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Política

Retos y posibilidades de la ONU

Por María Fernanda Espinosa

Nota del editor: María Fernanda Espinosa es una política y diplomática ecuatoriana. Fue elegida presidenta de la Asamblea General de las Naciones Unidas para la sesión número 73. Fue ministra de Defensa de Ecuador de 2012 a 2014.

(CNN Español) --Los líderes mundiales aterrizarán en breve en Nueva York para la Asamblea General de las Naciones Unidas. Yo seré solo la cuarta mujer en esta posición y la primera de América Latina y el Caribe. Durante mi mandato, estoy decidida a luchar contra todas las formas de discriminación, tarea en la cual la discriminación de género será una de las prioridades de mi ejercicio.

Fui elegida por los Estados miembros para atender sus intereses, y en mi año en funciones es mi intención hacer justamente eso. La Asamblea General es lo más cercano que tenemos a un Parlamento mundial, pero aun cuando los Jefes de Estado y los Gobiernos de todo el mundo se reúnen bajo su enorme cúpula en East River, Manhattan, para debatir los grandes retos de nuestro tiempo, debemos enfrentar el hecho de que las diferencias políticas se están profundizando. La sensación compartida de un propósito en común, necesaria para encontrar soluciones efectivas a esos retos, se percibe cada vez más esquiva. De hecho, muchos de los acuerdos multilaterales que trabajosamente forjaron las Naciones Unidas han sido seriamente cuestionados en décadas recientes.

Con mucha frecuencia nos olvidamos de que la Carta de las Naciones Unidas comienza con las palabras: "Nosotros, los pueblos". Esto reflejó una decisión y un optimismo colectivos que miraba hacia afuera y era inclusivo después de las privaciones y los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Creo firmemente que debemos hacer que las Naciones Unidas sea relevante para todos los pueblos mientras alentamos a los Estados miembros a reconocer las responsabilidades compartidas necesarias para garantizar sociedades pacíficas, equitativas y sostenibles.

Parte de ese proceso tiene que ser sin duda informar mejor al público sobre el papel clave de la ONU en unir a las naciones para conseguir acuerdos sobre todos los temas, desde el cambio climático a la paz y la seguridad en Oriente Medio y los derechos de los migrantes. Tenemos que recordarle a la gente el papel vital que juega toda la panoplia de agencias de la ONU que sirven a las personas en todo momento.

Pero una parte importante de ese proceso es reconocer que, en la mente de muchas personas, la comunidad internacional se ha desviado del camino. De hecho, uno de los desafíos más grandes que enfrentamos es una falta de confianza generalizada en las instituciones políticas establecidas para servir a los ciudadanos, pero vistas cada vez más favoreciendo a unos pocos selectos.

Si bien la ONU puede ser tan eficaz como lo quieran sus Estados miembros, también debemos actuar sobre la realidad de que parte de la arquitectura de la era de posguerra mundial necesita una gran renovación. Continúan terribles conflictos en algunos países, a pesar de que la ONU fue establecida para prevenir toda esa destrucción, degradación y miseria.

Si apuntamos a restaurar la confianza en el multilateralismo y a revertir el deslizamiento hacia el aislacionismo, las formas extremas de nacionalismo y xenofobia y la amenaza siempre presente de caer en el aislacionismo, debemos reconocer que ninguna de estas fuerzas surgen en un vacío. Entonces mientras quiero concentrar muchos de mis esfuerzos en una variedad de temas desde la acción ambiental, en particular en torno a la escoria global de la contaminación plástica, a garantizar que las personas con discapacidades disfruten de sus derechos fundamentales, a dar prioridad a las necesidades de 68,5 millones de refugiados en el mundo, debemos reconocer las inequidad y la falta de empleo creciente que está alimentando en parte la sensación real de frustración en países ricos y pobres por igual.

Fui embajadora ante la ONU por mi país, Ecuador, por primera vez en marzo de 2008. Solo seis meses después de que el colapso de Lehman Brothers desatara una devastadora crisis económica que evocaba el colapso de los años 30. En ese período se evitaron en gran medida las catástrofes, pero gran parte de la frustración de hoy refleja las dificultades de lidiar durante toda una década, con ecuanimidad y en el momento justo, con las consecuencias de esa crisis.

Esto subyace a la creciente pero peligrosa opinión de que los Estados nación actúan con más eficacia individualmente de lo que logran concertadamente. No solo debemos demostrar que el multilateralismo puede ser más eficaz que la acción unilateral, sino asegurarnos de que los legisladores nacionales tengan espacio para mitigar las fuerzas que tienen un efecto devastador sobre los trabajos y sustentos de las personas.

Una de mis principales prioridades este año será resaltar la mejores recomendaciones de investigación, análisis y de políticas que están desarrollando los Estados miembros y una variedad de expertos en nuestras varias organizaciones de la ONU que buscan proveer empleo significativo y decente para los jóvenes, mujeres y los discapacitados y desempleados.

Las mejores sociedades que todos deseamos ver se basan en gran medida sobre la construcción de círculos virtuosos económicos, sociales y de bienestar físico que puedan elevar todas las naves. Estos objetivos fundamentaron las esperanzas y ambiciones de aquellos que ayudaron a crear las Naciones Unidas a partir de las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, y fundamentan mis esperanzas y ambiciones mientras me preparo para asumir el cargo. Si puedo utilizarlo para ayudar a enfocar la opinión mundial y el liderazgo político en la búsqueda conjunta de soluciones, entonces habré tenido éxito, espero, en hacer que las Naciones Unidas sea más relevante para aquellos a quienes servimos.