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(CNN) — Mara Rhoades recuerda cuando su hija Emilia Cooper comenzó a preocuparse por el peso. Tenía 5 años.

Fue cuando los niños de su escuela en Brooklyn comenzaron a llamarla gorda. “Se volvió muy consciente de su peso”, dijo Rhoades. “Comenzó a llegar a casa y a decirle a su hermano de 3 años de edad: ‘Si comes eso, vas a engordar’”.

“Todos hacemos mucho ejercicio, y definitivamente ése es su tipo de cuerpo”, dice Rhoades.

“Gordo” es el nuevo “feo” en el patio escolar. Niños de tan sólo tres años se preocupan por estar gordos. Los niños de entre cuatro y cinco años de edad saben que “flaco” es bueno y “gordo” es malo. Los niños en la escuela primaria se llaman “gordos” entre sí como un comentario despectivo.

“El odio a la gordura se ha vuelto tan omnipresente que es parte de la estructura de nuestro lenguaje e interacciones”, dice la médico Robyn Silverman, autora de Good Girls Don’t Get Fat (Las chicas buenas no engordan). “Gordo y delgado ya no son simplemente evaluaciones de tu tamaño o peso, sino de tu personalidad. Así que puedes imaginar por qué la adopción de estas actitudes, el interés por las dietas y la conducta desordenada están ocurriendo más temprano también”.

La preocupación por el peso comienza antes

Los niños captan los mensajes expresados e implícitos de sus padres y de los medios de comunicación desde que pueden abrir sus ojos y aprenden rápidamente cómo luce la persona ideal de su género. Cuando los padres están más preocupados con el peso, los niños tienden a tener las mismas preocupaciones. Pero la amplia cultura de las películas, la televisión, los trajes de Halloween y las camisetas de venta masiva indican a los jóvenes, desde una edad muy temprana, que lo gordo es malo y lo delgado es bueno.

“Es toda la cultura. Los niños gordos son tratados de manera diferente que los niños más delgados desde que son muy pequeños. Escuchamos la preocupación de los padres acerca de que sus bebés sean gordos. Pensamos que una persona es menos inteligente si es gorda”, dice la profesora Amy Farrell, autora de Fat Shame: Stigma and the Fat Body in American Culture (Vergüenza gorda: El estigma y el cuerpo gordo en la cultura estadounidense).

El lenguaje de “ser-gordo-es-malo” puede comenzar en la escuela preescolar, donde los niños no saben qué significa “gordo”, pero saben que no es bueno. “Hemos escuchado de niñas con todo tipo de pesos que se preocupan por ser gordas, porque es un insulto letal que otras niñas usan”, dice Silverman. “Ellas lo asocian con ser dignas de culpa, feas, perezosas, poco populares y con todos los polos opuestos de ser feliz, querida, popular y buena. Es posible que no tenga nada que ver con cómo lucen en sí”.

En televisión, películas y juguetes, los mensajes suelen ser bastante claros: Los personajes delgados son buenos e inteligentes, y los personajes gordos son estúpidos o malos. En las revistas y vallas publicitarias se destaca la idea de que la delgadez es el objetivo. “La gente gorda es presentada como mala o estúpida”, dice Peggy Orenstein, autora de Cinderella Ate My Daughter (Cenicienta se comió a mi hija).

¿Cuál es el impacto?

Las personas que hacen dieta frecuentemente y dedican mucha atención y autocontrol a lo que comen, a menudo no tienen suficiente enfoque para realizar problemas de matemáticas u otros ejercicios, dice Jennifer Thomas, profesora de Psicología en la Escuela de Medicina de Harvard y subdirectora del Programa Clinico y de Investigación de Trastornos Alimenticios del Hospital General de Massachusetts.

También es cierto que los niños y adolescentes en crecimiento necesitan alimentos nutritivos y bien balanceados para convertirse en adultos sanos. En las personas que limitan severamente su consumo de alimentos durante periodos prolongados, los encefalogramas muestran que sus cerebros se encogen, dice Thomas.

Habla con ellos

Aylin Ellenburg, una madre de trillizos de 17 años (dos mujeres y un hombre) en Miami, abordó el tema de la imagen corporal y de los trastornos corporales con sus hijas en un ambiente grupal. Ayudó a crear un club de lectura con madres e hijas de la escuela secundaria de sus hijos.

“Lo hicimos a esa temprana edad para que entendieran las consecuencias de estar demasiado preocupados por el peso y que entendieran que alguien puede lucir ‘perfecto’ y sufrir por dentro”, dice Ellenburg, quien tiene dos hijas y un hijo. “Las chicas realmente hablaron sobre ello y nosotras, las mamás, pudimos poner nuestro granito de arena”.

Deja de hablar de la comida en términos morales

Los padres cuyo peso es normal, pero que hablan todo el tiempo de que deben hacer dieta o perder peso cuando están frente a sus hijos, podrían tener una influencia negativa en sus hijos, por ejemplo: la mamá que habla de hacer dieta porque subió un par de kilogramos o dice que “se portó mal hoy” por comer un pedazo de pastel.

“Los niños captan la idea de que sus padres piensan que necesitan perder peso y entienden que ellos (los niños) necesitan hacer lo mismo”, dice Debbie Rea, una profesor especialista en trastornos alimenticios y kinesiología en la Texas Christian University.

“Enseña a tus hijos que todo el mundo merece ser tratado bien, son importar su tamaño, forma, color de piel o lo caro que sean sus zapatos”, dice Farrell, “Venimos en una diversidad de formas y tamaños. Disfruta de tu cuerpo, disfruta del movimiento físico, come alimentos sabrosos y buenos para ti y celebra el hecho de que estás vivo”.