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Noticias de EE.UU.

Cinco mitos sobre el traslado de la embajada de Estados Unidos a Jerusalén

Por Aaron David Miller

Nota del editor: Aaron David Miller es vicepresidente e investigador distinguido en el Woodrow Wilson International Center for Scholars y autor de "El fin de la grandeza: por qué Estados Unidos no puede tener (y no quiere) a otro gran presidente". Miller fue un negociador de Medio Oriente en las administraciones demócrata y republicana. Las opiniones expresadas en esta columna son exclusivamente del actor. 

(CNN) -- El lunes, en el aniversario número 70 de la fundación del Estado de Israel, el gobierno de Trump está listo para romper décadas de política de Estados Unidos hacia Jerusalén al abrir una embajada en el barrio Arnona.

El evento, precedido por el reconocimiento por parte del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de Jerusalén como capital de Israel, es visto por aquellos que lo aman y lo odian como una desviación importante de la diplomacia estadounidense tradicional. Y, como ocurre con la mayoría de las cosas que conciernen a Jerusalén, la decisión estuvo rodeada de toda clase de hipérboles, errores de concepto y distorsiones sobre los "qué pasará ahora" y "por qué".

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Aquí hay cinco mitos políticamente inconvenientes sobre la decisión de Trump que deben ser retirados, permanentemente.

Mito 1: la decisión de Trump sobre Jerusalén mató al proceso de paz

Difícilmente. Para cuando Trump comenzó a hacer declaraciones sobre Jerusalén y hacer planes para trasladar la embajada, el proceso de paz apenas respiraba.

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Las negociaciones significativas entre las partes no habían tenido lugar durante años. La separación entre israelíes y palestinos en todos los temas centrales, incluidas las fronteras, los refugiados, la seguridad y, en particular, Jerusalén, se asemejaba al Gran Cañón.

De hecho, en 2017, las perspectivas de que Benjamin Netanyahu y Mahmoud Abbas progresaran en una solución de dos estados eran escasas. Lo que hizo el tema de Jerusalén fue hacer más difícil una misión ya imposible. Y, en el proceso, socavó la credibilidad y efectividad de Estados Unidos como mediador.

Mito 2: la decisión de Trump de trasladar la embajada a Jerusalén era parte de las negociaciones de paz

Si fue así, aún no lo aparenta. A pesar del aparente interés de Trump en querer cortar las malas relaciones entre israelíes y palestinos, sus declaraciones y acciones sobre el tema de Jerusalén reflejan consistentemente las motivaciones personales y políticas en lugar de los intereses nacionales estadounidenses o los de las negociaciones.

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Con la determinación de separarse de la inestable relación de su predecesor con Israel y ansioso por aplacar su base, incluida la importante circunscripción evangélica cultivada por el vicepresidente Mike Pence, Trump colmó de sorpresas a los israelíes —como cuando visitó el país al principio de su mandato presidencial y reconoció Jerusalén como la capital— y emprendió una campaña de presión contra los palestinos mediante la reducción de las contribuciones para los refugiados palestinos y la imposición de restricciones a la oficina de información de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Washington.

De hecho, si Trump hubiera estado pensando en las negociaciones, su declaración de diciembre que proclamaba a Jerusalén como la capital de Israel podría haber abordado los reclamos palestinos y la asociación con la ciudad, incluida la posibilidad de una capital en Jerusalén Este.

Mito 3: la declaración de Trump sobre Jerusalén no cambia el estatus de la ciudad

Cambia mucho. Los funcionarios del gobierno insisten en que la política de Estados Unidos no ha cambiado: el estado y los límites de Jerusalén aún están sujetos a negociaciones entre las partes. Y es difícil aceptar este argumento cuando la placa en la nueva embajada dice Jerusalén, Israel.

Israel reclama el control y la soberanía sobre el este y el oeste. El gobierno de Trump no ha cuestionado este reclamo ni ha intentado criticar los ambiciosos planes israelíes para construir en áreas palestinas y tomar medidas para garantizar que sea una ciudad individida.

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En mi calidad de negociador de Medio Oriente, he interactuado con Netanyahu a lo largo de los años, y parece muy poco probable que el primer ministro de Israel ceda el control de Jerusalén a los palestinos. E informes de que el ejecutivo de Trump propondrá transferir varios barrios de Jerusalén Este al control palestino no cambiarán sustancialmente esta percepción o realidad.

Mito 4: se acerca una ola de violencia

No necesariamente en respuesta a la apertura de la embajada... aunque no hay forma de predecir si habrá o no violencia sostenida o qué tan grave será.

Durante los últimos seis viernes, Hamas, basándose en la auténtica miseria palestina en Gaza, orquestó manifestaciones masivas a lo largo de la frontera entre Israel y Gaza hasta el día de la Nakba, que conmemora la catástrofe que sufrieron los palestinos con la creación de Israel. Estas manifestaciones aún no se han extendido a Cisjordania o Jerusalén.

Ellos bien podrían. Sin embargo, cuando se trata de Jerusalén, generalmente los temas locales relacionados con sitios sagrados desencadenan una violencia grave, como la visita del ex primer ministro Ariel Sharon a Haram al-Sharif en 2000 o la colocación de detectores de metales allí en 2017.

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La reacción palestina a la declaración de Trump en diciembre sobre Jerusalén fue relativamente moderada. Entonces, no es una conclusión inevitable que Jerusalén estalle en violencia sostenida esta vez tampoco.

Mito 5: el gobierno de Trump ha retirado el asunto de Jerusalén de la mesa

Absolutamente no. Varios funcionarios del gobierno, incluido Trump, han utilizado esta expresión, ya sea para sugerir que al declarar la capitalidad de Jerusalén o al abrir una embajada, el asunto de Jerusalén de alguna manera ha sido desactivado o tratado de una manera que conducirá a resultados positivos.

Lejos de retirar el asunto de la mesa, Jerusalén, el tema más volátil en las negociaciones, está ahora al frente y al centro en un momento en que ninguna de las partes está dispuesta o es capaz de enfrentarlo. Si se pone sobre la mesa el plan de paz de Trump, el punto focal será lo que diga sobre Jerusalén.

Conclusión: a menos que el plan Trump incluya un lenguaje muy cercano a la narrativa palestina, incluida la condición de Estado con Jerusalén Este como capital palestina, es difícil ver el tema de Jerusalén como algo más que una fuente continua de estancamiento político en las negociaciones.

Y eso asegura prácticamente ningún acuerdo y la probabilidad de violencia sobre Jerusalén en el futuro.