(CNN) – Ella lo llamó “Señor X.”
Sallie Krawcheck, directora ejecutiva y cofundadora de Ellevest, la plataforma de inversión para mujeres, recientemente compartió su propia experiencia #MeToo, en el boletín informativo de Ellevest.
Pero a lo largo del recuento de su historia, Krawcheck llama a su acosador por el seudónimo: “Sr. X.”. Ella consideró identificarlo, pero finalmente decidió no hacerlo, porque en el momento del incidente, la dinámica de poder estaba a su favor, una historia diferente a la de las desconocidas mujeres envueltas en escándalos de acoso sexual con grandes nombres como Harvey Weinstein, Jame Toback o Roger Ailes.
Con todo, Krawcheck dice, que la decisión le preocupaba.
“Pasé parte del fin de semana preguntando: ¿Debería nombrarlo? ¿No debería identificarlo? Si lo nombro, ¿qué sucede? ¿Por qué debería nombrarlo? ¿Por qué no debería nombrarlo?”, explica. “Lo pensé profundamente. Él no estaba en una posición de poder y lo recuperé más adelante”.
Pero Krawcheck tuvo una experiencia previa donde ella no está en posición de poder, como las mujeres envueltas en muchos de los escándalos que se apoderan de los titulares en estos días. En otro trabajo, cuando era joven, recién graduada de la universidad, un compañero de trabajo, sacó copias de fotos de genitales masculinos y decoró su escritorio con ellos.
“Lo único que pude hacer, pensé, y lo único que hice fue arrugar las imágenes y tirarlas”, cuenta Krawcheck. “Renunciar no era un opción. Había terminado la universidad y había pactado un alquiler. Necesitaba el dinero. Estaba en una posición de poco poder”.
Investigaciones demuestran que muchas mujeres continúan ocultando la identidad de sus acosadores por miedo a que los compañeros de trabajo no les crean o, peor aún, que el acosador pueda tomar represalias.
Y están justificando el temor. En un estudio de Lilia Cortina, profesora de Psicología y Estudios Femeninos en la Universidad de Michigan, dos tercios de los empleados públicos que denunciaron acoso sexual, confirmaron que sufrieron represalias luego de reportar el incidente.
Pero Cortina afirma en su investigación que la “vasta mayoría” de hombres y mujeres víctimas de acoso sexual nunca reportan el incidente.
“Hay muchas diferentes razones por las que las mujeres no reportan el acoso sexual, pero la principal de todas es el miedo”, asegura. “Miedo al descrédito, inacción, represalia y sabemos por las investigaciones de que estos temores están bien fundados… Hay muchas buenas razones para no reportar estas experiencias cuando ocurren a las mujeres”.
Cuando las mujeres deciden hablar, explica Cortina, ponen en riesgo numerosas cosas: su reputación, salud mental, su posición social e incluso sus trabajos.
Cortina ve que las mujeres en su investigación han dicho que dudan incluso de comenzar el proceso de denuncia, mucho menos atravesar por todo el proceso y nombrar a su acosador.
“Las mujeres no quieren involucrarse en el proceso de denunciar porque fundamentalmente es un proceso de gestión”, asegura. “Su reputación se daña. Es estresante y humillante tener que relatar la historia una y otra vez: al personal de Recursos Humanos, a los investigadores y quien sigue llamando. En muchas ocasiones enfrenta descrédito, cuestionamientos acerca de lo que estaban haciendo, cómo estaba vestida o simplemente pasan por alto las respuestas”.
Así que cuando las mujeres deciden no identificar a sus acosadores, no están intentando proteger a sus perpetradores.
Están tratando de protegerse a sí mismas.