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Opinión

Más de 2.600 millones de personas no tienen acceso a un inodoro

Por CNN en Español

Por Jenna Davis

PALO ALTO, California (CNN) - No es una bonita conversación para cenar. Pero tenemos una crisis mundial de servicios sanitarios. Más del 40% de la población mundial no tiene acceso a un inodoro. Estas 2.6 mil millones de personas, quienes la mayoría viven en países de bajos y medianos ingresos en Asia y África, se enfrentan al reto cotidiano de encontrar un arbusto, vía de tren o lote baldío donde puedan orinar y defecar en relativa privacidad.

Entre 1990 y 2008, la proporción de población mundial que tuvo acceso a servicios sanitarios básicos aumentó solo el 7%, para alcanzar al 61% de los ciudadanos del mundo. En muchos países en desarrollo, la incursión de la telefonía celular se expande a un ritmo más rápido que el de los servicios sanitarios. En Tanzania, por ejemplo, la mitad de los ciudadanos del país tienen teléfonos celulares, pero solamente el 24% utiliza instalaciones mejoradas de servicios sanitarios.

Este sábado se celebra el 10º aniversario del Día Mundial del Inodoro, un día no solo para una simple celebración a esta tecnología de las más útiles y venerables, sino como una manera de llamar la atención sobre la crisis y algunas posibles soluciones.

Esta crisis de servicios sanitarios no solo es una afrenta a la dignidad. Conlleva cada día a la liberación de cientos de toneladas de heces y orina directamente en los ríos, lagos, basureros y océanos, creando un enorme peligro para la salud humana y ambiental. Cada día más de 4,000 niños mueren por enfermedades relacionadas con los servicios sanitarios. La mitad de las camas de hospital en el mundo en desarrollo están ocupadas por personas cuyas dolencias pueden deberse a escasos servicios sanitarios.

Una comunidad pequeña pero comprometida que incluye a gobiernos, ONG, donantes e instituciones de investigación trabaja para ampliar el acceso a servicios básicos sanitarios en los países en desarrollo. Emplean una gama de estrategias innovadoras, incluyendo el “exhibir públicamente” a los integrantes de la comunidad que defecan al aire libre, la construcción de baños públicos operados por los empresarios, y otorgar subvenciones para ayudar a las familias a construir sus propias instalaciones sanitarias.

En la mayoría de los casos, estos defensores de los servicios sanitarios promueven o entregan in situ los servicios, como una letrina de pozo o un inodoro con tanque séptico. Estas instalaciones capturan las heces y la orina en una cámara debajo o junto a la vivienda del usuario. Una vez adoptadas a gran escala, y bajo el mantenimiento adecuado, estas soluciones pueden mejorar drásticamente los hogares y el saneamiento ambiental.

Las soluciones en el terreno también son populares debido a que tienen un menor costo de construcción, y requieren de volúmenes mucho menores de agua que un sistema de alcantarillado convencional. Además, algunas instalaciones de servicios sanitarios en el terreno permiten la posibilidad de generar biogas para preparar alimentos y alumbrar, y para la reutilización de excrementos en abono como fertilizante para la agricultura.

Teniendo en cuenta todos estos beneficios derivados de las mejoras en los servicios sanitarios, ¿por qué ha resultado tan difícil el ampliar el acceso a este servicio esencial?

Una respuesta puede ser que la clase de instalaciones sanitarias que se ofrecen a los hogares de los países en desarrollo no son muy atractivas que digamos. Tal y como señaló hace dos décadas la profesora gurú en servicios sanitarios, Sandy Cairncross, de la London School of Hygiene & Tropical Medicine, “para quienes están acostumbrados a ponerse en cuclillas al aire libre en el fresco de la mañana, ¿quiénes de ellos elegirían un oscuro, húmedo, maloliente y posiblemente precario cuartito?”

Los esfuerzos para mantener los servicios sanitarios al más bajo costo posible también puede ser parte del problema, al menos para algunos consumidores. Investigadores de la Universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill, recientemente encontraron por sus trabajos en el sudeste de Asia que las familias prefieren y están dispuestos a pagar por inodoros de mayor calidad, sobre todo cuando se comercializan como un símbolo de prestigio y modernidad, más que como solo una medida de salud preventiva.

Este cambio hacia la mercadotecnia aspiracional es un paso importante para generar una mayor demanda de los hogares por servicios sanitarios mejorados. Con el fin de cambiar el rumbo de la crisis mundial de servicios sanitarios, no obstante, también son necesarios los esfuerzos para el desarrollo a escala de modelos de sistemas sanitarios de bajo y nulo consumo de agua, modelos a los que los gobiernos municipales y nacionales pueden aspirar.

En ciudades de Estados Unidos, la transición de letrinas y retretes a sanitarios con drenaje sucedió hace más de un siglo, cuando las poblaciones metropolitanas se contaban en decenas o cientos de miles de personas. Hoy hay más de una docena de ciudades en países en desarrollo que cuentan por lo menos con 5 millones de habitantes, la mayoría de los cuales dependen de letrinas o inodoros con fosas sépticas.

Municipios con recursos limitados batallan por regular, ya no se diga controlar, el vaciado y la segura eliminación los residuos procedentes de estas instalaciones. Se calcula que solo el 15% de los residuos domésticos en los países en desarrollo se somete a algún tipo de tratamiento antes de ser arrojados al entorno.

En Estados Unidos, el actual modelo urbano de servicios sanitarios ha cambiado poco desde el siglo pasado, con el estadounidense promedio tirando por el inodoro cada año más de 12,000 litros de agua potable hacia el drenaje. A pesar de la disminución en la disponibilidad per cápita de agua dulce, del incremento en el racionamiento de agua municipal y de la necesidad de reemplazar una gran parte de la vieja infraestructura del país de aguas residuales, existe poca discusión sobre cómo localmente podríamos virar hacia servicios sanitarios sostenibles en el futuro que reduzcan los requerimientos de agua dulce y que ofrezcan menores costos de energía.

Los inodoros sin agua y de compostaje son tecnologías de nicho, comercializadas a consumidores “ultra verdes” y a los que viven en lugares lejanos. De hecho, el reciclaje de aguas residuales, incluso para usos no potables, como paisajes de riego, sigue siendo controvertido en muchos lugares.

En efecto, la mayoría de las personas no quieren hablar de excremento, mucho menos discutir si y cómo podría ser reciclados en sus comunidades. Pero es precisamente este debate el que se necesita. Tenemos que desencadenar innovaciones en servicios sanitarios que puedan beneficiar a ciudadanos de países ricos y pobres, así como promover sistemas que ayuden a proteger la base de recursos de los cuales depende su desarrollo.

¿No sería eso algo para celebrar?

*Nota del Editor: Jenna Davis es académica en el Departamento de Ingeniería Civil y Medioambiental de la Universidad de Stanford, en donde su investigación y cátedra se enfoca al agua, servicios sanitarios y salud. Trabajó en el Equipo del Milenio de Agua y Saneamiento de Naciones Unidas, y su equipo de investigación, el Grupo del Excremento, ha trabajado en temas de agua y saneamiento en más de una docena de países en desarrollo.
(Las opiniones expresadas en este comentario son únicamente las de Jenna Davis)