(CNN) – Si hay algo que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cree sobre Rusia y la carrera presidencial de 2016 es que no existió ninguna colusión entre los miembros de su campaña y los funcionarios de inteligencia rusos.
Cuando se le preguntó, en enero pasado, sobre la posibilidad de sentarse con el fiscal especial Robert Mueller para discutir acerca de Rusia y las elecciones, Trump salió con esta joya (las negrillas son mías):
“No existió ninguna colusión entre la campaña de Trump y Rusia ni entre Trump y los rusos. No hubo colusión. Cuando los veo entrevistar a todas las personas que salen de las comisiones, quiero decir, los demócratas que se postulan para un cargo, tratando de decir esto y aquello… Pero, en resumen, ellos dicen que no hay colusión. Y no la hay”.
En pocas palabras: no hubo colusión. En más palabras: tampoco hubo colusión.
El presidente ha tildado de “cacería de brujas” y “fraude” la investigación de Mueller sobre una posible colusión con los rusos. Y esos calificativos hacen parte de una campaña más amplia de relaciones públicas planteada por Trump, su equipo legal y sus partidarios para presentar la indagación del fiscal especial como un empeño partidista, como una persecución inútil que terminará muy mal.
Excepto por un hecho que trascendió en la noche de este lunes. Ese día supimos que quien le encargó a Mueller descifrar la conspiración entre el exjefe de la campaña de Trump, Paul Manafort, y Rusia es nada más y nada menos que el subsecretario de Justicia, Rod Rosenstein.
¡Giro inesperado en la historia! ¡Apuesto que no lo viste venir!
Esto fue lo que escribió Katelyn Polantz, de CNN, sobre lo que reveló el equipo de Mueller al respecto:
“El subsecretario de Justicia Rod Rosenstein le dijo al fiscal especial Robert Mueller, en un memorándum clasificado, del 2 de agosto de 2017, que debería investigar las acusaciones acerca de que el exjefe de campaña del presidente Donald Trump, Paul Manafort, estaba ‘conspirando con funcionarios rusos’ para interferir en la elección presidencial de 2016, según revelaron fiscales de la investigación sobre Rusia en la noche de este lunes”.
“Rosenstein también le dio poder a Mueller para investigar los pagos que Manafort recibió de políticos ucranianos, una piedra angular en la carrera de cabildeo que por décadas desempeñó el asesor Trump y que hasta el momento ha resultado en múltiples cargos penales financieros”.
Presidente Trump, ¡la petición llegó desde su propia casa!
Sí, la relación de Trump con su Departamento de Justicia ha sido contenciosa durante bastante tiempo. El mandatario no ha ocultado su desprecio y disgusto por el secretario de Justicia, Jeff Sessions. El pecado original que, a ojos de Trump, cometió el funcionario fue recusarse a sí mismo de la investigación sobre Rusia. Una decisión que dejó al subsecretario Rosenstein a cargo.
Rosenstein, por supuesto, alguna vez estuvo entre los agrados de Trump. No podemos olvidar que fue el memo del subsecretario –respecto a cómo el entonces director del FBI, James Comey, cometió una infracción que ameritaba su despido– lo que el presidente y los asesores de la Casa Blanca usaron inicialmente para justificar la decisión del mandatario de sacar a Comey de la agencia.
“El director Comey era muy impopular entre la mayoría de la gente”, sostuvo Trump en mayo de 2017. “De hecho, pensé cuando tomé esa decisión… Y también recibí una recomendación muy, muy fuerte, como ustedes saben, del subsecretario de Justicia, Rod Rosenstein”, agregó.
Pero, menos de un mes después, evidentemente, Trump estaba expresando su desesperación con Rosenstein. “¡Por despedir al director del FBI, me está investigando el mismo hombre que me dijo que despidiera al director del FBI!”, publicó el presidente en su cuenta de Twitter en junio de 2017. “Cacería de brujas”, añadió.
El problema de Trump ahora con Rosenstein es que el funcionario no puede representar dos cosas contrarias simultáneamente. Es decir, Rosenstein no puede ser el faro moral que protege la manera correcta de aplicar la ley y a la vez ser un infiltrado de los demócratas diseñado para socavar el gobierno de Trump.
Y hay otro inconveniente: el hecho de que Rosenstein fue designado por el gobierno de Trump para desempeñar su cargo actual. También está el antecedente de que el presidente republicano George W. Bush lo eligió en su momento para ser fiscal de Estados Unidos. Sin mencionar que el hoy vicepresidente Mike Pence se refirió a Rosenstein como “un hombre de independencia e integridad extraordinarias… y un gran carácter”.
Pues, bueno, Rosenstein es el mismo hombre que le dijo explícitamente a Mueller que indagar si Manafort conspiró con los rusos era expresamente parte de su labor como fiscal especial.
(Para tener muy en cuenta: la idea impulsada por Trump de que Manafort solo participó tangencialmente en su campaña –y por un corto periodo– es simplemente equivocada. Manafort fue el jefe de la campaña desde los críticos días finales de la lucha por las primarias y hasta la convención republicana).
Todas las personas involucradas en esta historia –Sessions, Rosenstein, Mueller– son republicanos o personas escogidas por republicanos para ocupar sus cargos. Esos son los hechos.
Así que cada vez que Trump dice que la investigación sobre Rusia es una “cacería de brujas” o un “fraude”, o incluso intenta descartar la idea de colusión como algo fuera del alcance de dicha indagación, recuerda esto: el subsecretario de Justicia de su propio gobierno está en desacuerdo con él.