(CNNMoney) – ¿Pagarías 100 dólares por ver una película?
La compañía de entretenimiento Secret Cinema ha convencido a cientos de miles de personas de hacerlo—algunas veces sin decirles qué película proyectarán.
Pero esto no es un viaje extremadamente caro a tu tradicional sala de cine. Aquí te dan más que palomitas y una proyección.
“En lugar de ver una película, esencialmente estás en la película… la vives”, dijo Fabien Riggall, fundador de la empresa londinense.
Riggall dice que frecuentemente ofrece una “experiencia cinematográfica inmersiva”. Y parece estar funcionando: cuatro funciones en los últimos 18 meses han atraído a 180.000 clientes.
Para algunos eventos, la película sigue siendo un misterio cuando los boletos salen a la venta. El eslogan de la compañía es ‘No le digas a nadie’.
A cada comprador se le asigna una identidad secreta, se le dice dónde ir y cómo vestir, normalmente en una serie de mensajes crípticos. Para Dr. Strangelove, tomaron forma de despachos militares militares. Para ’28 Days later’ (Exterminio, en América Latina), la compañía envió invitaciones con la forma de citas de hospital.
Una vez que los fanáticos llegan a la función—generalmente en algún espacio abandonado transformado en un set de cine—se vuelven parte de la película. Actores invitan a la audiencia a participar, dándoles tareas e involucrándolos en la trama.
La compañía también organiza eventos basados en clásicos donde desde el comienzo, ya sabes lo que verás—al menos en lo que se refiere a la película. Su proyección más reciente, ‘Dirty dancing’, atrajo a 30.000 personas, que pagaron 68 libras por cada boleto.
Muchos llegaron a un campamento al este de Londres vestidos como en la cinta. Algunos incluso llevaban sandías, un guiño a la línea más memorable de la película.
Tomaron clases de baile, jugaron en los prados y comieron en los “cuartos del staff”. Vieron la película al final de la tarde; muchos citaron las frases de los actores en la pantalla grande.
El evento en julio fue tan popular que impulsó a ‘Dirty dancing’ a la lista de las 10 películas más taquilleras ese din de semana, casi 30 años después de su primera exhibición.
Secret Cinema ha tenido otros grandes éxitos. Hace dos años, transformó un pedazo de pista en el Parque Olímpico de Londres en un pueblo completo, con tiendas, una granja y una rueda de la fortuna, para la proyección de ‘Volver al futuro’.
Los actores revelaron algunas líneas a la audiencia y condujeron autos de 1950. Cuando el famoso Delorean salió a a escena, toda la multitud aclamó.
“Creo que la gente está hambrienta de experiencias que los hagan sentir vivos y conectados con otros”, dijo Riggall a CNNMoney.
Muchas personas se adhieren al juego, incluso dejan sus teléfonos durante la velada. Tomar fotos o usar la tecnología está estrictamente prohibido en los eventos de Secret Cinema. Después de todo, deben permanecer como secreto.
“Hacer algo en secreto en estos tiempos es fabuloso, muy especial… como un pequeño misterio”, dijo Riggall.
Secret Cinema ha crecido de Riggall y algunos otros entusiastas en 2003 a un equipo de 15 personas y cientos de contratistas y trabajadores independientes. Más de 200 personas trabajaron en la proyección de ‘Dirty dancing’.
El año pasado, ‘Star Wars’ atrajo a más de 100.000 personas. Pasaron toda la tarde en una imprenta abandonada, junto a las patrullas de stormtroopers y una réplica de la Estrella de la Muerte. Con un costo de 70 libras—100 dólares— por boleto, la compañía generó ganancias millonarias.
Riggall, quien es también un realizador de cine, dijo que su compañía ha tocado lo que puede ser el futuro del cine. Está desarrollando una película específicamente para Secret Cinema.
“Si puedes atraer a 20.000 personas a una producción donde no saben lo que van a ver… eso puede cambiar la forma en que se hace el cine”, dijo.
Dado el éxito en Reino Unido, Riggall piensa en expandirse a otros países. Estados Unidos es una opción natural, pero no quiere precipitarse. “El momento tiene que ser adecuado”, dijo. La compañía ya ha organizado eventos en Nueva York y Berlín.