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Las elecciones de Brasil y la política de la irrupción

Por Roberto Izurieta

Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los presidentes Alejandro Toledo de Perú, Vicente Fox de México y Álvaro Colom de Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español.

(CNN Español) -- ¿Cómo entender al electorado, que a veces vota por candidatos como Manuel López Obrador, Iván Duque, luego Sebastián Piñera y ahora Jair Bolsonaro? ¿Es el péndulo de la izquierda y la derecha? Yo pienso que no: la gente no vota leyendo la declaración de principios de los partidos políticos (si efectivamente lo tienen). La mayoría de la gente vota de manera más simple: si su economía familiar va mal, quiere un cambio; si va bien, prefiere la continuidad. Cuando la economía familiar va mal, generalmente el país va mal, la inseguridad aumenta, la calidad de la salud y la educación también bajan. Y para hacer las cosas peor aún: ya no se ven obras. Estas cosas tan simples, pero también fundamentales, son las que definen el voto (sea en Brasil o sea en México).

Brasil viene de una profunda crisis económica ya algunos años (2014 hasta la actualidad) y si a esto le sumamos los escándalos de Lava Jato (Odebrecht, Petrobras, las grandes compañas de Brasil), la gente no solo está pasando problemas económicos graves, sino que con justa razón están realmente molestos porque todo parece indicar que le están robando de todo (aún lo que no tienen). Cuando hay crisis y hay corrupción los votantes están muy molestos y quieren un cambio: por eso un candidato de las características de Jair Bolsonaro se vuelve muy atractivo.

Lo mismo sucedió con Donald Trump, que representaba no solo el cambio sino representaba la marginalidad; como representó la marginalidad Hugo Chávez. El caso de Estados Unidos era más complejo, porque si bien venía ya de una recuperación económica los últimos tres años; los beneficios de esa recuperación se sentían solo o principalmente en las grandes ciudades (por un problema de acumulación).

La marginalidad que representó Donald Trump provenía de toda pequeña ciudad de menos de 50.000 habitantes en Estados Unidos que no tenían futuro, pues las fábricas se habían ido, la mina había cerrado y no quedaban escuelas o hospitales: esos pueblitos no se beneficiaban de la recuperación económica, por el contrario, estaban muriendo frente a la opulencia de zonas urbanas desarrolladas como Nueva York o California. Había un grito de rechazo y reclamo que Hillary Clinton no supo representar.

Mismo grito de reclamo que Fernando Haddad del Partido de los Trabajadores (el partido de Lula) no pudo representar y que al igual que Dilma (que no logró salir ni electa senadora) terminaron pagando gran parte del precio de la crisis económica y de los escándalos de corrupción expresado en Lava Jato. La única fuerza que parecía ofrecer Haddad era que voten por su líder y ahí la vieja política se equivoca, la gente quiere votar por un líder y no un emisario.

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Además, si hacemos una pequeña revisión de la campaña en Brasil (que tiene una ley electoral mordaza), gran parte del electorado llega a las urnas enfrentado a un gran dilema, resultado de no sentirse muy bien representado: basta mirar los spots de televisión de la campaña electoral que eran de pésima calidad para un país como Brasil.

Si a esto le sumamos el efecto del desarrollo de las redes sociales (y la tecnología) en las sociedades, donde los votantes ya no necesitan de intermediarios para comunicar sus demandas o conseguir progreso (que antes eran los dirigentes del partido político); lo que tenemos es una suerte de la suma de minorías (nichos) que terminan aglutinando una nueva mayoría transitoria (generalmente transitoria) y muchas veces disruptiva.

¿Qué podemos hacer aquellos que buscamos una democracia sólida? Mi propuesta es una reforma política que en realidad exprese por qué en Colombia se pudo escoger un líder nuevo, con experiencia y que profese el respeto a los principios de una democracia liberal.

¿Cómo Colombia eligió a un líder como Iván Duque, mientras que Brasil votó por un líder como Jair Bolsonaro?. Brasil, al igual que México, no eligió a sus candidatos finales: fueron nominados por la dirigencia política que ellos mismos habían nombrado. Y además, porque en ambos casos (Brasil y México), su campaña electoral estaba sumamente limitada por la ley, lo que impedía que un nuevo candidato que verdaderamente represente el sentir nacional surja, como sucedió en Colombia.

En Colombia, Iván Duque tuvo que pasar por mas de 30 debates y cinco procesos eleccionarios. Pocos conocían el nombre de Iván Duque hace un par de años atrás: pero su candidatura fue surgiendo como corredor de maratón para que iniciada la carrera, surjan los mejores y el público vio y apoyó a Iván Duque.

Por eso, en mis más de 30 años de experiencia en campañas propongo una reforma política que evite que extremistas (sean de derecha o de izquierda) ganen la presidencia manipulando el dolor de la gente y nos podamos concentrar en un gobierno que busque aumentar la gestión para que podamos responder a la gente.