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Crimen

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Millones de estadounidenses aman las armas, pero todos padecen por ellas

Por Armando Pérez

(CNN Español) - La especial relación que tienen los estadounidenses con las armas se convierte en un dilema cada vez que ocurren matanzas masivas como la del jueves en una universidad de Oregon.

Nueve personas murieron, además del atacante, cuando éste abrió fuego en los pasillos y aulas de un instituto técnico comunitario en Roseburg, una tranquila y bucólica localidad a unos 290 km al sur de Portland.

El perfil del asesino es similar al de otros pistoleros que protagonizaron notorios casos de crímenes masivos en los años recientes en Estados Unidos: hombre joven, de comportamiento errático y casi ilimitado acceso a las armas de fuego.

Las autoridades dijeron que encontraron un pequeño arsenal al que atribuyen al atacante y que estabacompuesto por 13 armas. Entre ellas al menos 5 rifles el resto pistolas de mano. Todas fueron obtenidas legalmente por el tirador o familiares, manifestó un agente del Buró de Control de alcohol, Tabaco y Armas de Fuegos (ATF, por sus siglas en inglés).

Atendiendo a la frecuencia con que ocurren estas tragedias en Estados Unidos, muchos hablan de que el país sufre una epidemia de violencia por las armas. Una de esas personas es el presidente Barack Obama, quien no escondió su frustración cuando lamentó la masacre.

“Como dije hace unos meses y lo digo cada vez que sucede un hecho de estos. Nuestros pensamientos y oraciones no son suficientes”, apuntó el mandatario antes de hacer una relación de varios de los más mortalessucesos recientes, desde la matanza en 1999 de 13 personas en una escuela secundaria en Columbine, Colorado, hasta Newtown, donde en 2012 un joven con problemas mentales acribilló a 20 niños de primer grado y preescolar y a 6 adultos en una escuela primaria.

“No debería ser fácil para nadie que quiera hacer daño a otros obtener una pistola. Lo que se ha convertido en una rutina es la respuesta de aquellos que se oponen a cualquier regulación de sentido común de armas”, fustigó el presidente estadounidense.

El sentimiento de Obama es compartido por muchos en un país donde las armas han matado en años, desde el 2004, a 316.545 personas, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades. 

El terrorismo se ha cobrado muchas menos vidas, 313de acuerdo con cifras del Departamento de Estado.

Una encuesta realizada en 2011 por la organización Small Arms, basada en Suiza, estima que en Estados Unidos existen alrededor de 270 millones de armas en manos de la población. Lo que ubica al país con la mayor posesión de armas por habitantes: 89 por cada 100 personas. 

Pero el número exacto es realmente una incógnita dado a que el lobby de las armas se opone a un censo, una medida que considera el preludio de un desarme. Por otra parte, ciertos de analistas consideran que las ventas de armas habrían crecido coincidiendo con la llegada de Obama a la Casa Blanca.

Las armas no son solo parte de la cultura de esta nación sino también un derecho garantizado en la segunda enmienda de la constitución. Esto significa que cualquier cambio al respecto debe salir de un congreso que históricamente y en forma mayoritaria se ha opuesto a cambiar la legislación para endurecer la adquisición y venta de estas.

Este es el escenario en que se desarrolla cada tiroteo masivo en Estados Unidos.

Cada vez que una matanza se desata, el país se entrega a una especie de diván en forma de apasionados debates sobre como respetar la constitución y la necesidad de crear una ley para minimizar el impacto de la violencia de las armas en la sociedad.

La Casa Blanca, activistas contra las armas y familiares y víctimas del flagelo de la violencia proponen establecer el chequeo de antecedentes personales de manera universal y limitar la venta de armamento de tipo militar y la capacidad de los cargadores. 

Pero las intenciones de este sector se estrellan contra los intereses de poderosos grupos, como el de la Asociación Nacional del Rifle y el, cuando menos, desinterés del Congreso.

Parte de la frustración de Obama parte del hecho de que, pasada unas semanas de la última matanza, el debate se apaga hasta que una nueva tragedia inicia el ciclo otra vez