Por Miguel Ángel Antoñanzas, CNN
Camino a Wall Street
El vagón de metro de la línea express de la 5, la verde, renquea, se detiene, a veces, con sus frenazos provoca un movimiento en masa de viajeros, que inmutables, las aceptan como algo natural, cotidiano, en su viaje diario al sur de Manhattan. Sin embargo, es un día especial, al menos para los miles de indignados neoyorquinos que durante los dos últimos meses se han propuesto asediar el corazón financiero de la ciudad, Wall Street.
Han pasado apenas 60 días, y el movimiento denominado “Ocupa Wall Street” sigue tomando fuerza, a pesar de ser igual de caótico, anarquista y ambiguo que su padre, aquel que amaneció en la Puerta del Sol de Madrid y que luego se extendería por todo el planeta.
La puerta se abre, otra masa penetra en el vagón, y de fondo, de repente, se escucha la voz de una joven afroamericana, que ataviada con algunos atuendos de sus raíces, habla de ese 99 % que se ha quedado fuera. 99% el numero de los indignados. Los que se consideran están pagando la factura de los avariciosos halcones de Wall Street.
Pero la gente del vagón apenas se inmuta, siguen con sus auriculares, sus periódicos, y sobre todos sus celulares, conectados a todo lo exterior, e ignorando ese miniespacio del vagón donde una miembro del movimiento intenta hacerlo suyo. La voz de la mujer se ahoga entre los chillidos del metro.
Otra parada, Union Street, más cerca ya de Wall Street; un grupo de policías se sube al tren, parecen relajados, sonríen y bromean entre ellos.
Parque Zuccotti
Ya en el pequeño parque Zuccotti, hasta hace bien poco repleto de tiendas de campaña improvisadas, bibliotecas, cocinas, se concentran y desfilan sin parar decenas de jóvenes. Todo el parque está rodeado de vallas metálicas y policías, preparados para intervenir.
Hay gente joven, mayores, estudiantes, profesores, trabajadores, sindicalistas que o bien están dentro del perímetro creado por la policía, o mejor dicho, los perímetros itinerantes que va improvisando la policía. Otros están fuera, y allí, la consigna policial es que hay que caminar, no se puede detener, y algunos manifestantes optan por dar vueltas y más vueltas a esa frontera metálica creada por los hombres del alcalde Michael Bloomberg.
Aparecen ahora dos jóvenes con un carrito repleto de prensa, pero solo un íitulo. Con el mismo tipo de letra usado por la cabecera Wall Street Journal, sólo que arriba, en letras en rojo, se advierte, es el nuevo “The Occupied Wall Street Journal” . Y en sus titulares, escritos a mano, se alternan frases como “ El pueblo antes que los beneficios” , “El Sueño Americano: tienes que estar dormido para creerlo”, “La crisis está en el capitalismo” o “Nuestro oligarca, el Alcalde Michael Bloomberg ,tiene 18 mil millones de dolares, hablemos con él sobre el saqueo”.
Durante toda la jornada, los cantos, gritos, y bailes se suceden ante la mirada de los cientos de policías de la NYPD, quienes asisten a este tipo de manifestaciones casi como espectadores. A veces son recriminados por su actitud, les preguntan de qué lado están, por qué el uso de la violencia, pero ellos escuchan sin inmutarse. Uno, menudo, asiático, graba continuamente con su videocámara un plano general del parque; es el notario videográfico.
A veces los cánticos y los gritos suben decibelios y la tensión se acumula en un lado de las barreras. Entonces, la masa se mueve, como llevada por una fuerza interna; aparecen mas policías, un joven corre, detrás aparecen unos cinco policías; la masa intenta ocultar al joven, pero el parque es muy pequeño. Luego aparece con la cabeza sangrando, se lo llevan.
Hubo otros momentos violentos. El mismo alcalde de Nueva York habló en su conferencia de prensa del caso de un agente que fue lesionado por un objeto cortante en las manos; otros oficiales recibieron el impacto de un producto ácido, probablemente vinagre. Y advirtió que algunos manifestantes estaban buscando la violencia deliberadamente.
Pero la jornada, hasta su ecuador, transcurrió sin apenas incidentes serios, porque ya no se concentraba solo en Zuccotti, sino en las estaciones del metro de los cinco barrios donde miembros del movimiento estaban intentando explicar las razones de sus protestas y de su programa.
Un programa dificil de consolidar; se habla de educación gratis para que los jóvenes no se endeuden por estudiar con cantidades que superan los 25.000 dólares, para que haya una sanidad pública de verdad, y para que se ayude a los millones de familias ahogadas por unas hipotecas que nunca entendieron.
Pero en el parque también hay provocadores, en ambos sentidos. Un hombre de unos 45 años pregunta en voz alta a la policía por qué no usan ya sus gases lacrimógenos, que está harto de la ocupación de su parque; enseguida, al menos cinco o seis indigandos lo rodean y le apuntan con sus cámaras, y le disparan decenas de preguntas a las que ni siquiera esperan la respuesta para rebatirle.
Uno de ellos quiere acabar con la Reserva Federal. El hombre, un inversor autónomo, le responde qué propone a cambio y el indignado solo repite que hay que acabar con el banco central.
El hombre insiste que no tienen líder, que no tienen ideas concretas, y le contestan que no les hace falta nadie que les guíe, que hay demasiados salvapatrias contando su dinero en Wall Street.
Plaza Foley
Después la atención se centraba en la entrada del Puente de Brooklyn; supuestamente allí se iba a cortar el tráfico, pero a eso de las cinco y media, los indignados aparecen y se encaminan ignorando de momento el despliegue policial del puente.
Y todos, unos 32.000 según los organizadores, marchan hasta la plaza Foley, y allí, de nuevo, la policía los reparte en corralitos, con las vallas metálicas, -caminen, dicen los agentes, no se detengan; un hombre maduro repite la orden con humor “ -camine, respire, expire, respire, expire, nos hace falta incluso permiso policial para respirar”, comenta.
La noche ha caído, hace frío, pero las pancartas, los cantos, el sonido de los helicópteros que sobrevuelan la zona, calientan la enorme plaza…hay lo que ellos llaman el chequeo de micrófonos, cuando los indigandos repiten las consignas para que lleguen a toda la plaza, aunque ahora sí hay un buen equipo de sonido por donde se narran los testimonios de estudiantes y trabajadores con musica rap.
Después ese encuentro se alargaría hasta la medianoche, cuando finalmente algunos manifestantes acudieron a la entrada del Puente de Brooklyn para cortar el trafico de los peatones.
Alli hubo arrestos de concejales y sindicalistas afines al movimiento, y que optaron por la desobediencia civil. En total en el día , la policía detuvo a más de 240 personas y siete de sus agentes y diez manifestantes tuvieron que ser atendidos en centros médicos.
Pero quizá el gesto mas significativo se hizo con luz, la enorme fachada monolítica del edificio de Verizon, que muchos odian en Nueva York por su fealdad; fue la pantalla improvisada para ese número: el 99% que los indignados proyectaron y que creen que no está representado en el manejo del mundo, y menos en el mundo de los números.