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Noticias de EE.UU.

¿Qué diría Jackie Kennedy sobre Melania Trump?

Por Kate Andersen Brower

Nota del editor: Kate Andersen Brower es autora de los bestsellers “Primeras Mujeres: La Gracia y el Poder de las Primeras Damas”, y “La Residencia: Al Interior del Mundo Privado de la Casa Blanca”. A menos que se indique lo contrario, los hechos en este artículo reflejan una búsqueda en esas dos publicaciones. Las opiniones expresadas aquí pertenecen exclusivamente a la autora.

(CNN) -- Si las más célebres primeras damas de Estados Unidos estuvieran vivas hoy (Abigail Adams, Eleanor Roosevelt y Jacqueline Kennedy), creo que estarían sorprendidas de que la próxima en ocupar la Casa Blanca tenga un pasado como modelo y que alguna vez posara desnuda, pero también pienso que sería más fácil para ellas entender a Melania Trump que a un 'primer consorte', como lo hubiera sido Bill Clinton.

Eso es porque estas mujeres, como Melania Trump, han consolidado su poder de forma discreta y vivieron en un tiempo en el que hubiera sido impensable que una ex primera dama hubiera hecho campaña para la presidencia (Hillary Clinton ha sido la única en hacerlo), o mucho menos que se hubiera convertido en presidenta.

Bess Truman dijo una vez que el trabajo de la primera dama es “sentarse atrás de su marido y callar”, algo en lo que Melania Trump tiene experiencia de sobra. Creo que ella será más del estilo de Bess Truman y su sucesora, Mamie Eisenhower, quien orgullosamente afirmó que ella “solamente tenía una carrera, y su nombre es Ike (como era conocido también el expresidente Dwight Eisenhower), no como las dos primeras damas “tradicionales” que dijo admirar más: Jacqueline Kennedy (Melania Trump es 15 años mayor que ella cuando se convirtió en primera dama), y Betty Ford, quien habló con mucha franqueza sobre su mastectomía y el derecho al aborto.

Cuando Melania Trump dice “mis manos están llenas con mis dos niños, ¡el grande y el pequeño!” y cuando insiste en que ella no es “molesta” ni “persistente”, me recuerda a Mamie Eisenhower, quien alguna vez dijo que “ser madre es la mejor carrera que la vida le ofrece a una mujer”.

La transición de Melania Trump al rango de primera dama tomará tiempo, y es así para todas. La primera jefa del equipo de Michelle Obama, Jackie Norris, me dijo: “creo que, al principio, un montón de gente le decía que no. 'No, lo siento, no puede hacer esto'. 'No, lo siento, no puede hacer lo otro'”. Fueron muy penosos esos primeros tiempos para Michelle Obama, y pasó por más jefes de equipo que su predecesora, Laura Bush.

El Ala Oriental en ocasiones es llamada “Guam” por los miembros del equipo del Ala Occidental porque está muy lejana del círculo de poder y porque los altos asesores presidenciales a menudo excluyen de las reuniones importantes a quienes trabajan para el despacho de la primera dama.

El entonces jefe de equipo de Barack Obama, Rahm Emanuel, no incluyó a Jackie Norris en la siempre importante reunión de planeación de las 7:30 a.m., en el Ala Occidental y, por consiguiente, hizo disminuir su influencia. Es importante que la primera dama defienda a su personal, como Hillary Clinton lo hizo cuando ocupó ese rango, o, de lo contrario, será literalmente aniquilado. Aún queda por verse si Melania Trump será capaz de dar la lucha por los suyos.

En los 227 años de historia presidencial estadounidense, solo ha habido otra primera dama nacida fuera de Estados Unidos: Louisa Adams, esposa de John Quincy Adams, nacida en Londres. Pero, a diferencia de Melania, Louisa Adams creció rodeada por políticos y diplomáticos, como hija de un diplomático estadounidense y una madre inglesa.

Cuando llegó a la Casa Blanca, conocía perfectamente la institución presidencial. Su padrastro, John Adams, fue el segundo presidente de la historia nacional.

Por otra parte, Melania Trump, no tiene experiencia en estar casada con un funcionario electo, como sí la tienen todas las otras primeras damas modernas, con la excepción de Mamie Eisenhower (el presidente Dwight Eisenhower fue el comandante supremo de las Fuerzas Aliadas en Europa durante la Segunda Guerra Mundial antes de ser elegido jefe de Estado).

Como Bess Truman, que dejaba Washington a cada oportunidad que tenía, parece que Melania Trump no estaba tan emocionada con el hecho de que su esposo estuviera en carrera hacia la presidencia. Antes de que Donald Trump iniciara su campaña, en junio del 2015, su esposa le dijo: “Ya tenemos una gran vida. ¿Por qué quieres hacer esto?”. Él le dijo: “Creo que tengo que hacerlo... Podría hacer un gran trabajo”.

Pienso que Melania disfrutará de algunos aspectos ultrafemeninos de esa posición, como lo hizo Mamie Eisenhower, incluyendo, por supuesto, las cenas estatales y la aprobación de arreglos florales. Incluso si Melania ejerciera una influencia en decisiones políticas o fuera como una especie de asesora para su marido, creo que no vamos a oír nada de eso. La inteligencia política es algo que primeras damas como Mamie Eisenhower y Bess Truman solo mostraban tras bambalinas, excepto en raras circunstancias.

Cuando Hillary Clinton se convirtió en primera dama, colgó en un muro de su Ala Occidental una gran fotografía suya hablando en un podio. Había un mensaje debajo: “Eres muy buena, amor. Te amo, Bill”. Era una muestra de admiración por su perspicacia política, que personalmente creo que no se encontrará en la oficina de Melania Trump, como tampoco en el espacio que ocupó Mamie Eisenhower.

Jackie Kennedy tenía 31 años cuando se convirtió en primera dama, haciéndola la tercera más joven en la historia (detrás de Frances Folsom Cleveland, quien tenía 21, y Julia Gardiner Tyler, que tenía 24). Kennedy, por supuesto, es más conocida por su elegante estilo de vestir, algo de lo que estoy segura que Melania Trump admira, pero estaba más conectada con la administración de su marido de lo que se le da crédito: conocía su plan para echar al director del FBI, J. Edgar Hoover, y fue una especie de caja de resonancia de JFK durante la crisis de los misiles con Cuba y la Unión Soviética.

Jackie fue mucho más que un tendedero. De hecho, era astuta e implacable. Durante su asombrosamente sincera conversación con su amigo el historiador Arthur Schlesinger, calificó a Indira Gandhi, la futura primera ministra de la India, de “tonta”, agregando que era “amarga” y una “especie de mujer horrible e impulsiva”. Además, se preguntó qué había de errado con la exembajadora Clare Boothe Luce y su “extraña obsesión por el poder”.

Como todas las mujeres que se ven de repente en la Casa Blanca, Melania Trump tendrá que cumplir con infinitas expectativas en un rol sin definición constitucional, sin descripción de trabajo específica y sin pago. Aún cuando Abigail Adams le pidió a su esposo que dictara leyes que fueran “más generosas y favorables” para con las mujeres, estas no tuvieron el derecho al voto sino hasta 100 años después de su muerte.

Por esto, pienso que el tener a una mujer en esa clase de posición, incluso una que posó una vez desnuda y que será, de hecho, la 'primera' tercera esposa de un presidente, sería más fácil de entender para estas ex primeras damas que el ver allí a un hombre casado con la presidenta.

El regreso de Bill Clinton a la Casa Blanca, después de todo, no hubiera representado un golpe político; hubiera sido un cambio cultural de características sísmicas tratándose de roles de género. No es algo que las ex primeras damas hubieran rechazado, es que no lo habrían comprendido.

Recientemente, mientras cambiaba canales tarde en la noche, me topé con Kisses for My President, una comedia de 1964 en la que un infeliz Fred MacMurray enfrentaba el hecho de estar casado con la presidenta, interpretada por Polly Bergen. Las cosas iban algo alocadas hasta que el personaje de Bergen queda embarazada y decide renunciar a la presidencia para así poder cuidar de su familia.

Este final, que resultaría absurdo para una audiencia del siglo XXI, tendría sentido para Jackie Kennedy y Eleanor Roosevelt, porque para ellas el concepto de una presidenta era absurdo. La idea de un “primer consorte” habría sido calificada de igual manera.

Jackie Norris afectuosamente recuerda la vez cuando, tras las elecciones, el equipo de Michelle Obama fue calurosamente saludado por los asesores de Laura Bush y les mostraron un balance de errores cometidos por ellos (que ellos esperaban que no los cometiera la entrante primera dama), de eventos cruciales y de otros que podían ser saltados.

“Lo que querían”, recuerda Norris, “era apartar completamente lo político y ayudarnos tanto a nosotros como a Michelle Obama a tener éxito como primera dama”.

Creo que veremos la misma transición pacífica del poder estadounidense este enero porque de eso es que está construida esta democracia y eso es lo que toda ex primera dama esperaría.