Por Isabel Saint Malo
Nota del editor: Isabel Saint Malo, vicepresidenta de Panama y ministra de Relaciones Exteriores, habla en este artículo sobre las oportunidades que se abren para América Latina, el descongelamiento en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba y el desafío de la cooperación regional.
Esta semana, Panamá alberga la Cumbre de las Américas, una importante reunión de Jefes de Estado de todo el hemisferio, que inició el presidente Bill Clinton en 1992. La primera vez que Cuba está presente, junto con Estados Unidos y otros países de la región hace de ésta, un acontecimiento histórico antes incluso de que comience. Pero más allá de la gran oportunidad diplomática de descongelar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, hay mucho más en la agenda que merece nuestra atención.
El lema general de la Cumbre es “Prosperidad con equidad: desafío de la cooperación en las Américas”. Este podría ser el clamor de todas las naciones en nuestra región. ¿Cómo desarrollarnos de forma justa? ¿Cómo achicamos la brecha entre los ingresos de unos y otros? ¿Cómo le damos a todos una voz en su destino?
No cabe duda de que América Latina está en crecimiento, económicamente. Para 2020, el Producto Interno Bruto de la región llegará a los 10 billones de dólares, el doble que en 2010, con 640 millones de consumidores activos. No obstante esta prosperidad no ha alcanzado a todos en nuestros pueblos. Ahí es donde comienza la demanda de igualdad. La igualdad no es solamente una exigencia ética, sino también una condición técnica para el crecimiento sostenible de nuestros países y para nuestra futura paz y estabilidad. Aunque las Américas disfrutan de paz y, quizás con alguna excepción, estabilidad política, sabemos que esto corre peligro si, como región, no respondemos a los desafíos apremiantes que enfrentan nuestros pueblos hoy.
La democracia en nuestra región, por ejemplo, está limitada por la desigualdad y la falta de equidad, y por tanto luchar contra estos desafíos es también luchar para fortalecer la democracia. Lo mismo ocurre con la seguridad, la inmigración y la escasez de recursos energéticos. Estos derechos son subtemas claves de la agenda.
La presencia de todos los países en la mesa significa que podemos sacar a relucir todos los temas, incluidas cuestiones delicadas como los derechos humanos, la democracia y las libertades civiles. Estamos en un hemisferio diverso, con muchas ideas y muchas voces sobre estas cuestiones. De hecho, habrá una plataforma dedicada para las organizaciones de la sociedad civil en la Cumbre de las Américas en que ciudadanos de todos los países pueden discutir libremente lo que les preocupa. Debido a que este foro es liderado por una organización no gubernamental privada, y no por el Gobierno de Panamá, todos somos sujetos potenciales de discusión y blancos de críticas. Se espera que el presidente Obama y el presidente Varela, entre otros jefes de Estado, participen en las discusiones. Y eso es muy sano.
Estados Unidos se juega mucho en las discusiones en Ciudad de Panamá, que irán desde el cambio climático al comercio. La integración de Estados Unidos en el hemisferio es cada vez más fuerte, mediante una cooperación económica más, en seguridad y política. Panamá, por ejemplo es la economía de más rápido crecimiento en la región.
El intercambio con Estados Unidos constituye el 23 por ciento de nuestro comercio bilateral. El comercio entre Estados Unidos y Panamá creció alrededor del 20 por ciento, a más de 10.000 millones de dólares en 2012 y no he dejado de crecer desde el “Tratado de Libre Comercio entre Panamá y Estados Unidos” que entró en vigor en octubre 2012. La expansión del Canal de Panamá no hará más que incrementar la importancia de tráfico comercial con Panamá y en toda la región, y contribuirá a crear empleos tanto en el norte como en el sur.
Es muy simbólico que esta cumbre histórica se realice en Panamá. El primer encuentro de jefes de Estado de las Américas tuvo lugar en Panamá hacia el año 1956, en lo que ahora es la sede del Ministerio de Relaciones Exteriores panameño. Y apenas hace un año celebramos el centenario del Canal de Panamá. Por supuesto que fue un acontecimiento histórico que transformó el comercio global, pero también inauguró simbólicamente lo que se ha convertido en nuestro rol tradicional de promover el diálogo y el consenso en las naciones. Este es precisamente el papel que deseamos asumir en la Cumbre reuniendo a un grupo de naciones que tienen más cosas que las unen que las que las dividen. La participación de Cuba y Estados Unidos es el símbolo más fuerte de nuestra necesidad y capacidad de trascender las diferencias y trabajar hacia un resultado positivo.
Es innegable que ha llegado la hora de las Américas. La prosperidad está en alza. Los sueños se despiertan. Al tumbar las barreras y las viejas líneas divisorias, podemos finalmente liberar el potencial de nuestros pueblos. Podemos ayudar a levantarlos. Podemos darles un papel en la estabilidad de sus países y sus vecinos. La condición necesaria es la equidad. Nuestros avances hacia la equidad en la próxima cumbre serán, en definitiva, la medida de su éxito.