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(CNN) — Mahmood Ahmed, de nueve años, estaba jugando cerca de su hogar en Zintan, en el oeste de Libia, cuando encontró un objeto verde que nunca antes había visto. Quería saber qué contenía, por lo que lo llevó a su patio y empezó a pegarle con una piedra.

El objeto era una bala de una metralleta antiaérea y explotó, arrancándole la mano izquierda. Ahora, Mahmood se está acostumbrando a la vida con una mano de plástico. Él es solo una de las víctimas infantiles por accidentes tras la guerra que derivó en la salida de Moammar Gadhafi, en agosto pasado.

La organización internacional Mines Advisory Group (MAG, por sus siglas en inglés), la cual dio a conocer su caso, ha registrado 90 decesos —la mayoría de niños— por accidentes similares que involucran minas y artefactos que no explotaron durante la guerra en la región de Zintan y Misrata, tan solo el año pasado.

Esta organización también registró 45 muertes en las montañas occidentales de Libia y todavía está tratando de recaudar información de accidentes en el resto del país.

Entre las estadísticas se encuentran varios miembros de la misma familia en Ajdabiya, en junio. Shada Yonis, de tres años, llevó una granada a la sala de su casa y jaló del seguro. Su padre, Yonis Sala, murió intentando cubrir a sus hijos, mientras que Shada y Shema, de cinco años, también murieron. Su madre, su hermano Sulah, de ocho años, y dos niños más resultaron gravemente heridos.

Dos niños murieron el sábado 10 de diciembre en Sirte, cuando un artefacto explotó mientras un grupo de personas formaban un museo de armamento de la guerra, informó el grupo de asesoría sobre minas.

Además de obtener información sobre áreas contaminadas y aislarlas, el MAG está tratando de educar a las comunidades sobre los peligros.

Louise Skilling, coordinadora de enlace regional de la organización, comentó que hay “mucha contaminación” en casas y áreas residenciales.

“Los accidentes son principalmente con niños, en especial chicos adolescentes, quienes no comprenden el peligro de manejar dispositivos. Estamos tratando de cambiar el comportamiento de los jóvenes y la mejor manera de hacerlo es a través de sus madres. Estamos trabajando con escuelas, grupos de mujeres y de puerta en puerta en las áreas contaminadas”, aseguró Skilling.

De acuerdo con la líder del MAG, la cantidad de accidentes ha subido desde que terminó la guerra, porque la gente que fue desplazada está regresando a sus hogares y tratando de reconstruir su vida. “Muchos accidentes están ocurriendo en casas o cerca de ellas mientras la gente trata de reducir los daños”, agregó Skilling.

Otras organizaciones también trabajan para generar conciencia sobre las armas que los niños confunden con juguetes.

Mohamed Khalifa Kanah, un voluntario de la Media Luna Roja libia en Nalut, una de las 30 ramas de la organización en el país, está visitando escuelas en la ciudad y el área conurbada para educar a los niños sobre los peligros.

“Los niños están trayendo municiones vivas a las escuelas. Están recogiendo grandes armas antiaéreas y jugando con ellas”, advirtió Khalifa. “Voy a las escuelas y hablo con los niños sobre qué son las minas, qué son los materiales explosivos, cómo evitar esas áreas y qué hacer si te topas con una”, explicó.

“Es terrible tener que hablar de esto con niños, pero la realidad es que ahora es algo común. De vez en cuando algo ocurre y un niño muere o pierde una pierna o un brazo”, agregó el voluntario.

Kanah ha colocado carteles de concientización, que la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y la Media Luna Roja otorgan, en hospitales, centros comerciales y escuelas. También regala sombreros y playeras con este mensaje.

La organización de beneficencia Merlin trabaja en un hospital en Nalut —una pequeña ciudad con tan sólo 25,000 personas ubicada en las montañas de Nafusa— y ha tratado a gran cantidad de niños por heridas de bala y aparatos explosivos desde el fin de las hostilidades.

Desde que terminó el conflicto, dijo la organización, ha muerto un niño en Nalut y por lo menos cinco han sido gravemente heridos.

Para Jo Woodrow, una fisioterapeuta que atiende a pacientes lastimados en el hospital, el problema está relacionado con la falta de experiencia en la manipulación del armamento.

“La mayoría de las personas que pelearon en la guerra no eran soldados, por lo que tienen poca experiencia en el resguardo seguro de armas. Regresaron de la guerra y las dejaron por ahí. Los niños son curiosos y así es como ocurren los accidentes. A mucha gente le da pena y no dicen con exactitud cómo ocurrió el accidente”, aseguró Woodrow.

Actualmente, la terapeuta trabaja con un chico de 17 años que recibió accidentalmente un disparo a quemarropa de un rifle francotirador. “Tiene pasadores que mantienen juntas sus piernas y tiene daño nervioso. No caminará durante un largo tiempo”, lamenta Woodrow.

Muchas de las víctimas han tenido que salir de Libia para recibir tratamiento debido a la falta de instalaciones de rehabilitación en el país, según la terapeuta.