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Europa

Una colombiana, la encargada de proteger a los niños en un campo de refugiados en Grecia

Por Sebastián Jiménez Valencia

(CNN Español) -- En medio de la crisis de refugiados sirios en Europa —que no asoma un pronto desenlace y que a muchos en el mundo les parece ajena, incluyendo a Latinoamérica— hay una colombiana que está trabajando para que los niños puedan tener una infancia menos traumática en medio de una situación dolorosa.

Mariana Santoyo, de 27 años, es una de las pocas voluntarias latinoamericanas en Grecia y quizá la única en el norte del país, en la frontera con Macedonia, en donde la tensa situación cada vez es peor para los refugiados: no pueden cruzar para seguir su paso por Europa (para muchos el destino final es Alemania), no pueden volver a sus países en guerra —la mayoría son de Iraq y Siria— y tampoco pueden moverse a Turquía.

Santoyo trabaja como voluntaria de la ONG Lighthouse Relief brindado asistencia a las familias que están varadas en esa zona, en la que están los campos de Idomeni, donde hay alrededor 15.000 refugiados, y de la estación de combustible Eko, en la que se han ubicado otros 2.000, según cifras de esa organización sueca.

En marzo, la Unión Europea llegó a un acuerdo con el gobierno de Ankara para expulsar a Turquía los refugiados en terreno europeo a cambio de 3.000 millones de euros. Eso significó que los refugiados recién llegados a la isla de Lesbos, el punto de entrada de muchos sirios a Europa, han sido trasladados por las autoridades griegas a Turquía, pero para quienes ya llevaban un buen tiempo en Grecia el asunto es peor: no se pueden reubicar.

Macedonia cerró su frontera con Grecia a los migrantes a inicios de marzo. “Dejamos de recibir migrantes en la frontera el 8 de marzo debido al hecho de que el gobierno serbio dejó de aceptar migrantes el 6 de marzo y los migrantes no podían llegar a su destino”, le dijo entonces el Ministerio de Interior macedonio a CNN.

En ese momento, más de 11.000 personas quedaron estancadas en la frontera en el campo de Idomeni, diseñado para 1.500 personas, según Médicos Sin Fronteras (MSF).

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Santoyo, quien ya había sido voluntaria con Save the Children en Lesbos, empezó a trabajar con Lighthouse Relief y a la luz del tratado con Turquía fue enviada a Idomeni para replantear la estrategia de la organización de cara a la creciente necesidad de los refugiados en la frontera.

Allí encontró un panorama cuanto menos desesperanzador: un par de miles de refugiados, en su mayoría familias con niños pequeños, incapaces de llegar a Idomeni por la congestión, empezaron a establecer tiendas de campaña en la estación de gasolina Eko, a la espera de nuevos desarrollos. Duermen en carpas de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) y de MSF, sobreviviendo con la ayuda de organizaciones y de los voluntarios que se han echado al hombro la situación.

Tras unas semanas en el lugar, Mariana Santoyo, quien hizo un master en Acción Humanitaria en la Universidad de Upsala, en Suecia, fue nombrada coordinadora de protección de niñez.

“La situación es muy complicada porque la gente está viviendo en condiciones muy deplorables, la seguridad para niños y adultos está muy mal”, le dijo a CNN en Español. Las precariedades son preocupantes: son malas las condiciones de higiene, hay poca comida, la gente sufre de frío en las noches y hay tráfico de personas.

Además, los refugiados tienen pocas opciones. Santoyo explica que deben inscribirse al programa de reubicación de refugiados de Grecia, y lo deben hacer por medio de una llamada de Skype al Ministerio del Interior para pedir una cita —que solo asignan una vez al día durante una hora— para solicitar un asilo.

“La ACNUR y el gobierno griego los quieren sacar de estos lugares, de Idomeni y de Eko, pero es muy difícil, porque ellos no quieren irse, tienen la esperanza de que en algún momento van a poder pasar la frontera, que van a abrir la frontera para que puedan llegar a Alemania”, dijo.

“Piensan que quedándose aquí hacen un poco más de presión al gobierno y a la Unión Europea".

La estación de Eko queda al borde de una autopista y son muchos los peligros para los niños que corren y juegan alrededor.

Muchos tienen infecciones pulmonares debido a la quema de materiales en las noches para mantenerse calientes.

Y, por si fuera poco, la situación en la frontera cada vez es peor. Las fuerzas macedonias han usado gas lacrimógeno para impedir el paso de los refugiados y dispersar a manifestantes que se agolpan en el cruce. Esta semana dispararon gas lacrimógeno “contra 500 migrantes que intentaron llegar a la reja en la frontera en Idomeni”, le dijo a CNN Petros Tanos, de la oficina de prensa de la Policía de Macedonia.

Ha sido “totalmente desproporcionada la respuesta de Macedonia”, opina Santoyo. Lighthouse Relief ha recibido denuncias de que también se han usado balas de goma que han alcanzado las tiendas de campaña donde están las familias.

Los voluntarios, la luz de esperanza para los refugiados

Mariana Santoyo dice “los voluntarios han liderado la respuesta a las crisis de refugiados en Europa”.

“Es muy lindo ver tanta gente aquí con tan pocos intereses económicos y que miran qué pueden hacer” por los refugiados, señala. Los voluntarios como ella que hacen parte del personal permanente de las organizaciones reciben un alojamiento compartido, transporte y un monto para alimentación. Apenas lo necesario para vivir y cumplir su compromiso de ayuda.

Santoyo aprendió a mantenerse fuerte ante el drama diario y dice que su estrategia es “entablar una relación de confianza con las familias” para poder evaluar la situación, identificar casos vulnerables y remitirlos a las agencias pertinentes.

Save the Children y Lighthouse Relief tienen una alianza en ese lugar para repartir comida nutritiva para niños, mujeres embarazadas, discapacitados y ancianos.

El trabajo de Santoyo se ve recompensado por el agradecimiento de las familias y de los niños.

Hace poco compartió un video en su cuenta de Instagram del momento en que un grupo de niños refugiados corean su nombre cuando salía del campo. “La razón por la que me despierto sonriendo todos los días #abranlasfronteras”, escribió en la publicación.

“Los niños aquí tienen una energía superlinda, son muy alegres y abiertos a conocer a los voluntarios”.

Parte del trabajo de las organizaciones en el terreno es comunicarle al mundo la situación y erradicar la estigmatización. Santoyo dice que los refugiados son personas pacíficas y muy educadas.  “Lo que se ve en las noticias no hace justicia a lo que está pasando aquí”, asegura.

Según Santoyo, los refugiados ven el mundo distinto como el mundo los ve a ellos. Saben qué es y dónde queda Colombia, por ejemplo, y le hablan de James Rodríguez y de Shakira.

“Creo que no ha habido una respuesta solidaria desde Latinoamérica, hemos sido muy ajenos”, dice.

Pero el mayor reto está entre los europeos: “Es una situación muy complicada para todas las partes involucradas, pero el rechazo hacia los refugiados es completamente injustificado. Son personas que simplemente están huyendo de la guerra”.

¿Qué es lo que más le ha impactado? “Una de las cosas que más duro me da es ver a las mujeres viajando solas con niños”. Muchas migran en medio de la incertidumbre a encontrarse con sus esposos en Alemania.

“Es aterrador ver cómo pueden manejar siete niños y estar embarazadas y hacerlo solas, venir hasta acá y tener que estar estancadas en un lugar tan feo en tantos sentidos y no poder hacer nada por ellas”.

Entretanto, Santoyo y el grupo de voluntarios de Lighthouse Relief, junto con el personal de ACNUR, Oxfam, MSF, Save the Children e International Rescue Committee hacen lo posible para que quienes tuvieron que huir por la violencia y viven la tragedia del desplazamiento puedan sobrevivir el peso de una crisis migratoria compleja que el mundo se esfuerza por descifrar y por resolver.