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Terrorismo

El silencio de Trump tras los ataques contra musulmanes dice mucho

Por Haroon Moghul

Nota del editor: Haroon Moghul es miembro del Center for Global Policy. Es autor del libro "How to be a Muslim". Síguelo en @hsmoghul. Las opiniones expresadas en este texto son de su propia responsabilidad.

(CNN) -- Durante mucho tiempo, muchos musulmanes metían la cabeza en la arena en cuanto a la violencia yihadista. Preferían fingir que no existía, o que la política exterior era la única culpable.

Ya hemos recorrido un largo camino. Hemos aprendido que la radicalización existe, y que tenemos la responsabilidad (si amamos nuestra religión y nuestras comunidades) de pensar en lo que podemos hacer para producir un futuro diferente para el islam y los musulmanes. Cambiar cómo se enseña nuestra religión en algunos espacios y en algunos lugares.

Donald Trump y sus seguidores van a tener que hacer el mismo viaje. Han excusado, o incluso alentado, el lenguaje extremista y la retórica desde hace mucho tiempo, y, bueno, aquí estamos hoy, con un presidente que simula que la violencia contra los musulmanes no importa.

El domingo por la noche, yo estaba entregando un libro de lectura en un centro cultural musulmán en la Florida y se me pidió hablar directamente con los jóvenes musulmanes en la sala, para compartir mis propias experiencias y luchas al crecer como un musulmán estadounidense.

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La verdad es que mis experiencias y las de ellos son muy diferentes. Cuando yo estaba creciendo, la islamofobia no era una gran cosa. Tal vez mis amigos y compañeros pensaban que yo era un poco diferente, que mi nombre un poco más difícil de pronunciar, pero nunca me encontré con una abierta hostilidad. Estos niños, sin embargo, están creciendo en un mundo diferente.

Poco antes de subir al escenario, oí hablar sobre un ataque en Londres. Una furgoneta arrolló a varios peatones. Otra vez fue ISIS, pensé. Una vez más me desesperé.

El lugar del incidente en Londres, cerca de una mezquita en Finsbury Park. (Crédito: @Thomasvanhulle)

Pero pronto los detalles se filtraron. El ataque había ocurrido a las afueras de una mezquita. Durante mucho tiempo he temido que los años de ataques yihadistas en Occidente, junto con una prensa que, en el mejor de los casos, desestima la islamofobia y, en el peor, aviva las llamas del fanatismo, la intolerancia y el extremismo anti musulmán, nos lleven a estas consecuencias. Algo así como una violencia de ojo por ojo.

Las denuncias horrorizadas sobre ataque se extendieron a través de las redes sociales. ¿Y el presidente Trump? No dijo nada.
Si las noticias hubieran sido de un ataque llevado a cabo por musulmanes, él ya lo ha dejado claro, habría usado audazmente su cuenta de Twitter, sin importar la hora, y habría usado un ejemplo de violencia escandalosa para justificar sus políticas. Pero cuando se trata de violencia contra los musulmanes, y especialmente por parte de los terroristas que comparten simpatías con los supremacistas blancos, si es que no son ellos mismos neonazis, entonces suenan los grillos.

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No dijo nada después de un tiroteo masivo en una mezquita en Quebec. Tampoco después de que un hombre en Portland apuñalara hasta la muerte a otros dos en un tren mientras intentaban defender a una mujer de sus epítetos antimusulmanes. Y tampoco ahora después de lo de Londres.

El silencio de Trump es aún más decepcionante, ya que hasta su hija Ivanka se ha pronunciado.

Pero ella no es la presidenta, y sus palabras no pueden tener el mismo peso.

El terrorismo (contra civiles con fines políticos) tiene muchas causas. Parte de este está claramente enraizado en la ideología religiosa, retorcida, en una perversión intencional del texto sagrado, para alentar y celebrar la brutalidad. Esa ideología tiene que ser abordada, y lo está siendo, por incontables musulmanes en todo el mundo. (Los musulmanes son las mayores víctimas del terror yihadista).

Pero parte de esto tiene que ver con decisiones políticas, tomadas por hombres y mujeres en el poder, ya sea para canalizar armas a regímenes o movimientos culpables de crímenes de lesa humanidad, o para empecinarse en actos desmesurados, como la guerra de Iraq, cuyas consecuencias probable e infortunadamente las sufriremos por un tiempo muy largo. Sé que a mucha gente no le gusta escuchar esto. Es más fácil imaginar que alguien más, muy lejano, y muy diferente de nosotros mismos, sea el exclusivo culpable.

La gente a menudo me pregunta qué podemos hacer para detener el terrorismo, y a veces están buscando respuestas fáciles, que los absuelvan de cualquier responsabilidad. Están exigiendo que los musulmanes hagan algo de forma abstracta, y a veces parecen creer que los musulmanes no están condenando el terrorismo (lo que sí hacemos), y que si lo hicieran, el terrorismo se detendría. Pero, ¿qué pasa si le damos vuelta a la pregunta?

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Les dije a los jóvenes musulmanes la noche del domingo que tenían que encontrar su propia relación con el islam. Tienen que encontrar algo que los conecte con su religión, algo que no venga de sus padres o de sus maestros. Les dije que va a ser difícil hacer eso cuando hay tanto odio por ahí. Odio de algunos musulmanes contra otros de su misma fe y contra el mundo. Y odio contra los musulmanes, también. Están creciendo en un Estados Unidos distinto.

Es un Estados Unidos en el que el presidente no parece preocuparse si suceden cosas terribles a gente como ellos. Pueden elegir caer a su nivel, o ponerse a la altura de las circunstancias.