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Política

Joe Biden es normal y eso me suena muy bien

Por Ana Navarro

Nota del editor: Ana Navarro es una estratega republicana y comentarista política en CNN. Sígala en Twitter en @ananavarro. Las opiniones expresadas en este artículo son de la autora.

(CNN) -- Joe Biden finalmente lo oficializó. Anunció el jueves que se postula a la precandidatura demócrata a presidente.

¿Por qué me interesa esto, como votante republicana inscrita (sí, lo sé, necesito terapia) que no votará en las primarias demócratas?

Me interesa con pasión lo que ocurre en las primarias demócratas, porque antes de ser republicana o demócrata, soy estadounidense. Tengo un objetivo y sólo un objetivo: sacar a Donald Trump de la Casa Blanca.

En caso de que usted haya estado viviendo en una isla desierta sin wifi estos últimos tres años, lo pongo al tanto: Donald Trump es intelectual, ética y moralmente incapaz de ser presidente de Estados Unidos. Amenaza el carácter y el fundamento de los valores estadounidenses, encarnando exactamente lo opuesto de lo que hace grande a Estados Unidos.

He resignado toda expectativa realista de que Donald Trump sea seriamente desafiado en las primarias republicanas. Obtendrá la candidatura republicana. También, tengo cero expectativas de que sea sometido a juicio político.

No se equivoque, independientemente de lo ofensivo y desagradable que lo encuentran muchos estadounidenses en varios sentidos, Trump no será fácil de vencer. Tendrá una cantidad abrumadora de fondos y todas las ventajas de que goza por estar en funciones. También cuenta con el apoyo de una base de adoradores que creen que no puede hacer nada malo.

Les suplico, les ruego a los demócratas que no desperdicien esta oportunidad. Por favor, seleccionen a alguien que pueda ganar, alguien que pueda unir a los votantes demócratas, que energice a la coalición de Obama y no aliene a los independientes que tienden a la derecha ni a los republicanos (como yo) que rechazan a Trump.

Sé que la gente como yo es sólo una pequeña porción de la fórmula. Pero si de algo sirve, me gusta Joe Biden. Para ser franca, al hombre lo conozco desde hace 20 años. Hemos discutido. Nos hemos abrazado. Hemos reído. Hemos llorado juntos.

Es difícil saber qué escribir sobre Joe Biden que no se haya dicho antes. Ha estado en la política estadounidense por más tiempo de lo que han vivido algunas de las nuevas estrellas demócratas en el Congreso: como senador por Delaware y después como vicepresidente. Sabemos todo sobre él.

Ha sufrido y ha sobrevivido indecibles tragedias personales. Su familia estuvo en un letal accidente de auto cuando Joe recién había sido elegido. Enterró a su esposa y a su hija pequeña y cuidó a sus hijitos hasta restituir su salud. Tuvo que levantarse del debilitante sufrimiento y seguir adelante.

Enfrentó sus propios retos físicos. Se recuperó de una cirugía cerebral. Y más recientemente, tuvo que enfrentarse una vez más a lo peor que le pueda ocurrir a un padre: perder a un hijo, a su hijo adulto Beau, en el 2015. Mis padres pasaron por lo mismo. Se requiere mucho para levantarse cuando uno está de rodillas, después de la muerte de un hijo. Te sacude hasta lo más profundo. Te cambia. Y nunca serás el mismo.

Quiero creer que Joe Biden se postula a la presidencia por algo más que el ego o la ambición de toda una vida. Tiene que haber algo más, una causa más grande que uno mismo, que impulse a un hombre de 76 años, que ya estará en los anales de la historia, que es estimado y respetado en todo el mundo, a lanzarse al atolladero que es una campaña presidencial.

Algunos dirán que su momento ya pasó. Que es demasiado viejo. Bueno gente, déjenme decir algo obvio. Todo en la vida es relativo. Donald Trump no es exactamente la imagen de la juventud y el vigor. Tampoco lo es Bernie Sanders. Joe Biden ha hecho campañas presidenciales, dependiendo de cómo lo cuente, tres o cuatro veces. Sabe del sacrificio físico que implica y parece estar listo.

Algunos demócratas dirán que Biden no representa al Partido Demócrata actual. No es lo suficientemente progresista; que Biden no es un socialdemócrata. No es progresista. Es verdad. Pero en su carrera ha demostrado que está dispuesto a trabajar con los opositores y a encontrar soluciones. Válgame Dios que vayamos a elegir a un presidente que busque representar a todos los estadounidenses, no sólo un pequeño grupo por aquí y por allá.

La gente encontrará mucho por escrutar y que le desagrade de los antecedentes de Biden. Pero lo que algunos verán como lastre, otros lo verán como experiencia. Ciertamente ha dicho y hecho muchas cosas en 50 años que no cumplen con los estándares de hoy.

Toda su carrera estará sujeta a debate: sean sus posiciones sobre transportar a escolares en la década de los años 70 (él estaba en contra) o su tratamiento de Anita Hill, cuando presidió la comisión de asuntos jurídicos del Senado, durante las audiencias de confirmación de Clarence Thomas. Y así debería ser. Una campaña presidencial no es un lecho de rosas. Es un juego despiadado. Deberá explicar ciertas cosas. Deberá hablar sobre su evolución como ser humano y legislador. Ya lo ha degustado en las semanas recientes. Y se viene algo más.

La arena demócrata parece un comercial de Benetton. Hay un buffet completo de opciones en todos los tamaños y colores. Blanco, negro, latino, hombre, mujer, joven, viejo, hetero, gay, de extrema izquierda, moderado, experimentado, novatos políticos; todos son parte. Caramba, hasta hay un vegano. Joe es un hombre mayor, heterosexual, blanco. No se lo reprochen. No es Trump.

Puede que Joe Biden sea el anciano respetable en el escenario, pero nadie se hará a un lado por él. Tendrá que competir en pie de igualdad. No puede dar nada ni a nadie por sentado. Me agrada que su voz sea parte del debate. El proceso será animado e interesante.

Joe Biden trae mucho a la mesa. Es todo lo que Trump no es. Sabe de políticas. Busca la unión. Apela a lo mejor de nosotros. Es empático y recurre a su propio sufrimiento para consolar y alentar a otros en su dolor. Ríe con facilidad. Es decente. Es leal a su mujer, y ella a él. El oro y la riqueza no lo definen. No es perfecto y tiene la humildad de aceptarlo. No electrizará corazones. Es agradable, conocedor, experimentado, confiable y responsable. Sabemos a quién tenemos en él. Inspira un sentimiento de seguridad y confianza.

Él es normal.

Después del caos y la confusión de los últimos tres años con Trump, "normal" a mí me suena muy bien.

(Traducción de Mariana Campos)