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México

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El dilema de Andrés Manuel López Obrador

Por Roberto Izurieta, Alberto Pérez Cano

Nota del editor: Roberto Izurieta es director de Proyectos Latinoamericanos en la Universidad George Washington. Ha trabajado en campañas políticas en varios países de América Latina y España y ha sido asesor de los expresidentes Alejandro Toledo, de Perú; Vicente Fox, de México; y Álvaro Colom, de Guatemala. Izurieta también es analista de temas políticos en CNN en Español.
Alberto Pérez Cano es consultor político independiente. Asesoró campañas como la de Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. 

(CNN Español) -- Para entender mejor a Andrés Manuel López Obrador tenemos que recordar sus inicios. Una carrera política muy agresiva en Tabasco (la huelga eléctrica), se separa del PRI, continúa sus luchas principalmente en las calles, se pasa al PRD, es elegido Jefe de Gobierno de la Ciudad de México y, para sorpresa de muchos, gobernó mejor de lo esperado.

Luego, AMLO vuelve a las calles después de perder las elecciones presidenciales. Se niega a reconocer la victoria de Felipe Calderón (la diferencia fue de 0,6%) y realiza bloqueos en la ciudad que había gobernado relativamente bien. Pero, por supuesto, nadie cuestionó su amplia victoria en esta elección presidencial. Esto nos lleva a la pregunta: ¿Cuál de todas esas facetas de AMLO será la que gobierne México?

La campaña y el triunfo los asumió con sorprendente prudencia. Tan es así que los mercados bursátiles reaccionaron positivamente y el ambiente en las calles fue de tranquilidad. Tuvo sus semanas de gracia y buena fe durante esta transición que en México es más larga que en otros países (5 meses). Su equipo de gobierno, sobre todo en el área económica, apuntaba sectores formales y profesionales cuya trayectoria ha sido, por decirlo de forma comparativa, más lineal, o sea, más fácil de leer y, por lo tanto, de estimar. En general, se mantiene dentro del enfoque ortodoxo de la economía y abierto a la promoción del sector privado. Ese fue también el caso durante la gestión de gobierno López Obrador en el entonces Distrito Federal entre 2000 y 2005.

Sin embargo, las últimas semanas parecen un deja vú de sus años anteriores: paró la construcción del famoso y tan esperado nuevo aeropuerto de la Ciudad de México y algunos sus partidarios anunciaban una iniciativa legislativa que reduciría significativamente las ganancias de la banca en México, reduciendo las comisiones que cobran por sus servicios. Todo parecía cambiar: los mercados, tanto cambiarios como los bursátiles, reaccionaron negativamente. Volvió la incertidumbre.

Más que un enigma, nos parece que AMLO se debate entre dos luchas, dos caras: la de las calles, la de la lucha —al menos en apariencia— por los más pobres; y la de la administración formal en temas de Estado, llevada con paso firme y proyectando un futuro de mayor estabilidad.

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La realidad es que el salario mínimo México es ahora uno de los más bajos de América Latina y podría haber sido el más bajo si no fuera por Venezuela.

El triunfo de Donald Trump le costó a México una caída de 4,02% en el índice principal de la Bolsa Mexicana de Valores. Con los niveles de pobreza actuales, México no se puede dar el lujo de jugar con su futuro.

El primer reto que tuvo México este año fue manejado magistralmente. Negocio un nuevo acuerdo comercial con Estados Unidos. Enrique Peña Nieto entendió que la mejor manera de manejarse con Donald Trump era hacerle alguna concesión (México subió el porcentaje de los componentes estadounidenses en los autos que exporta a EE. UU.) para ganar tiempo. Donald Trump se olvida de las cosas. Con Donald Trump hay que comprar tiempo, se entretiene fácilmente con lo que le conviene (o le distrae) cada día. México entendió que hay que dejar que pase al siguiente conflicto en vez de enfrentarlo cada vez que surge una diferencia..

Los retos de las relaciones bilaterales con los EE. UU. seguirán teniendo muchos componentes complejos. En términos comerciales, aun con avances sustanciales hacia un acuerdo preliminar (que debe ser aprobado por los respectivos congresos), vendrá un choque entre dos visiones: la de una ampliación global y la del proteccionismo. México buscará un acuerdo amplio con China; mientras que, al menos por el momento, Donald Trump sigue embarcado en la lucha comercial con el país asiático.

Habrá otros retos y temas que afectarán las relaciones bilaterales. Primero, la migración, que esta semana seguirá siendo la gran noticia que Donald Trump aprovechará políticamente para escandalizar y generar miedo en sus bases electorales (una estrategia que le ha dado resultados). Esta semana la caravana de migrantes llegó a la frontera sur de Estados Unidos. Hay alrededor de 500 migrantes tratando de cruzarla. Está lejos de ser una ‘invasión masiva”, como la describe Trump. Para ponerlo en perspectiva, en el último año la migración de venezolanos a Colombia, Perú y Ecuador se acerca al millón de personas. En EE.UU., el verdadero reto es la regularización de los documentos de los migrantes mexicanos que han estado viviendo, trabajando y aportando a la comunidad estadounidense por muchos años.

Otro tema fundamental en la agenda bilateral con México seguirá siendo el tráfico de drogas (incluyendo los efectos de la legalización de la marihuana que, a nivel estatal, no federal, seguirá avanzando en EE. UU.). Esperaremos también que AMLO y su canciller, Marcelo Ebrard, combatan y denuncien con firmeza las violaciones a los derechos humanos y a la democracia en Venezuela, en Nicaragua, en Cuba y en cualquier otro lugar donde se produzcan.

México necesita al AMLO que impulsó el cambio (a su manera y en su momento), al que construyó el segundo piso de una gran autopista en la capital y mucho más. México necesita que el sector privado genere esos empleos que tanto necesita la gente y que el valor real de los salarios comience a recuperarse. México no necesita a alguien que se debata entre dos caras; que dé un paso para adelante y dos para atrás. La pobreza en México no se hará esperar.