Por Holly Yan y Ed Lavandera
(CNN) — ¿Qué tan difícil es encontrar un avión en el fondo del mar?
Imagina que estás de pie en la cima de una montaña y tratas de ver una maleta que está en la base. Luego imagina que lo haces totalmente a oscuras.
Eso es básicamente lo que han tratado de hacer los grupos de búsqueda del vuelo 370 de Malaysia Airlines desde hace un mes.
Este jueves es el 34 día de la búsqueda del avión que desapareció el 8 de marzo con 239 pasajeros y tripulantes.
Las autoridades creen que el Boeing 777 se estrelló en el sur del Océano Índico mientras viajaba de Kuala Lumpur a Beijing.
Basan sus esperanzas en las señales que creen que provienen de las cajas negras del avión y redujeron la zona de búsqueda a un área de 58.000 kilómetros cuadrados, casi 40 veces la superficie de la Ciudad de México.
Sin embargo, el reto real es la profundidad de las aguas a las que se enfrentan.
Profundidades asombrosas
Las señales pulsátiles que se detectaron el sábado y una vez más el jueves provenían del lecho marino, a 4,500 metros de profundidad. El jueves las autoridades señalaron que tal vez se había detectado otra señal por medio de sonoboyas.
¿Qué tanto son 4,500 metros de profundidad? Es más de lo que mide la Estatua de la Libertad (93 metros), la torre Eiffel (324 metros) e incluso más de lo que mide el Burj Khalifa, el edificio más alto del mundo (828 metros).
De hecho si apilaras cinco Burjs uno sobre otro, solo llegaría a los 4,140 metros y no sería suficiente para llegar al sitio de donde los buscadores creen que provienen las señales.
A esas profundidades, la vida marina es diferente de cualquier cosa que la mayoría de las personas haya visto.
“Entre más profundo vayas, encuentras menos cosas”, dijo la bióloga marina, Paula Carlson. “Tienen que ser muy tolerantes al frío, tal vez ni siquiera tengan ojos. Tal vez sean ciegos porque no necesitan ver, no hay luz allá abajo”.
Sumersión tras sumersión
La presión a casi 4,500 metros de profundidad es aplastante, tanto que muy pocos submarinos tripulados la pueden soportar. “Solo hay una media docena de submarinos que pueden descender hasta la mitad de la profundidad del océano y son unos cuantos los países que tienen esa capacidad”, dijo Sylvia Earle, oceanógrafa de National Geographic. “Si llega al punto del colapso, simplemente implosiona, se aplasta”.
Solo un puñado de personas ha viajado a esas profundidades tan asombrosas. Una de ellas es el director de cine, James Cameron, quien, a bordo de un vehículo de última tecnología, descendió a unos 10.700 metros hasta el punto más profundo de la tierra: la fosa de las Marianas, en el océano Pacífico occidental.
Una labor titánica
Encontrar el avión es sumamente difícil. Sacarlo de las profundidades será aún más difícil.
“A estas profundidades… no habrá una recuperación como tal”, dijo Mary Schiavo, exinspectora general del Departamento de Transporte de Estados Unidos.
Cuando el Titanic chocó con un iceberg y se hundió en el Atlántico, tuvieron que pasar 70 años para descubrir el naufragio. Yacía a 3,800 metros de profundidad y allí yace hasta el día de hoy.
Cuando el vuelo 447 de Air France, que llevaba 228 personas a bordo, cayó al océano Atlántico Sur durante una tormenta en 2009, la ubicación exacta de los restos fue un misterio durante casi dos años.
Luego encontraron el avión y los cuerpos en un macizo montañoso a 4,000 metros de profundidad. Unos vehículos sumergibles en miniatura recuperaron las grabadoras de voz y datos del avión.
Finalmente se recuperaron 154 cuerpos. Aún yacen 74 en su tumba en las profundidades.
No darse por vencidos
Sin embargo, Amirtham Arupilai no acepta ese destino para su hijo Puspanathan, quien iba a bordo del vuelo 370.
“Mis entrañas y mi corazón me dicen que siguen con vida… todos los pasajeros están vivos”, dijo Arupilai.
Su hijo, especialista en tecnologías de la información, se dirigía a Beijing para tomar un empleo nuevo. Para sus padres lo era todo. Ella llama al celular de Puspanathan y escucha su voz en el mensaje del buzón. Lo considera un signo de que debe estar a salvo.
Nic Robertson contribuyó con este reportaje.