Washington (CNN) – Donald Trump no puede tuitear su salida de esta situación.
El mecanismo de defensa política que utiliza el presidente de Estados Unidos es para avivar el caos, desequilibrar a sus enemigos y lanzar un feroz contraataque. También se está cubriendo con su base política ultra leal, confiando en los republicanos que también están demasiado intimidados para repudiarlo y disipa los problemas con hechos alternativos.
Pero la primera gran salpicada de Robert Mueller este lunes siguiere que el método de Trump —que lo ha ayudado a desafiar todas las reglas normales de la política electoral y de su presidencia— se enfrentará a su prueba más dura con el implacable fiscal especial.
A medida que se desarrollaban los eventos en un día dramático, había una sensación de que la Casa Blanca estaba siendo forzada a meterse en el campo de Mueller en vez en el salvaje y revoltoso ambiente político donde Trump se siente como en casa.
Las primeras acusaciones de Mueller contra exasesores de Trump, la presentación de una declaración de culpabilidad sorpresiva por parte de un exasesor político y la manera en la que expuso su caso sugieren que su investigación es arrolladora, estratégica y llena de detalles. Y está claro que recién está comenzando.
“El interés de la justicia penal que se reivindica aquí es que hay una investigación en curso a gran escala de la cual este caso es una pequeña parte”, dijo Aaron Zelinsky de la oficina del fiscal especial, en la audiencia de declaración de culpabilidad del exasesor de política exterior de la campaña de Trump, George Papadopoulos, que fue revelada el lunes.
De hecho, la presentación metodológica de Mueller sugiere que la órbita de Trump tiene mucho qué temer de Mueller, un enemigo que es mucho más consecuente que sus rivales primarios republicanos, que una Hillary Clinton contaminada o que las “noticias falsas”, todos quienes han luchado por encontrar respuestas a su enfoque poco ortodoxo.
Primera salva
El comando de Mueller del juego de Washington y de los mecanismos de la ley, que se muestran en su primera salva contra el equipo de Trump, también representan una prueba para el dominio instintivo de Trump de la interrupción y la diversión.
“Fue una estrategia sorprendente la que se desarrolló”, le dijo a CNN Frank Figliuzzi, exsubdirector de la división de contrainteligencia del FBI.
Figliuzzi dice que Mueller, al revelar el trato sellado con Papadopoulos, estaba enviando un mensaje a otros blancos potenciales en caso de que quisieran jugar un juego duro: tiene personas que están cooperando con él.
Por supuesto, si Trump no tiene nada que esconder, entonces no tiene nada que temerle a Mueller, que aún tiene que probar cualquier evidencia de colusión entre la campaña de Trump y Rusia, la acusación más explosiva que podrían enfrentar aquellos cercanos al presidente.
Pero frente a su nuevo adversario ingenioso, el modo de defensa de Trump —un tweet en mayúsculas— parecía apenas adecuado.
“¡NO HAY COLUSIÓN!”, escribió el presidente en Twitter.
Como se vio en su balance, la Casa Blanca fue rápida en buscar vulnerabilidades en la maniobra de Mueller. Pero también fue inmediatamente claro que sus esfuerzos, aunque útiles en un contexto político, fueron mucho menos adecuados para la realidad legal restrictiva que ahora enfrenta Trump.
“El anuncio de hoy no tiene nada que ver con el presidente, no tiene nada que ver con la campaña del presidente o con su actividad de campaña”, dijo la secretaria de Prensa de la Casa Blanca, Sarah Sanders.
Entre tanto, la gente cercana a la Casa Blanca se dedicó a socavar la credibilidad del testigo colaborador Papadopoulos, describiéndolo como un asesor de bajo nivel excesivamente entusiasta, que era un “cero” en términos de antigüedad de la campaña.
Y este martes, en la mañana, Trump calificó a Papadopoulos como “mentiroso”.
“Las noticias falsas están trabajando horas extras. Como dijo el abogado de Paul Manafort, no hubo colusión y los eventos mencionados ocurrieron mucho tiempo antes de que él llegara a la campaña. Poca gente conocía al joven voluntario de bajo nivel llamado George, que ya había demostrado ser un mentiroso”, escribió Trump en dos tuits.
Un giro político
En su informe, Sanders también renovó la acusación política de que era la campaña de Clinton, y no la de Trump, la culpable de coludir con Rusia, citando el impopular expediente de Fusion GPS sobre los presuntos lazos pasados del presidente con Rusia.
Pero si los eventos y la documentación que se hicieron públicos este lunes probaran cualquier cosa, es que el giro político en el que la Casa Blanca se ha basado, para descartar la tormenta sobre el drama ruso, puede no ser suficiente para ayudar a los asesores de Trump, e incluso al propio presidente, esta vez.
A partir de documentos de judiciales y otros documentos, también está claro que Mueller está operando en un amplio lienzo. A pesar de la insistencia de Trump de la semana pasada de que ahora es “comúnmente aceptado” que no hubo colusión, lo que ocurrió este lunes muestra que es una línea que se está siguiendo seriamente.
Al acusar a Manafort y Gates por cargos de evasión de impuestos y lavado de dinero, le está enviando una clara señal de que espera apuntarle a la maldad en diversas formas. Eso puede enfriar a los que rodean a un presidente que advirtió que cualquier intento de Mueller de investigar las finanzas de su familia sería una exageración.
También fue un pobre día lunes para el reclamo cada vez más escaso de Trump de que la cuestión de Rusia no es más que un “engaño” perpetrado por los demócratas, todavía doloridos por la debacle electoral de Clinton en 2016.
En documentos que describen la declaración de culpabilidad de Papadopoulos, Mueller expuso lo que parecen ser intentos evidentes por parte de la inteligencia rusa de cortejar al exasesor de política exterior a través de alguien identificado como el “Profesor”, un funcionario del Ministerio de Exteriores ruso, al parecer un funcionario de inteligencia encubierto, y una mujer que él cree que es la sobrina del presidente Putin.
Mueller también dio una pista de que puede que no haya terminado con Manafort, incluyendo evidencia que muestra que Papadopoulos envió un correo electrónico al director de la campaña con la noticia de que Rusia quería encontrarse con Trump.
El fiscal especial reforzó el caso de colusión —en contradicción con lo que la Casa Blanca asegura que no hay nada por qué responder— al incluir una declaración del FBI que dice que, en agosto de 2016, un superior de Papadopoulos en la campaña le dijo que siguiera con un viaje a Rusia para reunirse con funcionarios rusos.
Pero la revelación más desalentadora para Trump puede ser el comentario del abogado Aaron Zelinsky, del equipo de Mueller, de que el interrogatorio de Papadopoulos era parte de un “mapa de ruta” de un caso mucho más grande.
Enfrentándose con estos retos, Trump tiene pocas opciones.
Si intentara despedir a Mueller, de manera similar a la forma en que prescindió del jefe del FBI, James Comey, podría incitar una crisis constitucional. El impulso de Trump para arremeter contra el caso de Comey es la razón por la que se enfrenta a una investigación especial.
Si Trump perdona a Manafort y a Gates, podría cerrar el caso pero encender una tormenta política. Por lo tanto, puede que tenga pocas opciones de sentarse y esperar, y observar cómo el fiscal especial teje su red.