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Política

Tres pérdidas con la muerte de John McCain

Por Dan Restrepo

Nota del editor: Dan Restrepo es abogado, estratega demócrata y colaborador político de CNN. Fue asesor presidencial y director para el Hemisferio Occidental del Consejo Nacional de Seguridad durante la presidencia de Barack Obama. Las opiniones expresadas en este artículo son exclusivas del autor.

(CNN Español) -- La muerte del senador John McCain nos ha robado un campeón, en el peor momento posible, de tres cosas de las cuales carece tanto los Estados Unidos frente las corrientes de aislamiento, populismo y cinismo que dominan nuestra política.

Vamos a echar de menos a un verdadero campeón del internacionalismo, del arte de gobernar, y de los ideales democráticos.

(Y lo digo como alguien que hizo campaña contra McCain cuando trabajé para la campaña presidencial del entonces senador Barack Obama en 2008.)

El mundo necesita a los Estados Unidos como campeón constructivo de la libertad (en todos los sentidos de la palabra), en particular en un momento de ascenso de un poder como China con su visión autocrática.

Pero no está garantizado, ni de cerca, que los Estados Unidos jugarán ese papel. La historia estadounidense está marcada por dos corrientes ideológicas sobre el debido papel del país en el mundo: una que favorece la participación y otra que busca el aislamiento.

Solo durante las siete décadas que empezaron con la Segunda Guerra Mundial prevaleció la tendencia hacia la participación. En esas décadas, Estados Unidos (no solo, pero sí principalmente) construyó y defendió un orden internacional que le favoreció tremendamente tanto a sí mismo como a muchos otros alrededor del mundo.

El éxito de la política de “América Primero” del presidente Trump y el deseo de retirarse del mundo que tienen muchos milénicos deja claro que la tendencia hacia el aislamiento tiene aliento. Y aunque el internacionalismo que McCain promovía, hasta su último suspiro, era muy del siglo pasado en su unilateralismo y su militarismo, él era claramente un campeón de la idea básica que Estados Unidos no puede prosperar escondiéndose en casa. 

También defendió algo cuya ausencia está debilitando la democracia estadounidense: que para gobernar en una democracia representativa se tiene que negociar con el otro lado y buscar puntos de encuentro, no simplemente pelear y buscar temas para las próximas elecciones.

Lo hizo frente a dos temas que son grandes retos frente a nuestra gobernabilidad democrática, luchó contra posibles actos de corrupción cuando se firmó un acuerdo bipartidista con la reforma McCain-Feingold que regula el financiamiento de las campañas políticas. Y abogó por resolver el problema de la migración con el proyecto Kennedy-McCain.

En ambos casos entendió la necesidad de buscar consensos. Hoy tenemos demasiadas personas en el congreso que llegaron ahí comprometidas a ser ideológicamente puras y a no gobernar. Es decir, prometieron ir a Washington para deshacer cosas y debilitar al gobierno federal.

Para recuperar la gobernabilidad democrática necesitaremos más políticos como McCain, que aún siendo conservadores, entiendan que un país tan grande, diverso y complejo como Estados Unidos necesita un gobierno federal viable capaz de enfrentar de manera eficaz los retos comunes cotidianos.

Y la búsqueda de esos nuevos políticos tendrá que empezar con esa característica de McCain de la cual tanto se ha hablado en estos días: la voluntad de poner al país por encima del partido.

“El País Primero”(“Country First”) fue el lema de la campaña presidencial de McCain en el 2008. Para recuperar la gobernabilidad democrática muchos que hoy no lo están haciendo tendrán que poner al país primero por encima de intereses partidistas de corto plazo o (lo que es más probable) tendrán que ser reemplazados por una nueva generación de líderes políticos que entiendan esta necesidad.

Entonces, con el fallecimiento de John McCain a solo 10 semanas de las elecciones intermedias, esas mismas elecciones, más por casualidad que por diseño, empezarán a dar pistas si el legado de McCain se extenderá más allá de la muchas y merecidas palabras bonitas que se han pronunciado sobre su vida de servicio a su país.

A fin de cuentas, ojalá que los Estados Unidos y el mundo se despiertan el 7 de noviembre con más líderes elegidos que crean en el internacionalismo, el arte de gobernar, y los ideales democráticos.