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Mundo

¿Quiénes son los héroes en la lucha contra el ébola?

Por Álvaro Valderrama

Por Robert Klitzman

Nota del editor: Robert Klitzman es un profesor de Psiquiatría y director del programa de maestría en Bioética en la Universidad Columbia. Es autor del próximo libro The Ethics Police?: The Struggle to Make Human Research Safe. Las opiniones expresadas en este texto pertenecen exclusivamente a Robert Klitzman.

(CNN) — "No me convertí en enfermera para arriesgarme a morir; contraer la infección de un paciente, y después ir a casa y ¡transmitir la infección a mis hijos!”, me dijo la enfermera. Tenía miedo y estaba asustada.

Una nueva enfermedad infecciosa se propagaba rápidamente sin tratamiento ni fin a la vista, aterrorizando a los médicos, enfermeras y público en general.

Como estudiante de medicina, recuerdo tener miedo de tocar a pacientes con esta enfermedad mortal, con ansiedad por poder contraerla. Mis instructores me dijeron que lavara mis manos y estetoscopio con una pequeña toalla con alcohol y que no me picara con una jeringa después de sacar sangre. Pero tenía miedo.

Muchos médicos anunciaron que no trabajarían en ciertos hospitales donde sentían que la enfermedad era más probable.

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El año era 1984, y la enfermedad era el VIH/Sida. En encuestas se mostró que la mitad de los internos médicos y residentes no continuarían tratando a pacientes con esta enfermedad, si se les daba la opción.

En las últimas semanas, pensé sobre esa época, mientras los temores al ébola tomaron a la nación. Durante aproximadamente 15 años; desde su primera identificación en 1981 hasta la demostración de su efectivo tratamiento, utilizando el llamado “coctel” en 1997; los temores al VIH arrasaron con el mundo.

El ébola y el VIH son transmitidos a través de fluidos corporales y son potencialmente mortales. El ébola es mucho más contagioso para los cuidadores; la simple exposición a fluidos corporales como saliva puede transmitirlo.

Nuestras respuestas a la epidemia de VIH tienen varias lecciones que enseñarnos.

Con el ébola, no hemos visto grandes cantidades de profesionales de salud anunciando que no quieren ir a trabajar por los posibles riesgos. Ciertamente, algunos podrían no querer reportarse a trabajar en el hospital de Dallas donde ocurrieron las exposiciones, pero la gran mayoría de profesionales de la salud continúan preparados para tratar a los pacientes en las salas de emergencia y en cualquier lugar del país.

Varios médicos y enfermeros ahora también contraen la infección; entre ellos el médico Craig Spencer de mi institución, el Centro Médico de la Universidad de Columbia.

Es un momento aterrador para ser médico o enfermero. La medicina siempre ha dependido de que los proveedores se pongan en una especie de riesgo. Intentamos minimizar estos peligros, pero a menudo persisten.

Hasta hace poco, un claro contrato social existía con respecto a los profesionales médicos. Los médicos y enfermeros acordaban ponerse en peligro para ayudar a sus pacientes porque no solo operaban desde un modelo económico de la descripción de un empleo, sino desde un sentido moral más profundo de compromiso a la beneficencia; a la salud y bienestar de sus pacientes. Aceptaban que a veces tendrían que poner las necesidades de sus pacientes antes que las suyas. Ese compromiso ayuda a los pacientes y a la sociedad e infunde confianza. Pero ese profesionalismo disminuye a medida que cuidar al paciente evoluciona de una “llamada” a simplemente un “trabajo”.

Al final, innumerables profesionales de la salud y yo superamos nuestro miedo y tratamos a pacientes con VIH. Un cirujano anunció, “cualquier miembro del personal que no quiera tratar a estos pacientes simplemente debe planear ya no venir a trabajar”; es decir, renunciar. Nadie lo hizo.

Sin embargo, en toda la atención prestada a la actual crisis de ébola, poco se ha dicho del heroísmo extraordinario de Médicos Sin Fronteras; una organización mejor conocida por su nombre en francés, Medicins Sans Frontiers, y sobre otros profesionales de la salud que se ponen en las primeras líneas del frente. Esta organización en particular destacó por su heroísmo inspirador.

En marzo, MSF comenzó a responder a este brote de ébola, y para junio declaró que la epidemia estaba “fuera de control” y que la organización alcanzó su límite en lo que podía hacer sola, pidiéndole al mundo que diera más ayuda. Pero pasaron semanas preciosas. Solo en agosto los CDC emitieron su primer comunicado de prensa sobre este brote.

Aun así, MSF continuó trabajando duro en las primeras líneas en África, instituyendo y siguiendo procedimientos para proteger a los proveedores que excedían a aquellos del extenso y con mejores recursos Estados Unidos, y que tardíamente se convirtieron en el estándar de oro.

¿Por qué? Porque trabajaron duro para defender sus ideales profesionales. Su compromiso moral los motivó a responder a crisis y desarrollar experiencia en ofrecer cuidado en tierra a emergencias.

MSF entiende que recursos adecuados deben calcularse para lidiar con brotes potenciales. Pero en Estados Unidos, no financiamos mucho a las agencias gubernamentales de cuidado de salud involucradas en la prevención de enfermedades y preparación de desastres en todos los niveles. Muchos legisladores pidieron menos involucración del gobierno en nuestras vidas y menos infraestructura de salud pública. Pero en una crisis, nuestra nación pide que los Centros para el Control de Enfermedades y los Departamentos de Salud Pública estatales y locales nos protejan mientras luchamos con presupuestos cada vez más limitados.

La crisis de ébola reveló brechas serias en nuestro sistema de cuidado de la salud y necesitamos pensar ampliamente en cómo lidiar más efectivamente con futuras epidemias.

También debemos reconocer la necesidad de apoyar a profesionales en las líneas frontales de cuidado de la salud. Su valentía al enfrentar esta enfermedad debe inspirarnos, debido a que en años recientes, las nociones de profesionalismo médico estuvieron bajo sitio mientras los motivos de ganancia y líneas económicas de fondo impulsan nuestro sistema de salud.

Aseguradoras, sistemas de salud y otros presionan a médicos y enfermeros para verse como empleados que siguen horarios y sirven a clientes en lugar de como profesionales que cuidan a los pacientes. Consecuentemente, los proveedores de salud demuestran más agotamiento, ya que tienen sus ideales erosionados. Aquellos que están completamente comprometidos; y todavía hay muchos, tienen nuestra apreciación.

Históricamente, los médicos y enfermeros se unieron para cuidar a nuestros pacientes más enfermos, a veces colocándose en un riesgo significativo. En los próximos meses, estos profesionales serán nuestras mayores armas contra esta plaga moderna.