Por Todd Leopold
Nota del editor: El siguiente artículo sobre House of Cards contiene spoilers. Si preferirías no saber nada sobre la temporada uno o dos, haz clic en este artículo.
(CNN) — Cuando vimos por última vez al congresista de Carolina del Sur de Estados Unidos, Francis Underwood, en House of Cards de Netflix, se le ofrecía una cita para la vicepresidencia de Estados Unidos. ¿Cuántos problemas puede causar eso?
Debido a lo que Underwood hizo en la primera temporada del programa, probablemente más de lo que cualquiera anticipa. No esperes que sea el tipo de vicepresidente que saluda con las manos y asiste a funerales; Underwood es más propenso a sostener un cuchillo o dos, para apuñalarlos en la espalda, o si es necesario, en el frente.
House of Cards, que ayudó a establecer a Netflix como un programador original, regresa este viernes para su segunda temporada. Como en la primera, estará disponible completa para su descarga, lo que puede significar muchas cenas del Día de San Valentín enfriándose mientras los fanáticos ven en exceso los 13 episodios consecutivamente.
Mientras la segunda temporada comienza, Underwood interpretado por Kevin Spacey revela que la vicepresidencia no cambiará su corazón frío y pragmático.
“A un latido de la presidencia y ni un solo voto emitido a mi nombre”, dice en su toma de posesión. “La democracia está tan sobrevalorada”.
‘Cree que la ideología es una forma de debilidad’
Hemos recorrido un largo camino desde el comienzo de la primera temporada, cuando a Underwood le negaron su deseado empleo como secretario de Estado. Pero en un juego de “no te enojes, véngate”, Underwood; con la ayuda de Doug Stamper, su jefe de personal sutilmente brutal (Michael Kelly); Claire, su dedicada esposa cabildera e igual de intrigante (Robin Wright); y Zoe Barnes, una reportera ambiciosa y flexible (Kate Mara), logró superar los obstáculos y maniobrar su camino en la cadena alimenticia de Washington.
Si algunos cuerpos quedaron a su paso, figurativamente y en un caso literalmente bueno, el fin justifica los medios. Como Underwood señaló en el primer episodio mientras termina con la miseria de un perro lastimado, “no tengo paciencia para las cosas inútiles”.
Pero eso no quiere decir que Underwood tampoco quiere que el sistema funcione. En una entrevista en otoño pasado con CNN, el creador de la serie Beau Willimon, explicó que Underwood, en el corazón, es “un optimista”, aunque entiende el punto de vista más oscuro.
“Creo que la gente confunde su optimismo con cinismo cuando es egoísta sin tratar de pedir disculpas. Cree que la ideología es una forma de debilidad; una forma de cobardía”, dijo Willimon.
El escritor y productor observa que uno de los modelos del personaje es Lyndon Johnson, famoso por su conocimiento sagaz del proceso legislativo tanto como senador como presidente.
Willimon añadió que House of Cards no es necesariamente un programa sobre política, a pesar de su ambiente en Washington. Es un programa sobre el poder, en todas sus manifestaciones.
“Ese poder se muestra en nuestras vidas amorosas, o nuestros ambientes de trabajo, la forma en que nos comportamos cuando la aleatoriedad se restriega en nosotros”, dice. Y, añade, el poder puede ser más útil que el dinero: “El poder no tiene límites si estás dispuesto a ir lo suficientemente lejos para obtener lo más que puedas”.
‘¿El Sr. Macbeth va a Washington?’
Naturalmente, Willimon y sus estrellas no han revelado cuán lejos llevará las cosas Underwood en un programa que The Kansas City Star apodóEl Sr. Macbeth va a Washington. Sin embargo, los avances y los chismes ofrecen algunas pistas tentadoras.
Hay una sugerencia de que Underwood podría estar implicado en una investigación de asesinato. Quizá Barnes podría ubicar su ética. Un perfil de The New York Times Magazine sobre Willimon mencionó un “gran spoiler”.
Y Underwood parece dirigirse a un enfrentamiento con el industrialista rico, y compañero de tráfico de influencias, Raymond Tusk (Gerald McRaney), un amigo del presidente.
Igual de intrigante es el futuro de la esposa de Underwood, Claire. En los primeros episodios de la primera temporada parecía más preocupada por el comportamiento no ético que su esposo, después de todo, era cabildera de cuestiones ambientalistas. Pero eso cambió mientras encontraba que su propio sustento se veía amenazado.
En esto, es muy parecida a su esposo, dijo Wright.
“Es una pragmatista en el arte de la guerra”, dijo la actriz a The New York Times.
Sin importar cómo termine la segunda temporada, House of Cards, ya es una ganadora. Netflix gastó 100 millones de dólares para producir las primeras dos temporadas del programa. A cambio, el programa estuvo nominado a ocho premios Emmy en otoño pasado, y ganó tres, y la base de suscriptores y el precio de las acciones de Netflix alcanzaron nuevos puntos máximos. El servicio rápidamente se convirtió en un jugador importante para la programación original, con Orange Is the New Black del verano pasado ganando buenas críticas.
La empresa recientemente renovó a House of Cards para una tercera temporada.
Mientras tanto, uno solo puede preguntarse si un mejor paralelo shakesperiano para Underwood es Iago de Otelo, al echar gotas envenenadas en el oído del presidente. Todo lo que Willimon prometerá es que el programa se aferrará a su oscuridad.
“Hay personas a las que no les gusta el nivel de oscuridad, que encuentran a los personajes antipáticos”, dijo a The New York Times Magazine. “Y necesitamos aceptarlo”.