Por Steven Jiang, CNN
(CNN) – Las hojas de los árboles cambiaban de color a amarillo y rojo en Damascus, Oregón, a finales de octubre. Las decoraciones de la noche de brujas competían por la atención, decorando casi todas las casas en este somnoliento suburbio de clase media en Portland, en la costa del Pacífico Oeste.
Como todos los años unas cuantas calabazas estaban colocadas en los escalones de la entrada de la casa de Julie Keith, mientras que tres tumbas falsas saludaban a los visitantes en el porche delantero.
“Me siento obligada a usarlas cada año porque siento que necesitan tener algún valor”, dijo Keith, de 43 años, que vive allí con su esposo y sus dos hijos pequeños. “Me entristezco por las personas que tienen que soportar la tortura para hacer estas tontas decoraciones”.
Las decoraciones venían en un juego “Totally Ghoul” (Completamente demoníaco) de 29 dólares que Keith compró en una tienda Kmart local en 2011. Cuando abrió el paquete antes de la noche de brujas el año pasado, cayó una carta.
En un mal inglés mezclado con chino, el autor pedía ayuda: “Si usted ocasionalmente (sic) compra este producto, por favor sea tan amable de reenviar esta carta a la Organización mundial de derechos humanos. Miles de personas aquí… le agradecerán y recordarán por siempre”.
La decoración de la noche de brujas contenía un pasaje de la carta que envió el recluso del campo de trabajo, el Sr. Zhang.
Largas horas y abuso
La carta continuó proporcionando detalladamente las horas agotadoras, los abusos verbales y físicos así como la tortura que tenían que soportar los reclusos que fabrican los productos, todo esto en un lugar llamado Campo de Trabajos Masanjia en China.
“Al principio fue sorprendente y no sabía si era un engaño”, recuerda Keith, una directora de programa en una empresa que dirige una cadena de tiendas de descuentos y centros de donación. “Una vez que leí la carta e investigué en el internet, me di cuenta que esto podía ser cierto.
“Sabía que hay campos de trabajo en China, pero esto me golpeó de frente. No tenía idea si esta persona continuaba con vida o si ya había muerto en el campo, es extraordinario que la carta pudo llegarme desde China”.
Keith atendió la llamada del escritor poniéndose en contacto con grupos de derechos humanos, pero no recibió respuesta alguna. Entonces subió la carta en Facebook, lo que hizo que el periódico local de Oregón publicara un artículo de primera plana.
Conforme se difundió el descubrimiento de la noche de brujas fuera de lo común de Keith, su historia alcanzó las noticias internacionales, y puso en la mira a uno de los más notorios campos de labores de China, y al controversial sistema detrás de estos.
Los cuartos de los prisioneros hombres en el campo de trabajos de Masanjia se encuentran detrás de campos cubiertos por almiares.
Extraño descubrimiento
Entonces, una mañana hace poco, a unas 6.000 millas (9.656 kilómetros) de Damascus, un hombre de gafas, de mediana edad, entró en las oficinas de CNN en Pekín para hablarnos sobre este extraño descubrimiento en el otro lado del mundo. Su voz era suave y tranquila, pero algunas veces dejaría entrever agonía y entereza.
“Vi el empaque y supuse que los productos estaban destinados a algún país de habla inglesa”, dijo. “Sabía acerca de la Navidad, pero estábamos fabricando cráneos y cosas así, no sabía mucho acerca de la noche de brujas.
“Pero tenía la idea de contarle al mundo exterior sobre lo que pasa aquí -era una revelación incluso para alguien como yo que había pasado toda mi vida en China”.
Después de meses de búsqueda, por medio de una fuente confiable y con algo de buena suerte, CNN encontró al hombre que dice haber escrito la carta que Keith encontró entre sus decoraciones para la noche de brujas. Puesto en libertad del campo de trabajos, pero con miedo de ser enviado de vuelta, aceptó a ser entrevistado por primera vez en la televisión con la condición de que CNN ocultara su identidad.
El “Sr. Zhang” -como se llamaría- es un seguidor del movimiento espiritual Falun Gong; el gobierno chino tilda a este movimiento de ser culto maligno y lo declaró ilegal desde 1999. Afirma haber sido detenido por la policía varios meses antes de los Juegos Olímpicos de verano de 2008 y sentenciado a dos años y medio en el campo de trabajos de Masanjia en el noreste de China.
“Para las personas que han estado allí, es imposible de imaginar”, dijo. “Lo primero que hacen es quitarte la dignidad humana y humillarte”.
Zhang narró el uso sistemático de palizas, privación de sueño y tortura, dirigidos especialmente a aquellos como él que rehusaban a arrepentirse. Algunos detalles grotescos son demasiado específicos para él como para contarlos.
“La fabricación de productos resultó ser un escape de la horrible violencia”, dijo “Pensamos que podíamos protegernos y evitar las agresiones verbales y físicas mientras trabajáramos y lo hiciéramos bien”.
Mensajes secretos
Para adelantar con su plan de exponer el horror en el campo, arrancaba en secreto hojas de los libros de ejercicios para las sesiones de adoctrinamiento político ya que los reclusos tenían prohibido tener papel. También se hizo amigo de un pequeño criminal de su ciudad natal, un escucha de los guardias, que logró conseguirle otro producto prohibido: un recambio de bolígrafo.
“Lo escondí en un espacio hueco en el soporte de la cama; únicamente tenía tiempo de escribir tarde por las noches, cuando ya todos estaban durmiendo”, recuerda. “Las luces siempre permanecían encendidas en el campo y había un hombre en servicio en cada cuarto para vigilarnos”.
Nos muestra la incómoda postura que mantenía en su cama y continúa: “Me acostaba de lado viendo a la pared para que solamente pudiera ver mi espalda. Colocaba el papel sobre la almohada y escribía lentamente en él”.
Un graduado universitario, dijo que le tomó dos o tres días terminar una sola carta con este meticuloso y arriesgado proceso. “Intenté ocupar el mayor espacio posible en cada hoja”, dijo. “Cada carta era ligeramente distinta porque tenía que improvisar, recuerdo haber escrito SOS en algunas, pero no en otras.
“Era muy difícil para mí escribir en inglés. Había estudiado el idioma, pero nunca había practicado mucho hablarlo o escribirlo. Es por eso que incluí algunas palabras en chino para asegurarme que el mensaje no fuera malinterpretado por mis errores en inglés”.
Deslizó 20 cartas en los paquetes de decoraciones de la noche de brujas en 2008 y al menos una, en contra de todas las probabilidades, salió a la luz y llegó a las primeras planas cuatro años más tarde.
Dentro del campo
A finales de octubre, los colores de otoño se desvanecían rápidamente en el municipio de Masanjia conforme las temperaturas caían hasta casi acercarse al punto de congelación por las noches. Al conducir hacia el pueblo, el paisaje era una mezcla de áridas tierras de labranza y fábricas que han detenido su actividad con letreros anunciando alquileres baratos.
La población en sí se encuentra en las afueras de Shenyang, la capital de provincia de Liaoning y la base industrial de ocho millones de residentes. Si no fuese por la infamia del campo de trabajos, sería simplemente otro lugar atrasado en el cinturón de óxido del noreste de China.
Un emblema nacional y dos pancartas adornan una entrada sin vigilancia en el centro de la localidad. Una decía “Trabajos de Masanjia de la Provincia de Liaoning”, le faltaban las palabras “Campo de”; la otra leía “Escuela para la educación ideológica de la Provincia de Liaoning”.
Dentro del complejo, que parecía estar cerrado, aunque los funcionarios no lo confirmaron, los campos cubiertos de almiares y maíz seco separaban tres grupos de edificios de baja altura. Las oficinas administrativas estaban pintadas de blanco, los alojamientos para las prisioneras eran en su mayoría rojos y para los prisioneros en gran medida eran de color beige. Las altas paredes de concreto azul brillaban con alambrado y rodeaban las áreas de los reclusos; las torres de los guardias se erguían en cada esquina.
“Vaya, han retirado el letrero enfrente del campo de los hombres”, se maravilló Liu Hua en una puerta sin marcas. “Mira, ese edificio que parece bodega allá era donde los hombres como Zhang solían trabajar”.
Conforme la furgoneta que la llevaba y el equipo de CNN se detuvieron cerca de los alojamientos para las mujeres, poderosas memorias se precipitaron en esta granjera de 50 años de una aldea cercana.
“Estaba recluida en ese edificio, el Cuarto 209”, dijo mientras se mantenía de pie fuera de la cerca. “Teníamos la llamada para despertarnos a las 4:15 a.m., trabajábamos desde las 6 de la mañana hasta el mediodía, teníamos 30 minutos para comer e ir a los aseos y volvíamos a trabajar hasta las 5:30 p.m. Algunas veces teníamos que continuar hasta la medianoche si había mucho trabajo, y si no podías terminar tu trabajo, te castigaban”.
La antigua reclusa de Masanjia, Liu Hua (a la derecha) camina a través del campo en las afueras de los alojamientos para las mujeres y habla con un reportero de CNN.
Los últimos reclusos
Liu únicamente se atrevió a volver aquí después de enterarse que las autoridades habían liberado al último grupo de reclusos a mediados de septiembre, un paso aparente hacia el cierre del complejo.
Ha terminado dos veces en Masanjia por hacer peticiones a las autoridades locales acerca de lo que ella llama apropiación ilegal de tierras. En total, pasó dos años y medios en el campo de trabajos. Su primera temporada coincidió con la de Zhang, pero únicamente se conocieron después de haber sido liberados. A diferencia de Zhang, Liu no vio el trabajo como un escape. Se estremece al recordar que fabricaba chaquetas de plumas para ser enviadas a Italia y camisas que se vendían en Corea del Sur, ante la fuerte carga de trabajo que casi arruinó su salud.
Tenía que hacer de todo, desde combinar telas hasta separar los materiales y cortar los hilos sueltos”, dijo. “Cada día, tenía que repetir siete pasos de trabajo, con un total de cerca de 2.400 pasos”.
Liu sufrió de presión sanguínea alta y desnutrición, y cuenta que una vez se desmayó en el trabajo pero se le negó atención médica. Por su actitud desafiante, dijo que también los guardias ordenaron a sus compañeras reclusas que la golpearan dos veces, sus golpes con taburetes plásticos y tazones fueron tan violentos que perdió el conocimiento. “Pero todavía tenía que trabajar después de que recuperé la conciencia”, agregó. “Este lugar era el infierno en la tierra”.
Horror expuesto
En abril pasado, la temible reputación de Masanjia se cimentó cuando Lens, una revista china, publicó un largo artículo que describía los horrores dentro de sus paredes. En base a entrevistas con una docena de antiguas reclusas, entre ellas Liu, la historia -llamada “Dejando Masanjia”- detallaba el atroz ambiente de trabajo y de vida así como el uso frecuente de la tortura en el campo.
Los periodistas chinos también hablaron con dos antiguos funcionarios del campo, que dijeron que en Masanjia hubo más de 5.000 reclusos trabajando como obreros gratuitos en su mejor momento, que crearon ingresos anuales de casi 100 millones de yuan ($16 millones), entre ellos los generados por las exportaciones.
Aunque los funcionarios reconocieron las malas condiciones de vida y de trabajo, negaron el uso de la tortura. Admitieron que algunos funcionarios podrían haber hecho uso excesivo de la fuerza al tratar con reclusos desobedientes.
La historia mencionó el descubrimiento de una carta acusadora sobre Masanjia en un paquete de decoraciones para la noche de brujas en los Estados Unidos, y que la noticia provocó un gran revuelo en el campo de trabajo. Cuando se le preguntó, un oficial confirmó que la carta sí provenía del campo de trabajo de hombres en Masanjia.
La publicación del artículo sorprendió a muchos observadores, ya que los medios locales chinos, todos controlados por el gobierno, habían rechazado este sensible tema.
Menos de dos semanas después que la emisión llegara a los quioscos, la agencia de noticias oficial, Xinhua, publicó una respuesta de las autoridades locales. Dijo que el artículo era “gravemente erróneo”, los funcionarios provinciales en Liaoning dijeron que una cuidadosa investigación en Masanjia no encontró evidencias de torturas o malos tratos a los reclusos entrevistados durante su confinamiento.
Los funcionarios también rechazaron las acusaciones de condiciones de vida y de trabajo horrorosas en el campo, y acusaron a los periodistas de comprar “campañas de difamación” lanzadas por los movimientos en el extranjero de Falun Gong. No mencionaron la carta de la noche de brujas en su refutación.
La revista Lens suspendió su publicación durante varios meses después de su edición de Masanjia.
A pesar de los repetidos esfuerzos de CNN, los funcionarios del departamento de policía de Liaoning y de la oficina de prensa rehusaron hacer comentarios sobre esta historia.
Cientos de campos
Según los informes, Masanjia es sólo uno de cientos de campos de trabajo en China que funcionan bajo el esquema del laojiao, o la “reeducación a través del trabajo”.
Iniciado en 1957, el sistema le permite a la policía retener a quienes cometen delitos menores, como ladrones, prostitutas y drogadictos, en campos de trabajo por hasta cuatro años sin juicio. El proceso judicial de China en sí ya es controlado por los comunistas que gobiernan en un régimen de un sólo partido. En un informe presentado en 2009, dirigido a un foro de las Naciones Unidas sobre derechos humanos, el gobierno chino reconoció que había 320 complejos de este tipo en todo el país, en donde permanecían 190.000 personas. Otros cálculos han elevado el número de reclusos a cifras mucho mayores.
Durante mucho tiempo, los críticos han acusado a las autoridades de hacer un mal uso de los campos para acallar a los llamados alborotadores, entre ellos disidentes políticos, activistas en materia de derechos y miembros del Falun Gong.
“La constante existencia del laojiao significa que China sique siendo un estado policial”, indicó Pu Zhiqiang, un prominente abogado de Pekín, conocido por defender a los críticos del gobierno en la corte, y un franco oponente del sistema de los campos de trabajo. “Va en contra de la misma constitución y leyes de China, así como de las convenciones internacionales que ha firmado”.
“El peligro realmente es respecto al poder desmedido de la policía en una época en la que están bajo cada vez más presión por mantener la estabilidad social”.
El año pasado, dos de los casos de Pu generaron una masiva reacción violenta en contra del laojiao; esto forzó al gobierno a volver a examinar el polémico asunto. En uno de los casos, una madre fue sentenciada a un año y medio en un campo de trabajo por “perturbar el orden social” luego de que repetidamente presentara una petición a funcionarios para que los hombres acusados de violar a su hija de 11 años fueran ejecutados. En otro caso, un joven oficial de una aldea fue enviado a un campo de trabajo por un período de dos años a causa de reenviar publicaciones de Twitter consideradas sediciosas.
Señales de cambio
Desde el cambio en las principales autoridades ocurrido hace un año y a pesar de señales variadas, el gobierno finalmente puede estar listo para desechar el controversial sistema.
Li Keqiang, el nuevo primer ministro, dijo en su primera conferencia de prensa como jefe del gobierno que los funcionarios estaban “trabajando arduamente para formular un plan” para reformar el sistema laojiao y que éste podría ser anunciado antes de fin de año. Un diplomático chino de alto nivel reiteró la declaración de Li recientemente al dirigirse a un foro sobre derechos humanos organizado por la ONU.
Mientras algunos activistas han expresado sus preocupaciones respecto al término oficial de “reforma” en lugar de “abolición”, Pu, el abogado, considera que la fuerte corriente de opiniones públicas en contra del sistema laojiao ha hecho que el gobierno actúe.
Ahora, provincias alrededor de China, entre ellas Liaoning, parecen estar preparándose para lo inevitable. Los medios de comunicación estatales han mencionado ejemplos de funcionarios que han detenido la aceptación de nuevos internos, han cambiado los nombres de los campos a centros de rehabilitación para drogadictos y han reducido el personal de las instalaciones.
Y ver el campo de Masanjia vacío parece ser el máximo testimonio de que no hay vuelta atrás.
De vuelta en Oregón, Julie Keith sigue a la espera del próximo movimiento de su gobierno. Contactó a los funcionarios de aduanas de Estados Unidos después de encontrar la carta, ya que la ley federal prohíbe la importación de productos fabricados con mano de obra forzada. Dijo que las autoridades admitieron que era poco lo que podían hacer, salvo añadir el informe a su archivo. No ha sabido nada de ellos desde entonces.
Cuando fue contactada por CNN, una portavoz del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) se negó a confirmar la existencia o el estado de una investigación.
“Estas acusaciones son muy graves y son una prioridad de investigación para el ICE”, indicó. “Estas actividades no sólo afectan negativamente la competitividad de las empresas estadounidenses, sino también ponen en riesgo a los trabajadores vulnerables”.
Abasteciendo al occidente
Sears, la empresa propietaria de Kmart, sí respondió cuando se le preguntó cómo era que productos de un campo de trabajo en China terminaban en las estanterías de sus tiendas. “Durante nuestra investigación, no encontramos evidencia de que la producción se subcontratara para realizarse en un campo de trabajo”, dijo, pero agregó que ya no se abastece de esa empresa.
Keith cree que Sears “debe saber”, pero “prefiere esconderlo”.
Activistas en materia de derechos humanos comparten su escepticismo; durante mucho tiempo han pedido una supervisión más estricta de las cadenas de suministro de las empresas multinacionales. “Muchos de estos campos son administrados como empresas y si buscas en Internet, encontrarás publicidad sobre ellos”, dijo Maya Wang, investigadora para Human Rights Watch, quien reside en Hong Kong. “Uno podría preguntarse cómo se ponen en contacto con las empresas occidentales y si las empresas occidentales han hecho la debida diligencia cuando procuran los servicios”.
Para los consumidores, sin embargo, Wang dice que la única apuesta segura para evitar los productos de trabajo forzado de China es impulsar una legislación en sus países y garantizar la implantación estricta por parte de sus gobiernos.
Incluso si China suprime el sistema de campos de trabajo, expertos como Wang y Pu señalan que los criminales condenados a menudo laboran en condiciones de trabajo similares en las cárceles.
Liberado de Masanjia pero todavía perseguido por la pesadilla, Zhang ha vivido tranquilamente en Pekín. Cuando Keith descubrió su carta que ya había caído en el olvido, y ésta llegó a convertirse en noticia, se sorprendió tanto como los demás. Zhang le envió una nueva carta a Keith a través de un amigo, en la que le daba las gracias efusivamente por su “acción justa que ayudó a personas que estaban en la desesperación, a alcanzar un buen final”, mientras le recordaba que “China es como un gran campo de trabajo” bajo el gobierno del Partido Comunista.
“Es bastante irónico que se tratara de un sangriento equipo de cementerio lo que compré, sabiendo que las personas que hicieron estos kits también estaban sangrientos y desesperados”, reflexionó Keith.
“Ahora reviso las etiquetas y trato de no comprar cosas que no necesito verdaderamente, sobre todo si fueron hechas en China”, agregó.