Por Greg Botelho y Emma Lacey-Bordeaux
(CNN) — Desde fuera, la casa en la avenida Seymour se parecía a cualquier otra del vecindario Westside de Cleveland, Estados Unidos. Desde dentro, se parecía al infierno.
Había alarmas improvisadas en las puertas delantera y trasera. El columpio del porche obstruía una escalera. Había unas telas pesadas que obstruían el paso a la cocina y al segundo piso. En la habitación, había un inodoro de plástico. Las puertas no tenían manijas, sino cerrojos, pestillos y pasadores. Las ventanas del segundo piso estaban cubiertas con tablas y garantizaban que no entrara la luz ni siquiera en los días soleados.
Luego, había ataduras, cinta para tuberías, cinturones de plástico, cadenas metálicas sujetas a una columna en el sótano y a las paredes de las habitaciones, para asegurarse de que Michelle Knight, Amanda Berry y Gina DeJesus no escaparan. Pero a pesar de todos los esfuerzos de Ariel Castro, lograron escapar.
El 6 de mayo, Berry alertó a los transeúntes al golpear la puerta principal y salir arrastrándose con su hija de seis años. Las tres mujeres están libres y Ariel Castro pagará por lo que hizo: 1.000 años de prisión sin derecho a libertad condicional, según falló el jueves un tribunal de Cleveland.
Castro hizo un trato para declararse culpable de 937 cargos y evitar así un juicio en el que posiblemente lo habrían condenado a muerte. Los fiscales no tenían que presentar pruebas el jueves, pero lo hicieron por medio de testimonios, estudios sobre los efectos y un memorándum para la sentencia.
Uno de los capítulos fue cuando Castro llevó a DeJesus al sótano de su casa en donde la encadenó, la ató con cinturones de plástico y la agredió sexualmente.
El abuso sexual era incesante, al igual que la violencia y las amenazas. Castro les había mostrado un arma y las amenazó con dispararles si alguna vez trataban de escapar, señaló la fiscalía.
Dependencia del secuestrador
Cada mujer recibía un alimento al día. No podían usar un baño independiente y les permitían bañarse como mucho dos veces por semana. Después de agredirlas sexualmente, Castro a veces les arrojaba dinero, que tomaban cuando quería que les comprara algo.
“Les hizo creer que su supervivencia física dependía de él”, escribió el fiscal del condado de Cuyahoga en un reporte sobre las investigaciones y en el memorando de los cargos. “Amenazó con matarlas si no satisfacían todas sus exigencias”.
Cuando Knight quedó embarazada, Castro actuó. Dijo que idearon juntos un plan y todo terminó después de “varios días”, tras una dieta de únicamente té y un régimen de sentadillas y saltos. Según las autoridades, Knight (y DeJesus) contó una versión totalmente diferente: Castro la golpeó, la pateó y saltó sobre su estómago, la obligó a hacer ejercicios y la hizo pasar hambre durante días. Knight dijo que esto ocurrió varias veces y cada una resultaba en un aborto. En la declaración de culpabilidad de Castro, se contemplan dos cargos de homicidio agravado.
Amanda Berry también quedó embarazada. No recibió cuidados prenatales, pero le permitieron tener al bebé. El día de Navidad de 2006, la niñita nació en una alberca de plástico (para contener el desorden) dentro de la casa de la avenida Seymour.
Knight hizo las veces de comadrona, aunque bajo coacción. La niña no respiraba cuando nació, hasta que Knight le dio respiración de boca a boca. Todo ese tiempo, Castro estuvo atento a ella.
“Recuerdo que Michelle dijo que si la bebé moría, ‘él me mataría’”, declaró la agente Barbara Johnson, una de las dos policías que entraron a la casa a rescatar a Knight. La bebé sobrevivió milagrosamente, al igual que Knight, Berry y DeJesus.
“Pasé 11 años en el infierno”, dijo Knight este jueves, mientras se proclamaba como sobreviviente antes de dirigirse a Castro. “Ahora tu infierno apenas comienza”.
‘El daño ocasionado no desaparecerá’
Durante todos esos años, Castro siguió con su vida, trabajaba como chofer de un autobús escolar, tocaba con grupos como el Grupo Fuego y Los Boyz del Merengue, asistía a la iglesia los domingos, y regresaba a casa a abusar sexual, física y emocionalmente de las jóvenes, una y otra y otra vez.
El jueves trató de justificar su comportamiento y dijo: “No soy un monstruo, estoy enfermo”. Castro argumentó que su adicción al sexo lo empujó a hacer cosas que sabe que estaban “100% mal”, aunque negó haber torturado o golpeado a sus tres cautivas.
Castro reconoció oficialmente haber cometido varios sórdidos delitos. Las historias de las víctimas y la gran cantidad de pruebas que la policía presentó pintan una escena intensa y aterradora sobre lo que vivieron esas mujeres.
Aunque usualmente las cuatro cautivas estaban separadas, se ayudaron y se dieron fuerza entre sí. Knight, la mayor, fungió como médico, enfermera, comadrona y pediatra de Berry y de su hija, según declaró el médico. Literalmente se interpuso entre Castro y DeJesus y recibió el abuso sexual y físico para proteger a su amiga.
El jueves, Knight reconoció que DeJesus, con quien compartía una habitación oscura de dos por cuatro metros, le salvó la vida. “Nunca la dejé caer y ella nunca me dejó caer”, dijo Knight. “Me cuidó para que sanara cuando estaba muriendo a causa de los abusos”.
Las cautivas llevaron diarios en los que documentaban el sexo forzado y la expectación de más abusos, los días y las noches en los que sangraron juntas en la oscuridad, en los que estuvieron encadenadas a los muros y las trataron como animales.
De alguna forma, mantuvieron la esperanza. Como dijo Knight: “Dijimos que algún día saldríamos vivas y lo hicimos”
Los diarios que llevaban las mujeres contienen descripciones de estos crímenes, incluyendo el abuso sexual, el estar encerradas en un cuarto oscuro y encadenadas a una pared. Y McGinty dice que otras anotaciones se refieren a la anticipación de abusos por venir, incluyendo las amenazas de muerte por parte de Castro. Sin embargo, los diarios también muestran indicios de esperanza, incluyendo “el sueño de escapar y reunirnos con la familia algún día”.