirlo, a pesar de la historia de derechos civiles de esta ciudad, estos indignados llevan un ritmo diferente al del neoyorquino común de hoy, competitivo y sin tiempo que perder en vagos ideales.
Pero tras 24 días de ocupación, no sólo del Zuccotti Park, sino de titulares de prensa, parece que los neoyorquinos comienzan a identificarse con sus inesperados huéspedes y a unirse a su protesta con simpatías que van más allá del descontento por las extravagancias de Wall Street y el desempleo: desde nuestra larga estadía en Afganistán, el irresuelto estatus de Puerto Rico, la violencia en México y la falta de acción sobre la inmigración, hasta asuntos más locales como recortes presupuestarios a escuelas públicas y prácticas abusivas del NYPD.
Nos guste o no, los indignados son un mosaico de nuestros problemas más punzantes. Criticados por no tener agenda política definida, estos manifestantes han hecho de su presencia misma el mensaje.
Una española que trata de organizar a hispanos en la protesta y que ha participado en movimientos similares en Madrid, lo puso de esta manera tan difusa como intrigante: “la ocupación no es física, sino mental”.
Pues mental podría ser, al menos aquí en Nueva York, porque a pesar de la aparente normalidad en nuestras calles, “Ocupa Wall Street” se está colando efectivamente en la psique de los habitantes de esta ciudad que sí duerme. Duerme ante nuestras crecientes inequidades, ante alquileres ridículamente altos; un mercado de venta inmobiliaria prácticamente exclusivo para personas de otras partes; un sistema escolar que le falla a casi la mitad de sus estudiantes; y niveles alarmantes de obesidad, embarazo precoz y enfermedades venéreas.
Pero los imprevistos visitantes ayudan a despertar. Y no únicamente a trabajadores sindicalizados, jóvenes rebeldes y pobres alienados a la intransigencia de dos partidos demasiado enfocados en su propios intereses.
El domingo el New York Times, nuestro principal diario legitima al movimiento en un editorial; el galardonado economista Paul Krugman hizo lo mismo en su columna en el mismo periódico del viernes; Nicholas Kristof, prominente opinante del mismo medio, les dedicó un podcast con sugerencias de demandas específicas hace unos días.
Ocupa Wall Street está ganando en la tarea de hacerse un movimiento legítimo y cool – esto último, algo que los neoyorquinos aprecian.
El viernes pasado, en la celebración de Yom Kippur, cientos de judíos de Nueva York celebraron el inicio de su día más sagrado junto a los manifestantes de Wall Street. Varios amigos que estuvieron allí describieron la unidad del momento como “impresionante”.
Al mismo tiempo, en el acaudalado barrio de Park Slope, en Brooklyn, una congregación de judíos reconstruccionistas –podría adivinarse con cierta certidumbre que la mayoría tiene empleos y vidas seguras– incluyó en sus oraciones fuertes frases de apoyo al movimiento de ocupantes. La presidenta de la organización declaró abiertamente querer estar en Wall Street esa noche.
Este fin de semana, artistas tomaron un espacio vacío en Wall Street para hacer una creativa instalación. El lunes un grupo de hispanos, muchos de ellos músicos y activistas, se reunieron en lo que llamaron la Asamblea en Español de Ocupa Wall Street.
Y así, cada día, esta diversa Babel le extiende su solidaridad a los huéspedes.
Aún el movimiento de los indignados tiene mucho que demostrar, y está por verse si son suficientemente perseverantes y organizados para seguir ganando simpatizantes. Pero algo es cierto, incluso sin gran coherencia, aquí en Nueva York, los indignados están recordando que la exigencia popular es la brújula de nuestra democracia. No importa si no tienen una agenda clara. El mensaje es la protesta.
La ocupación es mental.
(Las opiniones expresadas en este artículo corresponden exclusivamente a Maibe Ponet)