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Secuestros en México: la indignación no cesa

Por CNN en Español

Por Jose Carreño Figueras

Nota del editor: José Carreño Figueras es el editor de noticias del extranjero en Global, una sección de noticias internacionales independiente del diario Excelsior en la Ciudad de México. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente suyas.

(CNN) — México ha visto una cascada de escándalos políticos que han sacudido al país en los últimos meses. Lo más notable es el sangriento incidente que ha sido ampliamente divulgado en el que 43 normalistas fueron "entregados" por la policía de la ciudad de Iguala a un grupo de narcotraficantes, quienes los asesinaron bajo la creencia de que los enviaba una banda rival.

Fotos: Históricas protestas en México

Para usar un cliché, fue la gota que derramó el vaso, un firme indicio de que el pueblo de México ya no está dispuesto a tolerar el estado actual de las cosas. Algunos han sugerido que el gobierno caerá, y otros han dicho que México es un estado fracasado.

El gobierno mexicano no parece estar a punto de caer, ni siquiera cerca de ello. Pero parece estar en una situación defensiva, quizás esperando a que la tempestad cese, de modo que pueda retomar la iniciativa política.

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En muchos sentidos, se trata de una crisis de confianza. Es como si todos los problemas que no fueron atendidos a lo largo de la historia estuvieran apareciendo juntos: la impunidad que se le permite a los malhechores, la politización de la justicia, la corrupción, la interacción percibida de distintos niveles de autoridades con el crimen organizado, la ineficacia de la policía ... y así sucesivamente. En otras palabras , los delincuentes parecen salirse con la suya. Sea cierto o falso, hay un sentimiento de que todo el sistema está comprometido.

Las autoridades no parecen ser capaces de controlar las bandas violentas que han acosado al país durante los últimos 10 o 15 años, aunque afirmen que una gran parte de la violencia ha sido el resultado del desmantelamiento de los principales cárteles de drogas.

Pero por otro lado, no parecen ser capaces de contener la actual violencia más o menos forzada de algunas de las manifestaciones de los últimos años. Sí, los robos y vandalismo aparentemente insignificantes de algunas manifestaciones (incluso el intento de quemar una puerta del Palacio Nacional) palidecen en comparación con la violencia relacionada a las drogas que ha ocasionado más de 60.000 muertes en los últimos 10 años.

Las apariencias podrían ser engañosas, pero poco ayudan al gobierno las imágenes de la aparente impotencia de la policía ante el vandalismo a pequeña escala de los supuestos estudiantes y los crecientes daños ocasionados por los así llamados anarquistas.

Puede ser que las autoridades intenten presentar públicamente una estrategia simplemente defensiva, para evitar mayores problemas. El país aún está traumatizado por la represión sangrienta del movimiento de estudiantes del año 1968.

Las autoridades de la Ciudad de México han permitido más de 2.000 manifestaciones anuales, durante varios años, y los habitantes de la Ciudad de México están más o menos habituados a las manifestaciones que no rompen ventanas o arrojan camiones de basura contra una barrera de la policía.

Pero las imágenes están allí.

Estos últimos 12 meses han sido el marco de grandes escándalos de corrupción que le han costado al país miles de millones de pesos... y le han costado a instituciones como Citigroup cientos de millones de dólares. Casos como el de Oceanografía (que defraudó a PEMEX y a los bancos por igual), como el de Grupo México (que supuestamente contaminó una región agrícola del estado de Sonora y parece que de un modo justo o injusto ha escapado con costos mínimos) y más recientemente, la decisión de anular un concurso de licitación para construir una línea férrea debido a las protestas de algunos de los participantes internacionales.

Estos casos están más o menos en la lista, pero la gente no tiene confianza en nuestro sistema judicial y en las maniobras legales que permite.

Y entonces, por supuesto, está Iguala. La desaparición de 43 estudiantes tocó un punto sensible que se ha convertido en una herida abierta en una manera que verdaderamente no tiene precedentes.