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Así se ve el cambio climático
01:06 - Fuente: CNN

(CNN) – Hace 70 años, el día que Wenceslaus y Denicia Billiot se casaron, los asistentes a la fiesta de su matrimonio bailaron al lado de una carretera que va de una punta de la Isle de Jean Charles a la otra.

Hoy, esa carretera prácticamente ha desaparecido. Isle de Jean Charles, localizada a 128 kilómetros de Nueva Orleans, en Estados Unidos, se está hundiendo lentamente. Desde 1955 ha perdido el 98% de su masa terrestre por el aumento del nivel del mar, huracanes devastadores y la construcción de conductos de petróleo y gas a orillas del pantano.

La última investigación realizada allí muestra que si el calentamiento global sigue a este ritmo, los niveles del océano podrían aumentar más de tres pies para el final del siglo.

Eso, ciertamente, significaría el final de Isle de Jean Charles. Hoy, solo media milla cuadrada de tierra (casi un kilómetro cuadrado) sigue estando por encima del agua.

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La Carretera de la Isla en Isle de Jean Charles, Louisiana.

Reconociendo ese peligro, en el 2016 el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos otorgó 48 millones de dólares al estado de Louisiana para trasladar a la comunidad a un terreno más alto, fuera de la isla. Eso convirtió a los residentes de la Isle de Jean Charles en los primeros refugiados climáticos del país.

Los habitantes de la isla reaccionaron de distintas maneras a esa ayuda. La mayoría de ellos son miembros de las tribus nativas Biloxi-Chitimacha-Choctaw o United Houma Nation, quienes tienen su asentamiento en el territorio de la isla desde la Indian Removal Act (o Ley de Traslado Forzoso de los Indios) de 1830. Muchos de ellos han vivido toda su vida en la isla.

En la década de 1950, había cerca de 80 familias viviendo en Isle de Jean Charles. Hoy, ya solo quedan allí 30 familias.

Esas 30 familias están esperando el largo proceso de reasentamiento de toda la comunidad. El plazo para utilizar los fondos federales termina en septiembre del 2022 y el estado espera que para ese momento ya todos hayan sido trasladados.

Los Billiot, los habitantes de mayor edad de la isla, han vivido allí toda su vida. Wenceslaus Billiot recuerda cuando la isla se extendía por varios kilómetros, tan lejos como sus ojos alcanzaban a ver.

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Wenceslaus y Denicia Billiot, sentados en el porche de su casa.

“¿Ahora?”, dice. “Miramos hacia atrás y hacia adelante y no vemos nada más que agua”.

Él y su esposa están desgarrados con la idea del traslado. Tuvieron allí cuatro generaciones de hijos, nietos, bisnietos y tataranietos desde aquel día de su matrimonio, en 1947. “Nacimos y nos criamos acá. Por eso nos vamos a quedar acá todo lo que podamos”, dice Billiot.

Pero existen peligros de vivir en una isla desconectada del resto del mundo. El año pasado, el viejo Billiot, de 90 años, se cayó y se golpeó la cabeza y el hospital más cercano estaba a más de media hora de distancia.

Los bisnietos de los Billiot.

Billiot no tiene intenciones de dejar todavía este mundo. Planea vivir hasta los 105 años. Tal vez le sobreviva a la isla.