CNNEarrow-downclosecomment-02commentglobeplaylistsearchsocial-facebooksocial-googleplussocial-instagramsocial-linkedinsocial-mailsocial-moresocial-twittersocial-whatsapp-01social-whatsapptimestamptype-audiotype-gallery
Ciencia y Espacio

OPINIÓN: ¿La gente seguirá siendo útil en el siglo XXI?

Por CNNEspañol sjv

Por Yuval Harari, especial para CNN

Nota del editor: Yuval Noah Harari da conferencias en la Universidad Hebrea de Jerusalén y escribió el best-seller internacional Sapiens: A Brief History of Humankind, que se publicará en Estados Unidos en febrero de 2015. Éste es un artículo para el especial Tomorrow Transformed de CNN.

(CNN) — El siglo XXI avanza y los humanos están en peligro de perder su valor porque la inteligencia se está independizando de la consciencia.

Hasta ahora, la inteligencia superior siempre iba de la mano de una consciencia desarrollada. Solo los seres conscientes podrían ejecutar tareas que requerían mucha inteligencia, tales como jugar ajedrez, conducir un auto, diagnosticar enfermedades o escribir artículos.

Sin embargo, en la actualidad estamos desarrollando nuevas clases de inteligencia no consciente que pueden llevar a cabo estas tareas mejor que los humanos.

Esto suscita una nueva interrogante: ¿cuál de las dos es realmente importante: la inteligencia o la consciencia? Mientras una iba de la mano de la otra, esta pregunta era un simple pasatiempo para los filósofos.

publicidad

En el siglo XXI se está volviendo un asunto político y económico urgente. Es grave darse cuenta de que, al menos en la economía, la inteligencia es obligatoria, pero la consciencia tiene escaso valor.

Las experiencias conscientes de un taxista de carne y hueso son infinitamente más ricas que las del automóvil autónomo de Google, que no siente nada. Pero el sistema necesita que el taxista lleve a los pasajeros del punto A al punto B de la forma más rápida, segura y barata posible. El automóvil autónomo de Google pronto podrá hacer eso mucho mejor que un conductor humano. Lo mismo ocurre con los mecánicos, los abogados, los soldados, los médicos, los maestros… e incluso con los ingenieros computacionales.

¿Qué hará esa gente superflua? Esta pregunta no es del todo nueva. Cuando estalló la revolución industrial, la gente temía que la mecanización causara desempleo en masa. Eso no ocurrió porque conforme las viejas profesiones se hicieron obsoletas nacieron profesiones nuevas y siempre hubo algo que los humanos podían hacer mejor que las máquinas.

No obstante, ésta no es una ley de la naturaleza.

Los humanos tienen dos clases de habilidades: las habilidades físicas y las habilidades cognitivas. A lo largo de los pasados dos siglos, las máquinas reemplazaron a los humanos en las tareas físicas y los humanos se concentraron en realizar tareas cognitivas. Pero ¿qué pasará una vez que los algoritmos computarizados puedan superar a los humanos también en eso?

La idea de que los humanos siempre tendrán una habilidad única que esté más allá del alcance de los algoritmos no conscientes es simplemente una idea optimista. Se basa en la suposición tradicional de que la inteligencia y la consciencia están inextricablemente enlazadas una con la otra. Esto tal vez fue así durante los millones de años de la evolución, pero ya no.

Cuando los humanos y las computadoras luchan en las películas de ciencia ficción, los humanos ganan tarde o temprano porque resulta que tienen cierta chispa mágica en su interior que las computadoras no pueden entender ni emular. Éste es un legado de la creencia monoteísta del alma.

Desde que la gente cree que los humanos tienen alma, también ha sido fácil creer que esta alma tiene ciertos poderes mágicos que siempre estarán fuera del alcance de los simples algoritmos. Pero la ciencia no cree en el alma. El dogma científico actual se puede resumir en tres sencillos principios:

1. Un animal (incluido el homo sapiens) es una colección de algoritmos orgánicos a los que la selección natural moldeó a lo largo de millones de años de evolución.

2. Los científicos computacionales pueden crear algoritmos inorgánicos mucho más rápido de lo que la selección natural puede desarrollar algoritmos naturales.

3. No hay razón para pensar que los algoritmos orgánicos pueden hacer cosas que los algoritmos inorgánicos nunca podrán replicar o superar. Después de todo, los algoritmos son algoritmos. Mientras las matemáticas funcionen, ¿qué importa si los algoritmos se manifiestan en carbono, silicio o plástico?

Ciertamente en la actualidad hay varias cosas que los algoritmos orgánicos hacen mejor que los inorgánicos, pero esto es solo cuestión de tiempo. Los expertos han declarado repetidamente que algo (ya sea jugar ajedrez, reconocer rostros o conducir un auto) quedará fuera del alcance de los algoritmos inorgánicos para siempre. Pero resulta que para siempresignifica no más de una o dos décadas.

Entonces, ¿qué hará la gente? Algunas personas proponen que todos se volverán artistas. Sin embargo, no hay razón para pensar que la creación artística está a salvo de los algoritmos inorgánicos.

Según las ciencias naturales, el arte no es producto de un espíritu o un alma, sino de algoritmos orgánicos. Si es así, no hay razón por la que los algoritmos inorgánicos no puedan dominarlo. Hoy en día hay programas de computadora que predicen el éxito de una melodía o de una gran producción cinematográfica mucho mejor que los críticos de arte de carne y hueso; algunos programas incluso componen música que al público le parece tan conmovedora como la música hecha por humanos.

Mientras que en el siglo XIX la Revolución Industrial creó una nueva y nutrida clase de trabajadores (el proletariado urbano), la Segunda Revolución Industrial del siglo XXI podría crear una clase enorme de personas económicamente inservibles.

Gracias a las maravillas de las nuevas tecnologías, probablemente sea fácil mantener a estas masas bien alimentadas e incluso satisfechas. La dosis correcta de fármacos y juegos de computadora será suficiente, así que no habrá necesidad de exterminar a estos humanos por la fuerza. El sistema simplemente permitirá que desaparezcan discretamente.

Sin embargo, la gran pregunta que flota sobre esta posibilidad es si la consciencia tiene un valor intrínseco que no tiene nada que ver con la inteligencia. Los aparatos político, económico y científico prestan muy poca atención a esta cuestión. Tanto las ciencias naturales como las ciencias sociales se esfuerzan enormemente en examinar los procesos de inteligencia y toma de decisiones, como si la vida se redujera tomar decisiones inteligentes. El cerebro está de moda hoy en día. Por otro lado, la mente y la consciencia se consideran más como un fenómeno secundario.

Pero la cuestión es que no tenemos idea de lo que es la consciencia. Aunque para las ciencias naturales como la idea de que los algoritmos orgánicos crean la consciencia es un evangelio, nadie tiene idea de cómo sucede. Es un simple dogma. Hacer un análisis crítico de este dogma probablemente no sea solo el mayor desafío científico del siglo XXI, sino el proyecto político y económico más urgente.

Las opiniones recogidas en este texto pertenecen exclusivamente a Yuval Noah Harari.