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Nota del editor: Alex Castellanos, un estratega republicano, es el fundador de Purple StrategiesNewRepublican.org. Síguelo en Twitter @alexcast. Las opiniones expresadas en este comentario son exclusivamente suyas.  

(CNN) – Pobre Hillary Clinton,  ella posee el toque Sadim… el toque de Midas deletreado al revés.  

Un socialista desaliñado de Vermont, de 74 años de edad, nunca debió haber sido capaz de subir al cuadrilátero con la ex primera dama, nuestra secretaria de Estado número 67 y copropietaria de una de las marcas políticas más queridas de Estados Unidos. No obstante, al menos en las rondas iniciales, Bernie Sanders ha sujetado a Clinton contra las cuerdas, dándole una paliza con fuertes golpes de izquierda.  

Alex Castellanos

El más grande colaborador para el éxito de Sanders no es el donante de pequeñas cantidades que lo sostienen ni la generación del milenio que acude a sus concentraciones.  La coautora de los logros de Sanders es Hillary Clinton. La imprescindible asistente del Senador Sanders ha sido la candidata contra la que está contendiendo.  

Solamente me he reunido con Clinton una vez. Es divertida y afectuosa y unos pocos minutos con ella hicieron de la experiencia algo muy agradable. El personaje público que ella ha creado es de un carácter diferente, una mujer que ha luchado y no por las personas sino por la supervivencia y el poder.  

Del lado político, Clinton es considerada como una contendiente fuerte, fría y sensata, no una guerrera apasionada por causas más allá de su propio interés. Los votantes entienden que lo que Clinton ha soportado la ha endurecido. Si ella hubiera mostrado debilidad o se hubiera rendido ante la emoción en su recorrido, seguramente no estaría en donde está hoy.  

Clinton es un miembro del ‘establishment’ tanto como cualquier otro en el Partido Demócrata. En un debate, ella describió uno de sus logros destacados: “Representé a Wall Street como la senadora por Nueva York”. En tanto su partido se ve involucrado en la reñida revuelta contra el status quo, ni su frío pragmatismo ni sus credenciales del ‘establishment’ le ganaron la simpatía de la base demócrata.  

Su partido se movió a la izquierda  

El Partido Demócrata de Hillary Clinton está más a la izquierda en comparación con el partido que su esposo, Bill Clinton, formó cuando dijo: “la época del gran gobierno ha terminado”.  

El partido de Hillary Clinton ha sido radicalizado por el activismo del Internet. Las redes sociales no solo han concentrado el Partido Demócrata hacia la izquierda sino que han elevado al cuadrado su intensidad, al igual que los programas de radio con llamadas del público encendieron el fuego sobre la derecha republicana. El éxito en Twitter no lo ganan los que son moderados o dóciles.  

El Partido Demócrata de hoy tiene poco espacio para los pragmatismos tradicionales y mecánicos como los de Clinton. Su corazón pertenece a los rebeldes, a los agitadores como Elizabeth Warren. Combina la campaña de protesta de 1960 de George McGovern contra la guerra con un toque de “Decade of Love”. Adapta la mezcla con una pizca del 2016; teléfonos iPhone, zapatos de altos principios (TOMS,   “¡Los zapatos que educan a las personas pobres!”)   y reemplaza el LSD con unos cuantos estabilizadores del estado de ánimo para redondear los bordes afilados de la vida. Allí tienes la campaña de retroceso al futuro de Bernie Sanders: este es el campamento de fantasía para la clase media, los aspirantes a radicales de la década de 1960. Es una revolución poco exigente y accesible sin riesgo y sin esfuerzo. Ellos se sentirían más cómodos si usaran la red de transporte de Uber para llegar a Wall Street que manifestar sobre ella, aunque su misión de insurrección es la misma.  

Antes de que Sanders termine, los demócratas podrían nuevamente usar pantalones acampanados con parches de “paz y amor”. Gallup informa que el 59% de los demócratas no tienen ningún problema en aceptar como presidente a alguien que se describe a sí mismo como socialista.  

Más cómodo con el proceso que con las personas  

Quizá ninguna campaña sea algo natural para Hillary Clinton. Ella se siente más cómoda con el proceso que con las personas. Pero esta cruzada en especial, la que requiere que ella derroque al mismísimo ‘establishment’ al que pertenece y que socave a los ricos, a los que pertenece, ha sido excepcionalmente difícil para ella.  

Clinton ha hecho campaña con una torpe falsedad. Ella ha propugnado el nuevo populismo izquierdista de su partido con la gracia del swing de golf de Charles Barkley.  

Ella lo ha intentado. Ella se distanció del presidente Barack Obama en lo que respecta al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica. Ella clonó el apoyo de Sanders al salario mínimo federal de 15 dólares por hora. Con un enfoque robótico, Clinton incluso pretendió ser Elizabeth Warren. Cuando ella dijo: “No dejes que nadie te diga que… los negocios crean empleos”, ella se vio como un mariscal de campo diestro de la NFL intentando terminar una jugada con la mano izquierda. Clinton no se siente más cómoda como candidata del pequeño individuo que como se hubiera sentido Richard Nixon al caminar en la playa con zapatos de cordones.  

Aún así, el Partido Demócrata no cubrió sus oídos. Este trató de enseñarle a su discordante candidata a cantar en armonía.  

Al principio de la campaña, los demócratas habían aceptado que Clinton ofrecía la mejor oportunidad de ganar una elección general y proteger la Casa Blanca de una turba de republicanos un tanto desquiciada.  

Y los demócratas le tenían pendiente una deuda a Clinton: ocho años atrás, ellos decidieron corregir las injusticias de la raza antes que las de género. Ellos nombraron al primer presidente negro en lugar de la primera mujer presidente.  Los demócratas enviaron a Hillary Clinton y a las mujeres de Estados Unidos a la parte trasera del autobús para que esperaran su turno. Ellos esperaban no hacerlo de nuevo. 

Luego, Bernie Sanders les dio a los demócratas una oportunidad para irse de fiesta como si fuera 1967. Ellos podrían desenterrar sus camisas teñidas en el armario mientras ayudaban a Clinton. Podrían llevarla a casa hasta su versión de la clase media de Woodstock, esta vez con los cómodos asientos de una sala de cine y sin barro. Al aceptar a Sanders, ellos podrían presionar a Clinton para que se moviera a la izquierda: finalmente, ella sería como ellos.  

Convertir a Sanders en un rival importante  

Inicialmente, Sanders no era el adversario de Clinton. Él era una súplica de parte de los amigos preocupados, quienes le suplicaban a Clinton que se renovara como Hillary Rodham, graduada de Wellesley y que restaurara su radicalismo.  

Pero Clinton logró lo imposible. Ella transformó a Bernie Sanders de un mensajero inelegible a un oponente importante. Una vez más, el toque Sadim la condenó.  

En lugar de dejar que la base de su partido le enviara a ella un mensaje, Clinton atacó al mensajero. Mientras que Sanders publica anuncios con un cántico de 1968 de Simon & Garfunkel a través de los cuales inspira a los demócratas a que “todos vengan a buscar a Estados Unidos”, Clinton ha luchado con furia en su contra. Su campaña se ha referido a Sanders como un “socialista”, una medida con efecto cuestionable puesto que él orgullosamente lo ha admitido.  

Clinton está utilizando la campaña de Richard Nixon en contra de la izquierda demócrata al mismo tiempo que hace un llamamiento a la misma. Ella está tratando de destrozar la década de 1960.  

Durante el último mes, Clinton ha pensado que ha estado atacando a su oponente. Ella en realidad ha estado condenando a la base del Partido Demócrata mientras que esta misma base ha estado intentando rescatarla a ella. En lugar de decirles: “¡Te escucho!”, ella les ha informado: “No logro entender”. Sus ataques han trabajado a la inversa, logrando extender la ventaja de Sanders día tras día.  

En los dos primeros estados, a Clinton se le ha acabado el tiempo. Lo más poderoso que el sector demócrata y los votantes en las primarias pueden hacer con sus votos es no consentir el rechazo de Clinton por su sincera interpretación del populismo de la década de 1960 sino enviarle un mensaje más fuerte: derrotas en Iowa y en Nuevo Hampshire.  

Cuando el proceso de nominación se dirija hacia el sur y al oeste luego de Nuevo Hampshire y la población de votantes negros y morenos crezca, la fortuna de Clinton podría mejorar… si es capaz de encontrar a su persona radical interna y aplicar su fortaleza en donde los demócratas la valoran, a fin de golpear a los republicanos en lugar de golpear a su base. Ella debe recordar que: “El enemigo de mi enemigo es mi amigo”.  

Sin embargo, la falsa autenticidad –lo que ha sido comprobado por las encuestas– no es un don de Clinton.  El contacto con las personas humildes puede que no sea uno de sus talentos.  

En la política, las mareas generalmente suben y descienden hasta sus niveles anteriores. Anteriormente, la marea ha desaparecido para Clinton… fácilmente podría suceder de nuevo.  

La pobre Hillary Clinton tiene el toque Sadim… todo lo que toca se convierte en plomo.